Historia del teatro isabelino
Axel Fabian Gomez GarridoTarea15 de Junio de 2023
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“Entrevista al Pasado”
Trabajo realizado por:
a la
Escuela de Teatro y Comunicación Escénica
Asignatura: Historia del Teatro II
Sección Vespertino
Profesor:
Santiago, 14 de abril del año 2023
Entrevistar o No Entrevistar: He ahí el Dilema
Bitácora de Viaje Nº XL
Londres, 1603
Tras haber concluido meses atrás de manera exitosa los acercamientos a grandes referentes de las artes tales como Pablo Picasso o Vincent Van Gogh, nos tocó trasladarnos al centro del Londres actual con el fin de estar en el lugar lo más cercano y preciso posible, para proceder a iniciar el salto espacio-temporal Nº XL, cuya misión es recopilar información sobre el célebremente conocido William Shakespeare; para así, comprobar las hipótesis asociadas al secreto de su éxito y el cómo llegar a convertirse en uno de los mayores referentes literarios de toda la historia.
Al estar ya caracterizados con la ropa de la época, un número no menor de gente nos miraba de manera extrañada, preguntándose a qué convención de fanáticos nos dirigíamos. Pobres ilusos, no tienen idea que estamos a punto de realizar nuestra inmersión tempo-espacial cuarentava, así como quien va al aeropuerto a tomar un vuelo entre países. Es mejor que no lo sepan. Hay secretos para los cuales el resto de la humanidad aún no está preparada, y el manejar tecnología extraterrestre cae en esta categoría. Luego de habernos acercado al callejón, y asegurarnos que no hubiera nadie mirando, procedimos a activar el artefacto de “salto” para dirigirnos a nuestro destino.
A pesar de ya haber realizado otros viajes exitosos, la sensación de incertidumbre nunca se quita. No tenemos seguridad de que la transportación temporal ocurra exitosamente: no toda la tripulación puede llegar al mismo punto; podemos llegar a un punto temporal distinto, entre otras cosas. Solo tenemos claro que debemos cerrar los ojos, aguantar la respiración y apegar las manos al cuerpo hasta que dejemos de sentir el suelo bajo nuestros pies y luego volvamos a tener una base sólida donde apoyarnos.
Sentimos el piso. Estamos en el mismo callejón de donde marchamos, pero es distinto. Se ve más viejo, más sucio y el aire se siente diferente. Si, el aire siempre se siente diferente en las épocas pasadas: con menos contaminación, pero con olores más marcados en donde se nota la ausencia del alcantarillado o procesos de higiene. Comenzamos a caminar por el callejón y a encontrarnos con los primeros habitantes de la época, quienes, a diferencia de nuestros coterráneos temporales, no nos miran extrañados por nuestra vestimenta. Al parecer fue nuevamente un acierto nuestra caracterización. Nuestras felicitaciones al departamento de vestuario. No obstante, nos vemos muy limpios en comparación al resto de la población que nos topamos, por lo que tuvimos que proceder a ensuciarnos un poco las manos, rostro y vestuario, a fin de no levantar mayores sospechas. Las personas entre las que nos vemos rodeados no se ven de la mejor calaña social de la época, pero si la caracterizan bastante. Nos referimos a vagabundos, prostitutas, ladrones y pillos, dispuestos a realizar lo que sea con el fin de sobrevivir en este tiempo.
Mientras avanzamos, notamos que un grupo no menor de personas se dirigen en congregación hacia una dirección en particular, un evento al parecer, por lo que decidimos unirnos a este grupo e ir viendo qué nos depara esta exploración. Fue en ese momento que llegamos a nuestro destino: un gran edificio blanco de altas murallas y con un marcado tejado. Teniendo ya una leve noción del lugar a donde nos dirigimos, quisimos confirmar nuestras sospechas y le preguntamos a uno de los lugareños que se dirigía con nosotros, cargando un canasto repleto de tomates podridos, cuál era el nombre de este lugar, a lo que respondió que solía ser la clase de eventos donde más vendía esta fruta. Al ver la cantidad de gente que iba ingresando, sumado a diversos elementos que fuimos uniendo, nuestras sospechas cada vez estaban más cerca de pensar que estamos a portas de entrar a un teatro isabelino, y no cualquier teatro isabelino, sino que estamos entrando directamente al Teatro El Globo, en el cual William montaba la mayoría de sus obras.
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Figura 1. Bosquejo de la Teniente NO176
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Figura 2. Registro Visual Actual del Teatro.
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Figura 3. Reina Elizabeth visita el desempeño de “Las Alegres Comadres del Windsor” en el Teatro El Globo. David Scott.
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Tal y como teníamos en nuestros registros, el teatro isabelino conservaba en aquella época una importancia física y material, pues fue en estos lugares que se puso en práctica la dramaturgia y la práctica social cultural de la época, distinto al teatro callejero que era una de las instancia a la que se refería nuestro pintoresco vendedor de tomates. Este teatro presentaba una sala redonda central, con un escenario al aire libre y múltiples alturas o niveles para desarrollar la actuación, los cuales se caracterizaban por tener varias entradas y salidas al escenario. Al interactuar con otras personas del público, nos contaban que en el teatro podíamos encontrar dos tipos de compañías: una era “de empresas” y otra “de camaradas”, lo que nos hizo mucho sentido ya que la disciplina y sus representaciones tenían un carácter completamente más orientado a lo comercial, pues buscaba generar un interés en el público más que entregar un mensaje, reflexión o crítica. Con el objetivo claro de nuestra misión, estábamos encantados de poder acceder a tal cantidad de información y de estar siendo presentes en la historia, sobre todo ya que esperábamos poder apreciar alguna obra propia de nuestro sujeto de interés, el cual estaba dentro del primer grupo de teatro mencionado previamente.
Las compañías de teatro de empresas eran un grupo donde aparte eran propietarios del teatro, y en donde ellos pagaban una remuneración por montar la obra gracias al capital burgués que se les otorgaba en la época; a diferencia de las compañías de camaradas las cuales estaban compuestas por más de 10 personas en donde debían realizar los diferentes roles asociados a la dramaturgia, representación y también preocuparse del montaje y posterior limpieza. Nuestro sujeto de investigación, William, tal como mencionamos pertenecía al primer grupo, ya que era contratado por estas compañías de empresa para realizar la dramaturgia debido al talento que presentaba. A pesar de la magnitud de la estructura donde nos encontrábamos y de la instancia cultural mediante la cual significamos el teatro, el panorama era muy distinto ahí. La vida bohemia y el ambiente donde se encontraba inserto el teatro era invadido desde sus entrañas, en donde el mayor premio para los artistas era el silencio, un tesoro tan valioso que se comenzó a apreciar varios siglos más adelante según lo que nos dimos cuenta. La gente no iba al teatro con el fin de ver algo de cultura, sino que iba con el fin del morbo y el placer que les causaba el manifestar su disgusto mediante el lanzamiento de fruta podrida, insultos y ademanes despectivos.
A medida que transcurría la obra, fue inevitable darnos cuenta que los postulados planteados en la literatura eran ciertos: las damas no tenían participación en este arte, llegando incluso a reemplazar los papeles femeninos y ser representados por varones con rasgos delicados y voz parsimoniosa. Ese día le preguntamos a los asistentes del teatro sobre la práctica teatral, a lo cual nos respondieron que la práctica teatral isabelina no incluía al género femenino en la actuación. La primera vez que apareció el elenco femenino, fue en diciembre de 1660, en la representación de “Othello”, de Shakespeare. Los personajes femeninos estaban a cargo de adolescentes que aún no se les desarrollaba la voz.
Luego de unos minutos, mirando atónito el espectáculo que nos habíamos auto regalado, empezamos a conversar sobre lo rudimentario de los elementos usados en el escenario pero modernos a la vez, estábamos frente a una persona que volaba por medio de unas cuerdas gruesas que no estaban ni cerca de desaparecer, pero que aun así, si el público así lo deseaba, se dejaba engañar y dejaba sentir que era mágico y real. En un momento Paula nombró al profesor de historia del teatro de la universidad (del cual todos tuvimos el placer de aprender), que nos nombraba exactamente la diversidad de elementos usados para llamar la atención del público. Luego Natalia dijo que le gusta mucho esa cercanía con las personas, que los actores estén prácticamente empujando y tocando al público y Sebastián agregó que lo más atractivo para él eran las trampillas que hacían "aparecer y desaparecer" a los personajes. En un momento Grethel llamó la atención de todos indicando una dirección: Para sorpresa nuestra, se encontraba una trampilla en el costado del escenario (que al parecer no habían usado en esta obra). Acto siguiente dice que sería espectacular poder ver el teatro por dentro. Sin pensarlo demasiado partimos en dirección al portal por entremedio del público. Una vez dentro, buscamos rápidamente un espacio despejado del ajetreo de los actores, ayudantes y el director. En ese espacio decidimos rotundamente que debíamos conseguir hablar con algún actor y de ser posible con el gran Shakespeare… Luego de una larga discusión de quién iría a convencer y conseguir las entrevistas, decidimos, cual carnada para los leones, envíar a Marcelo, experto en persuasión y psicología.
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