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Resumen Sin Familia

frojas00111 de Agosto de 2014

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Sin Familia

Hector Malot

Titulo original: SANS FAMILLE

Nació en La Bouille, Francia, el 20 de mayo de 1830. Luego de estudiar leyes en París,

trabaja en el bufete de un notario, pero su pasión por la literatura lo lleva a encargarse de

la crítica dramática en el Lloyd francés y literaria en L'opinión nationale. De su

extensísima producción como narrador se destaca la trilogía Les victimes de l'amour,

compuesta por su primera novela Les amantes (1859), seguida por Les époux (1865) y Les

enfants (1866).

De 1896 data su última obra Le roman de mes romans, donde rememora su vida como

escritor que constituye una especie de testamento literario. Agotado, se retira por

completo, pero antes crea una deliciosa narración, Petit mousse, dedicada a su nieta, que

es publicada después de su muerte.

Falleció en Fontenoy-sous-Bois el 17 de julio de 1907.

A Lucie Malot

Mientras escribía este libro, estuve constantemente pensando en ti, hija mía, y tu

nombre acudía siempre a mis labios.

¿Sentirá eso Lucía? ¿Le interesará eso a Lucía? Siempre Lucía. Tu nombre,

pronunciado con tanta frecuencia, debe encabezar estas páginas: ignoro la fortuna

que les está reservada pero, sea cual fuere, me habrán proporcionado placeres que

valen por todos los éxitos –la satisfacción de pensar en que tú puedes leerlas–, la

alegría de ofrecértelas.

HECTOR MALOT

Sin Familia Hector Malot

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Primera Parte

1. EN EL PUEBLO

Soy un niño encontrado.

Pero hasta los ocho años creí que, como los demás niños, tenía madre, pues cuando lloraba

había una mujer que me estrechaba con tanta dulzura entre sus brazos, acunándome, que

mis lágrimas dejaban de correr.

Jamás me acostaba en mi cama sin que una mujer viniera a besarme y, cuando el viento de

diciembre pegaba la nieve a los cristales blanqueados, tomaba mis pies entre sus manos y me

los calentaba mientras cantaba una canción cuya melodía y algunas de cuyas palabras

puedo encontrar todavía en mi memoria.

Cuando llevaba nuestra vaca por los caminos herbosos o los breñales y me sorprendía una

lluvia tormentosa, ella corría a mi encuentro y me obligaba a abrigarme bajo sus faldas de

lana que levantaba para cubrir con ellas mi cabeza y mis hombros.

En fin, cuando yo tenía una querella con alguno de mis compañeros, me hacía contarle mis

penas y, casi siempre, hallaba unas palabras para consolarme o darme la razón.

Por todo ello y por muchas otras cosas, por el modo que tenía de hablarme, por su modo de

mirarme, por sus caricias, por la dulzura que ponía en su modo de reñirme, creí que era mi

verdadera madre.

He aquí cómo supe que sólo era mi nodriza.

Mi pueblo, o, hablando con más precisión, el pueblo en que crecí, pues yo jamás tuve

pueblo, lugar de nacimiento, como no tuve padre ni madre, el pueblo, en fin, donde pasé mi

infancia se llama Chavanon; es uno de los más pobres del centro de Francia.

Esta pobreza la debe no a la apatía o a la pereza de sus habitantes, sino a su situación en

una región poco fértil. El suelo carece de profundidad y, para producir buenas cosechas,

necesitaría abonos o enriquecedores que faltan en el país. Así pueden verse sólo (o al

menos podían verse en la época de que hablo) muy pocos campos cultivados, mientras que se

ven por todas partes extensos breñales en los que no crecen más que brezos y retamas. Y

donde cesan los breñales comienzan las landas; y en aquellas elevadas landas los ásperos

vientos achaparran los magros bosquecillos

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