El Declive Del Septimo Arte
DanielSolano199329 de Octubre de 2012
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El declive del Séptimo Arte
Recuerdo cuando era niño y fui por primera ocasión al cine: ese olor a palomitas en el ambiente, el aire acondicionado acompañando una sensación de emoción y excitación; cuando el proyeccionista reprodujo y proyectó la cinta “Tarzán” en esa enorme pantalla de tela blanca anti-reflex, en ese momento lo comprendí, el cine me introdujo en un mundo de entretenimiento y diversión que sabía que disfrutaría por el resto de mi vida. Claro, esos eran tiempos más fáciles, y teniendo aproximadamente 5 años de edad, no comprendía la industria que era Hollywood y en la maquina comercial que se ha convertido.
Hollywood, el sueño de la mayoría de los cineastas y actores del mundo, diseñado para entretener a las masas, y para proporcionarnos carcajadas, tristeza, empatía y amor, se ha prostituido a un nivel estratosférico. Dejando en claro que cuando me refiero a Hollywood no me refiero al lugar especifico, sino a la industria y los empresarios que manejan los estudios cinematográficos. Estos empresarios que se han empeñado en llenar las taquillas semanales de remakes, adaptaciones, secuelas y spins-off, de las películas que ya con propios meritos fueron éxitos, por eso yo me pregunto ¿Qué sucedió con los buenos guiones? ¿Qué paso con los directores de antaño? ¿A dónde quedo el arte de hacer cine?
"Lo que el cine necesita es belleza, la belleza del viento moviéndose entre las hojas de los árboles" son palabras de David Wark Griffith, que expresan de manera precisa el amor hacia el arte, un arte que tras ser negado por muchos años, logro implantarse como una fuerza audiovisual que distinguía a las culturas y comunidades. Y es que para hacer cine no solo se necesitan 300 millones de dólares (suma de la que fue acreedora Spiderman 3 para su realización) sino una motivación impulsada por el deseo de expresar tus sentimientos y tus ambiciones a un número de personas que compartirán contigo las emociones del rodaje.
Y si al lector le parecen exageradas mis ideas de realización del cine, solo podría contestarles exponiendo mi desencanto hacia las película hechas en “serie” como cajas de cereal o refrescos embotellados. Y si bien Alfred Hitchcock, manifestaba que la máxima expresión del cine es la imagen, y no necesariamente un sonido sino que ese rostro, o ese paisaje en la pantalla decía más que mil palabras, 40 o 50 años después llegamos a una etapa cinematográfica donde los efectos visuales, y la música de bandas populares del momento, son tristemente más importantes que un buen guión y una buena historia, así como actuaciones para recordarse.
Se nos ha enseñado que el cine es puramente entretenimiento, y claramente así es, pero es también un arte, un arte que desde 1894 ha prevalecido en la humanidad y que a su vez retrata los contextos sociales y públicos de la sociedad en diferentes momentos. Y es que ver el cine solamente como un producto y no como arte, sería como ver una obra de Picasso y clasificarla como una simple decoración o como ver “El pensador” de Miguel Ángel como una inexpresiva pieza de piedra.
Cuando en 1895 los hermanos Lumiere filmaron El jardinero regado, el primer largometraje con argumento en la historia, no se imaginaron que más de 100 años después, su invención se convertiría en producciones como Transformers (2008) o Terror en lo profundo (2011) películas sin “alma” y sin un argumento sólido, y simplemente llenas de efectos visuales y cuerpos exuberantes para satisfacer el publico. ¡Pobres hermanos Lumiere deben estar fuera de la tierra, de tanto mover sus tumbas!
Y ¿Por qué este cambio radical en los últimos años en la forma de hacer cine? Una simple y corta respuesta: el dinero. Ese producto verde que ciega a masas enteras ha alcanzado a la industria de mis amores, fascinada en tiempos anteriores por narrar buenas historias y entretener
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