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El Legado Del Cine Musical

vifer815 de Mayo de 2012

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Lo que el musical nos legó

De la década de los treinta a los años setenta.

Índice

1-. El musical en los años treinta-. Un estilo creado por Busby Berkeley......3-9

1.1. Sombrero de copa-. La crisis económica y el hermoso velo de los musicales.

2.2. Piccolino-. Dos estilos de conjugar la cámara y la danza.

2-. Los años cincuenta-. Las producciones de Arthur Freed……………………10-15

2.1. Cantando bajo la lluvia-.Una biografía sobre los primeros musicales de la

MGM.

2.2. Make em laugh-. La cámara al servicio del intérprete.

3-. La década de los 60 y West side story……………………………………..16-20

3.1. Cool-.El diálogo de la acción.

4-. Y Bob Fosse llegó: los años 70…………………………………………….21-26

4.1. All that Jazz: Historia de una vida.

4.2. Aerotica-. La mirada indiscreta

Bibliografía……………………………………………………………………….27

El musical en los años treinta-. Un estilo creado por Busby Berkeley

Antes de la creación del cine sonoro, el arte cinematográfico ya sentía fascinación por la danza: Lusbitch había captado el dinamismo del charlestón en el baile de máscaras de su película So This is Paris. En cuanto el sonido lo permitió el cine se lanzó a explorar el espectáculo más apreciado por el público norteamericano: la comedia musical. Los estudiosos denominan la Edad de Piedra de los musicales a esta primera etapa del género desarrollada en los primeros años del cine sonoro y caracterizada por coreografías muy mediocres, formadas casi todas ellas por grandes conjuntos de baile al estilo del vaudeville. El público se cansó enseguida de este tipo de películas porque el espectáculo en directo ofrecía más calidad y mejores artistas en general. Pero los empresarios de las grandes casas cinematográficas no renunciaban a sacar provecho de este medio de masas que era el musical, de manera que pronto empezaron a fichar a los grandes creadores de Broadway. Uno de estos fichajes lo realizó la MGM al elegir como coreógrafo a Busby Berkeley el cuál triunfaba desde hacía años en los escenarios de Broadway. Pronto el propio Berkeley comenzó a dirigir elevando el statatus del cine musical a cotas inesperadas. Experimentó con la cámara, colocándola en lugares inéditos hasta entonces: creó sus famosos picados y en vez de hacerlos bailar, maniobraba con sus bailarines en el espacio configurando formas geométricas que recordaban a un calidoscopio. A pesar de su gran ingenio los comienzos no fueron fáciles y Flying High donde podemos apreciar las maravillas que realizó con la cámara y el conjunto de baile, no tuvo ningún éxito. Berkeley estaba a punto de abandonar el cine y volver a Broadway cuando la Warner Bross lo llamó para coreografiar La calle 42,donde debutaba una de las artistas más conocidas de Broadway: Ruby Keeler que pronto se convertiría en la primera estrella del cine musical de los años 30. Con La Calle 42 se iniciaba el camino de la época dorada de los musicales de Hollywood y la tendencia a crear historias que magnificaban el espectáculo musical. Gran parte del éxito de esta película se debió a las desproporcionadas coreografías que ideó Berkeley que transcendían cualquier posibilidad escénica. En Vampiresas al decorado simbolista del número The Shadow Waltz se une la fantasía de violines iluminados con tubos de neón hasta que las propias bailarinas desaparecen para ser los violines los que bailen en el espacio oscuro configurando formas embriagadoras. En el número de Lulaby of Broadway el espacio se configura por inmensas columnas y escalinatas que recuerdan las escenografías de Craig y Appia utilizas para realizar una asombrosa coreografía de claqué con cerca de cien bailarines.Pero la magia de Berkeley no acaba y en Música y mujeres vuelve a sorprender al espectador multiplicando la imagen de Ruby Keeler en un decorado que recuerda a los concebidos por Meyerhold, en el número de I only have eyes for you. En este número organiza el espacio apoyándose en el vestuario de la bailarina para luego pasar a la descomposición de su cuerpo en las famosas formas calidoscópicas que tanto le gustaban, creando una de las secuencias surrealistas más bellas del cine. Berkeley supo unir lo mejor del teatro y del cine para crear un estilo único en el que se basarían los siguientes musicales.

Y si Berkeley triunfaba como creador, muchos bailarines y bailarinas también contribuyeron a la grandeza del cine musical de los años 30. Entre las mejores estaba Eleanor Powelll, que mezcló lo mejor del clásico y el claqué, la fuerza masculina de sus giros en Melodía de Broadway y la sensualidad femenina en Honolulu. Los hermanos Nicholas fueron otra de las parejas que destacaron en los años treinta por su precisión y habilidades acrobáticas con las que fusionaron el claqué. Ray Bolger creó otro estilo en el que destacaba junto al baile sus habilidades acrobáticas. Él fue el espantapájaros de El mago de Oz, la gran película musical con la que se cerraba la fabulosa década musical del cine americano. Todavía quedarían años de esplendor con grandes cantantes, actrices y bailarinas como la recién catapultada al éxito Judy Garland,

Pero de los treinta a los cuarenta el cine musical estuvo representado por una gran pareja de baile: Ginger Rogers y Fred Astaire con títulos como La Alegre divorciada, Sigamos la flota, Ritmo loco y Amanda entre otros…

Y si Berkeley dio movimiento y originalidad a la cámara, Fred Astaire la obligaría a detenerse como si de una fotografía se tratase para encuadrar al bailarín en una única toma donde se viesen, desde el principio al fin, todos los pasos de baile.

Sombrero de copa-. La crisis económica y el hermoso velo de los musicales.

Para olvidar la profunda crisis en la que estaba sumergida la sociedad norteamericana en los años treinta, surgen nuevas melodías al ritmo de las big bands que hacen sonar una nueva forma de jazz más bailable, el swing. Este estilo se diferencia del jazz anterior por la incorporación de una sección de viento que gana protagonismo melódico, junto a la utilización del riff para crear tensión. El swing es el nuevo jazz de los blancos que recibe influencias de la música europea de moda. Si el charlestón había sido el protagonista durante los felices años veinte se imponía ahora la necesidad de un nuevo ritmo, también alegre, que sirviera en este caso como evasión pero que no recordara más a la época anterior. La sociedad norteamericana se despide del charlestón coincidiendo con un gran momento para el séptimo arte: el nacimiento del cine sonoro en 1927 ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que hacerlo con un musical? La primera película sonora El cantor de jazz, dirigida por Alan Crosland había sido el gran éxito de Broodway en 1925. Una historia en torno a un hombre perteneciente a una familia judía que lucha por convertirse en cantante de jazz a pesar de la negación de su familia. Con esta película se inaugura una serie de tendencias que se repetirán en los musicales de

los años 30: las referencias al mundo del musical y el asociacionismo entre la música

jazz y la juventud. Esta última característica deriva en una nueva concepción del baile opuesta al tradicional ballet, surgiendo formas autóctonas norteamericanas como el claqué y convirtiéndose también este enfrentamiento en otra de las temáticas incluidas en los guiones de los musicales.

En plena crisis económica coincidiendo con el desarrollo de la nueva música norteamericana, no es de extrañar que el musical se erigiera como el preferido de todos los espectáculos ya que permitía pasar dos horas de puro entretenimiento con asombrosos números musicales que eclipsaban todos los problemas. Así, con el nacimiento del nuevo cine sonoro, la industria cinematográfica supe adherirse a esta preferencia del público, dando lugar a la dorada época del cine musical que ya hemos comentado y que duraría hasta tres décadas consecutivas.

En 1935 se estrena Sombrero de Copa tras el éxito anterior de la pareja de baile más brillante de la RKO, La alegre divorciada, en la que repetía también como director Mark Sandrich. Esta película marcaría el estilo de posteriores musicales, sobre todo por el número musical de 22 minutos de duración que tiene lugar en el salón de baile y que nos recuerda en la situación y en las composiciones grupales al Piccolino de Sombrero de Copa. Con estética propia del Art Decó la película que nos ocupa se mueve en ambientes pintorescos venecianos y glamorosos espacios (hoteles de lujo, salones de baile) muy del gusto de la época. No falta tampoco el escenario del número final, donde los protagonistas se apartan para su número final Cheek and cheek, atribuyendo un mayor protagonismo a la mirada del espectador que parece inmerso en los salones del night club, observando a la pareja como si de un espectáculo

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