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Cine De Los 60


Enviado por   •  12 de Mayo de 2013  •  1.093 Palabras (5 Páginas)  •  284 Visitas

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En términos industriales, la década de los sesenta fue sumamente interesante. La Paramount pasó a manos de la petrolera Gulf and Western Industries (1966) y el empresario multimillonario Kirk Kerkorian compró la Metro Goldwyn Mayer (1969). De ahí en adelante, los demás Estudios comenzaron a pasar de unas manos a otras a lo largo de las décadas siguientes, hasta consolidar los megaimperios audiovisuales que hoy controlan la producción en todos los frentes.

Desde Francia, los directores tomaron la iniciativa y renovaron un panorama comprometido con la vanguardia y con las nuevas corrientes filosóficas. Ahí adquiere sentido la obra de Alain Resnais (El año pasado en Marienbad, 1961; Muriel, 1963), Claude Chabrol (Ofelia, 1962; La mujer infiel, 1968), Louis Malle (Fuego fatuo, 1963; ¡Viva María!, 1965), Agnès Varda (Cleo de 5 a 7, 1962), Claude Lelouch (Un hombre y una mujer, 1966) y Eric Rohmer (Mi noche con Maud, 1969).

Ajeno al vaivén intelectual que llevó a Mayo del 68, el tándem formado por el director Gérard Oury y el actor Louis de Funès impulsó una comedia castiza, muy popular en su momento (El hombre del cadillac, 1965; La gran juerga, 1966).

Como nexo de unión entre ambas propuestas, y en un intento de transmitir al público una idea de que todo lo que se hacía era cine francés, los actores y actrices evitaron de manera decisiva que la industria viviera una situación de grave crisis. Así, la presencia de nombres clásicos como Jean Gabin, Fernandel, Michèle Morgan, Simone Signoret o Jean-Louis Trintignant facilitó la actualidad de rostros como Brigitte Bardot, Jean Paul Belmondo, Jeanne Moreau, Delphine Seyrig, Catherine Deneuve, Alain Delon, Jean-Pierre Léaud, Yves Montand y otros muchos.

En esta misma coyuntura se encontraba el Free Cinema británico, paralelo a los jóvenes airados que tenían en la literatura su vehículo de protesta. Lindsay Anderson (El ingenuo salvaje, 1962), Tony Richardson (Mirando hacia atrás con ira, 1959; La soledad del corredor de fondo, 1962) y Karel Reisz (Sábado noche, domingo mañana, 1960) conectaron con las inquietudes europeas y facilitaron el trabajo de directores como Joseph Losey, John Schlesinger y Stanley Kubrick.

Lejos, pero al mismo tiempo cerca de todos estos grupos europeos, figuraba la producción brasileña, que ya había sido reconocida internacionalmente en la década anterior. El Cinema Novo tenía sus raíces en las películas sociales de Nelson Pereira dos Santos, y su máximo renombre lo alcanzó por medio de títulos como Vidas secas (1963), de Pereira dos Santos, Dios y el diablo en la tierra del sol (1964) y Terra em transe (1966), de Glauber Rocha.

Quizás el director que mejor conectó con esa inquietud en Italia fue Michelangelo Antonioni. A partir de La aventura (1960), inició y consolidó un periplo por el universo de la incomunicación del hombre en la sociedad en la que pretende sobrevivir. Así construyó La noche (1961), El eclipse (1962) y El desierto rojo (1964), en años de gran intensidad creativa que le llevaron a tratar un mismo tema, el fracaso existencial, desde perspectivas complementarias. Obtuvo la Palma de Oro por Blow-up. Deseo de una mañana de verano (1966).

Otros compatriotas suyos avanzaron por caminos muy personales, con películas de marcado carácter político e intelectual. Eran los casos de Pier Paolo Passolini (Teorema, 1968), Bernardo Bertolucci (El conformista, 1969), Francesco Rosi (Salvatore Giuliano, 1962) y Gillo Pontecorvo (La batalla de Argel, 1966).

Los cineastas de los países del bloque

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