Las Cuatro

UNA TARDE DE MIL AÑOS

12:30 del mediodía, en una ciudad que rebosaba de sensaciones, algunas muy buenas, otras para nada yo diría, en la que se encontraban 3 pubertos y alegres hombres, caminando muy seguros por la calle, hacia el lugar donde irían a comprar, un boleto que los llevaría a otro mundo y empezando a atravesar así los primeros minutos de aquella furiosa tarde que les cambiaría la vida.

1:00 de la tarde, los tres personajes llegan a su destino, con una luna menguante de sonrisa y un entusiasmo arrollador por el viaje que les esperaba. Segundos después, al fijarse, notan llegar en un parpadeo un hombre con dos agujeros negros que llevaba como ojos y soportando sobre su ser, una gabardina horrorosamente atractiva, el cual se les acerco y les pregunto con una tormentosa voz, ¿cuantos pasajes van a comprar? Ellos le contestaron que tres nada más, entonces este personaje sombrío les pidió un monto pesos por cada uno, ellos sacaron el dinero y aquel hombre lo tomo como un camaleón a una hormiga, les entrego los boletos que saco de la gabardina y les dijo que los comieran, que el tren muy pronto partiría.

1:30 de la tarde, ya hace unos 15 minutos el trio de sonrientes personajes había comido su boleto como un niño a una colombina esperando muy ansiosos la partida de su viaje, mientras como una flecha se dirigían a una de esas estaciones a las que llegaban aquellos buses rojos y largos como una salchicha, al entrar a la estación notaron que su ansiedad como la lava un volcán emergía, creando curiosidad pero al mismo tiempo simpatía. Los tres se miraban, y más sonrisas entre ellos salían, no sabían que mas hacer hasta que una de esas largas salchichas, llego y la abordaron como 3 inmigrantes buscando su tierra prometida.

2:00 de la tarde. Esas tres lunas menguantes que llevaban en sus rostros habían desaparecido, la expresión que tenían en ese momento era irreconocible, no podría saberse si era tristeza, felicidad, horror o total asombro al ver como en ese transporte en forma de salchicha los llevaba a un mundo horrorosamente increíble. Uno de los tres dijo no soportar más, su rostro era el único que expresaba una angustia como la de una madre al perder a su hijo, y afirmo tirarse de aquel transporte si los otros dos no lo acompañaban a bajarse en la próxima parada así no llegaran a su destino, sus dos compañeros al notar, el ambiente apocalíptico en el que se encontraba su amigo, decidieron bajar después de tantas estaciones en la numero 127, al salir de ese lugar, los tres quedaron hechos estatuas, pasmados con ese planeta que nunca habían visto, un cielo azul que en instantes se formó rojizo, unas nubes que los miraban y parecían que les fueran a decir algo maldito, Por debajo de ellos miraban pasar vehículos que parecía que fueran a 300 por no exagerar lo que habían visto, deshicieron huir atravesando un metalizado camino que con

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