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TE AMO


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  Tesis  •  657 Palabras (3 Páginas)  •  337 Visitas

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POSDATA:

TE AMO

CAPÍTULO 1

Holly hundió la nariz en el suéter azul de algodón y un olor familiar la gol¬peó de inmediato: un abrumador desconsuelo le cerró el estóma-go y le partió el corazón. Le subió un hormigueo por el cogote y un nudo en la garganta ame¬nazó con asfixiarla. Le entró el pánico. Aparte del leve murmullo del frigorífico y de los ocasionales gemidos de las tuberías, en la casa reinaba el silencio. Esta¬ba sola. Tuvo una arcada de bilis y co-rrió al cuarto de baño, donde cayó de ro¬dillas ante el retrete.

Gerry se había ido y jamás regresaría. Ésa era la realidad. Nunca volvería a acariciar la suavidad de su pelo, a intercambiar en secreto una broma con él durante una cena con amigos, a lloriquearle al llegar a casa tras una dura jor¬nada en el trabajo porque necesitaba algo tan simple como un abrazo; nunca volvería a compartir la cama con él, ni la despertarían cada mañana sus ata¬ques de estornudos, ni reiría con él hasta dolerle la barriga, nunca volverían a discutir sobre a quién le to-caba levantarse para apagar la luz del dormitorio. Lo único que le que-daba eran un puñado de recuerdos y una imagen de su ros¬tro, que día tras día iba haciéndose más vaga.

Su plan había sido muy sencillo: pasar juntos el resto de sus vidas. Un plan que todo su círculo consideró de lo más factible. Nadie dudaba de que fueran grandes amigos, amantes y almas gemelas destinadas a estar juntas. Pero dio la casualidad de que un día el destino cambió de parecer.

El final había llegado demasiado pronto. Después de quejarse de una mi¬graña durante varios días, Gerry se avino a seguir el consejo de Holly y fue a ver a su médico. Lo hizo un miércoles, aprovechando la hora del almuerzo. El médico pensó que el dolor de cabeza se debía al estrés o al cansancio y aven¬turó que en el peor de los casos quizá nece-sitase usar gafas. A Gerry no le gus¬tó nada aquello.

Le molestaba la idea de tener que usar gafas. No debería ha¬berse preocupado, pues resultó que su problema no residía en los ojos, sino en el tumor que estaba creciendo en su cerebro.

Holly tiró de la cadena del retrete y, temblando por lo frías que es-taban las baldosas del suelo, se puso de pie. Gerry sólo tenía treinta años. Ni mucho me¬nos había sido el hombre más sano de la Tierra, pero había gozado de suficiente salud para... bueno, para llevar una vida normal. Cuando ya estaba muy enfer¬mo, bromeaba a propósito de haber vivido con demasiada prudencia. Debería haber tomado drogas, haber bebido y viajado más, tendría que haber saltado de aviones y depilarse las piernas en plena caída.

La lista seguía. Aunque él se rie¬ra de todo eso, Holly veía

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