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Ocultando El Rostro, Guardando El Valor.

alacoture253 de Septiembre de 2013

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Ocultar el rostro podría ser una forma de representar una indignación, una manifestación hacia un estado de desconfianza por “mostrarse” o como símbolo de colectividad, pues “no hay rostros para reconocer”. El rostro es la primera muestra de percepción individual que como humanos tenemos a partir de nuestra fisionomía. El ver hacia el rostro de una persona genera vínculos sociales y de empatía; conocer con la mirada, entender la expresión, reconocer el gesto en los labios, el fruncir el ceño. El rostro es la representación de la emoción externada en el cuerpo, pero también es la identificación de los rasgos que nos hacen únicos e inconfundibles.

Si bien se dan los casos de gemelos, donde dos personas comparten la misma fisionomía, también en estos casos las diferencias emocionales y de líneas de expresión pueden separar el mismo rostro que comparten ambas partes, y aún entre gemelos no se encuentran el mismo par.

Dado que el rostro juega un papel tan importante en nuestra vida de representación individual y de identidad propia, el uso de máscaras o de alguna prenda para ocultar el rostro puede tener connotaciones simbólicas, estéticas o clínicas. Simbólicas entendidas en los contextos sociales, culturales o de tradición, pues es claro que si el rostro se oculta, puede ser por vergüenza a demostrar emociones que se representan en las facciones, o para evitar ser reconocido en un ocultamiento hacia la sociedad que le es más fácil condenar a quienes tiene identificados, también el uso de objetos para tapar el rostro contiene contextos culturales, como rostros que cubren el verdadero para simular otros personajes, para imitar a otros seres, para encausar ideas, para enarbolar situaciones. Mientras que planteado desde diversas tradiciones puede ser para generar discursos de ocasiones especiales (carnavales, bailes regionales, ceremonias, ritos), y algunas de ellas logran generar efectos distintos al que se dan con la naturalidad de tener el rostro descubierto.

Giovanni Papini se hace la misma pregunta de las máscaras en uno de sus cuentos a partir de la voz de su personaje Gog. En él, Papini plantea esa cuestión sobre el ocultamiento del rostro.

¿Por qué el hombre cubre las partes de su cuerpo, incluso las manos (guantes) y deja desnuda la más importante, la cara? ¿Si ocultamos todos los miembros por pudor o vergüenza, por qué no esconder la cara, que es, indudablemente, la parte menos bella y perfecta?

El punto de encuentro de este planteamiento y el que propongo es el de la vergüenza ¿Por qué ocultamos el rostro ante la acción? Mientras que la parte estética y clínica están defendidas ante el ocultamiento del rostro, la parte simbólica contiene un elemento que me genera un malestar en cuanto al ocultamiento del rostro, y es el elemento de la identificación a partir de la acción. Cuando una persona comete una acción indigna, suele ésta ocultar el rostro, pensando que es más atroz el hecho del reconocimiento de su cara a partir de la acción que la acción misma que sustenta.

Tomemos el caso del ladrón; el ladrón, al cometer su acto, busca diseminarse entre las sombras colectivas para no ser identificado, jugando un doble papel en la sociedad, el papel de la persona que sin temor a ser visto, actúa y se incorpora dentro de la misma sociedad de la que pertenece para generar confianza y poder hacer su acto sin ser sospechoso, mientras que el otro papel, el del ladrón, crea una inestabilidad de la cual saca provecho en detrimento de la misma sociedad en la que busca ocultarse para no ser atacado, pues de ser des-cubierto, el acto deja de tener su función de ataque y al ser fácilmente identificado, se quita ese halo de confianza y difícilmente podría

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