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Enviado por   •  5 de Julio de 2014  •  1.097 Palabras (5 Páginas)  •  220 Visitas

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El lenguaje y el totalitarismo*

Carlos Alberto Montaner

6 de septiembre de 2013

Gracias por invitarme a colaborar con este foro sobre la libertad de expresión.

No voy a entrar en los asuntos concretos de Venezuela porque aquí hay expertos que conocen el tema mucho mejor que yo.

En realidad éste es un viejo debate que comenzó hace muchos siglos.

Tal vez en el siglo XIII, en la Universidad de Oxford, cuando unos franciscanos defendieron la idea de que las autoridades religiosas no tenían el monopolio de interpretación de la realidad.

Hasta ese momento reinaban el método y la visión escolásticos. Todas las verdades ya habían sido descubiertas por las autoridades de la Iglesia y al conjunto de la sociedad sólo le correspondía verificar lo que ya se había establecido.

El totalitarismo es la expresión actual de aquel monstruoso ataque a la razón.

Los venezolanos que, durante al menos 40 años, disfrutaron de un lenguaje político plural, hoy contemplan, justamente horrorizados, cómo el régimen chavista, que es una expresión del totalitarismo, va adueñándose de todas las palabras.

Me explico. Un régimen totalitario no es sólo aquel que acapara todas las empresas e instituciones.

Antes de llegar a ese punto, el régimen totalitario debe construir una especie de telaraña verbal para sujetar al conjunto de la sociedad.

Por encima de todo, el régimen totalitario es el que impone por la fuerza un relato único, una sola voz de mando, una indiscutible interpretación de la realidad.

La cúpula totalitaria lo sabe todo, es dueña de verdades absolutas y a partir de ese convencimiento genera un tipo de relación autoritaria que somete a la sociedad a los caprichos de la dictadura.

¿Cómo se forma parte de la dictadura? Quiero decir, más allá del voto ritual en las elecciones amañadas, ¿cómo se manifiesta la adhesión al totalitarismo?

Muy sencillo: suscribiendo el relato y repitiendo el discurso oficial.

Los regímenes totalitarios son dictaduras corales. El coro tiene que estar afinado. Quien emite una nota discordante es un disidente.

Si su disidencia consiste en aportar una interpretación distinta del pasado, es un revisionista.

Si su disidencia es un juicio severo sobre alguna lacra del presente, es un hipercrítico que actúa movido por oscuros intereses económicos.

Si la disidencia radica en predecir un futuro diferente, la acusación es desviacionismo.

Para lograr la unanimidad del discurso, para conseguir el coro perfecto, el régimen totalitario arma jaulas institucionales.

El presidente o sus portavoces seleccionan y desacreditan públicamente a los enemigos de la unanimidad.

El parlamento legisla para crear reglas que castigan a estos temerarios que disienten.

Los tribunales se encargan de convertir esas reglas en sentencias.

Las fuerzas del orden público castigan a las voces rebeldes que han roto el perfecto afinamiento del coro.

Los medios de comunicación durante el proceso, han difamado y desacreditado al adversario.

Cuando ya está exiliado o preso, si no lo han liquidado físicamente, esos medios salen al campo de batalla para rematarlo moralmente.

El acto final es darles el tiro de gracia moral a los heridos.

Los llaman terroristas, fascistas, agentes de la CIA, burgueses despreciables que medran con la pobreza de los necesitados. Cualquier ofensa es conveniente

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