La Nueva Canción Chilena

Nueva canción Chilena.

Pasada la moda del neofolklore y decaída la música típica al agotar sus instancias de renovación, el panorama para la música Chilena de raíz folklórica parecía desolador a inicios de la segunda mitad de los años sesenta. Al menos así lo percibía la industria y si los medios, que no encontraban entre las corrientes dominantes expresiones folklóricas nuevas. Si, por una parte, esta preocupación se puede percibir como una señal de alarma ante el riesgo de pérdida de identidad. Al mismo tiempo, las expectativas de cambio despertadas por la revolución en libertad propuesta por el gobierno de Eduardo Frei (1964-1970) se expresaban en el medio estudiantil con el proceso de reforma universitaria y, en la corriente crítica a la cultura, con la defensa de los valores latinoamericanos frente a la uniformación cultural estimulada por Estados Unidos en tiempos de Guerra Fría. Dentro de esta corriente juvenil y de crítica a la cultura, se inserta la que será llamada, a fines de los años sesenta, la nueva Canción Chilena.

A diferencia de la mayoría de los género de la música popular Latinoamérica, surgidos de una larga práctica anónima y marginal, La Nueva Canción Chilena surgía de una práctica cultural, de autor conocido, que en lapso de seis años (1963-1969) era bautizada como tal y debía articular su propio sistema de producción.

Este hecho permite entender a la Nueva Canción no como un género, sino como un movimiento, es decir, como el desarrollo y propagación de una tendencia innovadora de carácter estético. En este caso, se trata del desarrollo y la propagación de una forma innovadora de hacer canción, que avanza de la mano de tendencias sociales y políticas también innovadoras o progresistas. Estamos, entonces frente a una práctica musical que se desenvuelve a partir del desarrollo de un proyecto político y social desde que se implementa un sistema de propagación o propaganda más que de difusión; y donde disminuye la mediación comercial pero aumenta la mediación ideológica.

Si la relación con el folklore había sido evocadora en la música típica y modernizadora en el neofolklore, con la Nueva Canción ésta reacción será reivindicadora. En efecto, la incorporación de géneros lejanos y remotos a la música popular, indicada con la proyección folklórica, puso en la escena urbana a sujetos distintos al intérprete y al auditor. De este modo, el cantante dejó de referirse a sí mismo o a su público y empezó a hablar del otro. Luego de ser rescatado por los folkloristas, este Otro apareció en el neofolklore como una figura de costumbres diferentes y pintorescas, pero poco a poco fue revelando una dimensión social no exenta de problemas, a la cual la música popular casi no se había referido. Es aquí donde la Nueva Canción Chilena adquiere su mayor especificidad.

El desarrollo de expresiones

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