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Filosofia


Enviado por   •  12 de Junio de 2015  •  1.518 Palabras (7 Páginas)  •  149 Visitas

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NOMBRE: Luis Alfredo Cruz Reyes.

Santo Tomás De Moro, conocido como el canciller de Inglaterra, era un hombre culto: era abogado, jurisconsulto, poeta, traductor y filósofo de corte humanista. Claro que esto no limitaba su vida práctica, pues era un buen ciudadano, esposo y padre de familia, logrando de este modo complementar su vida teórica con la práctica y viceversa.

Una mañana de julio de 1535, moría por cargos de alta traición, uno de los más brillantes legistas y políticos del siglo XVI. El mismo rey Enrique VIII, quien había sido íntimo amigo de Tomás Moro, lamentaba su muerte. Pero esta era inevitable a fin de salvar el orden político. No sólo murió un cristiano y un político, sino un filósofo humanista: un hombre consagrado al conocimiento de las cosas eternas y trascendentes, a fin de participar al hombre de esos bienes divinos.

En su obra Utopía escrita en el año 1516, describe con la mayor sinceridad, el modo de ser de su República a la que consideró no sólo la mejor, sino la única digna de llevar tal distinción, porque en otros sitios los que hablan de la República lo que buscan es su interés personal; a diferencia de todas las demás repúblicas y de sus sistemas en Utopía, como no hay intereses particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; por tal motivo el provecho es para todos. En otras repúblicas todo el mundo sabe que si uno no se preocupa de sí se moriría de hambre, aunque el Estado sea floreciente. Eso le lleva a pensar y obrar de forma que se interese por sus cosas y descuide las cosas del Estado, es decir, de los otros ciudadanos, En la República de Utopía, como todo es de todos, nunca faltará nada a nadie mientras todos estén preocupados de que los graneros del Estado estén llenos. Todos los bienes se distribuyen con equidad entre todos los miembros de la sociedad, no hay pobres ni mendigos y aunque nadie posee nada todos sin embargo son ricos. ¿Puede haber alegría mayor ni mayor riqueza que vivir felices sin preocupaciones ni cuidados? Nadie tiene que angustiarse por sus alimentos, ni aguantar las lamentaciones y angustias de la mujer, ni desesperarse por la pobreza del hijo o el patrimonio de la hija. Sus habitantes afrontan con optimismo y miran felices el porvenir seguro de su conyugue, de todos sus descendientes. Ventajas que alcanzan por igual a quienes antes trabajaron y ahora están en el retito y la impotencia como a los que trabajan actualmente. Bien quisiera que alguien midiera este sentido de justicia con el que rige en otras partes. De manera concreta platea lo siguiente: ¿Qué justicia es la que autoriza que un noble cualquiera, un orfebre, un usurero o cualquier otro que no hacen nada o hacen cosas contrarias al Estado, puedan llevar una vida regalada sin mover un dedo o en negocios sucios y sin responsabilidad? Entre tanto el criado, el cochero, el artesano, el labriego andan metidos en trabajos que no aguantarían ni los animales por lo duros y al mismo tiempo tan necesarios que sin ellos la República se vendría abajo antes de un año. Apenas les llega para alimentarse malamente y llevan vida peor que la de las mismas bestias. Estas, al menos no soportan trabajo tan continuo; aunque les den peor comida la soportan más fácilmente y además no tienen las preocupaciones del futuro. A todos estos los mata el trabajo presente, tan estéril como infructuoso, y les desazona el pensamiento de su pobre ancianidad. Si no les llega para mal vivir, ¿cómo pueden ahorrar para su ancianidad? ¿No es injusta una sociedad que se vuelca con los llamados nobles, los manipuladores y los traficantes de cosas inútiles, aduladores y perezosos? Por el contrario deja en el olvido a los labradores, los carboneros, los braceros, - caballerizos y obreros sin cuyo trabajo no puede subsistir la república ni obtenerse bien alguno. ¿No es injusto abusar de su trabajo cuando están en pleno vigor y cuando el peso de los años, las privaciones y la enfermedad cae sobre ellos, condenarles a una muerte miserable sin tener en cuenta sus muchos desvelos y trabajos? ¿Qué podemos pensar de esos ricos que diariamente expolian al pobre? En realidad lo hacen al amparo, no de sus propias maquinaciones, sino amparándose en las mismas leyes. De esta manera, si antes parecía una injusticia no recompensar debidamente a quienes lealmente lo habían servido, estos tales se han ingeniado para sancionar legalmente esta injusticia con lo que la república viene a ser más aborrecida. Cuando contemplo el espectáculo de tantas repúblicas florecientes hoy en día, las veo - que Dios me perdone-, como una gran cuadrilla de gentes ricas y aprovechadas que,

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