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Alexis Cadena


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2013  •  7.142 Palabras (29 Páginas)  •  297 Visitas

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GLOBALIZACION, EMPRESAS TRASNACIONALES

Y LA SOCIEDAD CIVIL

Jaime Estay Reyno*

Realidad y apologías de la globalización.

A medida que nos acercamos hacia el fin del siglo, las referencias a la globalización se van multiplicando no sólo en los análisis sobre el funcionamiento del sistema mundial y de las relaciones internacionales, sino también en aquellos trabajos dedicados al estudio de países específicos o de sectores o regiones pertenecientes a algun país. Desde las más variadas disciplinas y perspectivas teóricas, y para abordar los temas más diversos, se recurre a la globalización, como concepto cuyo uso pareciera ser condición obligada en el discurso de las ciencias sociales sobre la realidad contemporánea.

En el ámbito de la economía –aunque, por cierto, no estamos ante un proceso únicamente económico sino también social, político y cultural–, por detrás de las múltiples referencias a la globalización existe un conjunto de tendencias que han aparecido o se han acentuado en los años y décadas más recientes y a las cuales generalmente se hace referencia al hablar de los contenidos de la globalización. En especial, la mayor movilidad de las mercancías y sobre todo de los capitales, así como los elevados niveles de interpenetración de las economías nacionales y la mayor integración que todo ello supone en el conjunto del sistema y en los distintos mercados mundiales, son algunas de las principales tendencias constitutivas de la globalización, y reflejan cambios profundos en las bases técnicas y en las relaciones económicas bajo las cuales se desenvuelven la producción, la circulación y el financiamiento.

Sin embargo, el relativo consenso que es posible encontrar respecto de los contenidos recién mencionados, desaparece cuando se trata de la ubicación histórica de la globalización económica, de los sentidos y las consecuencias que se le asignan, y de los vínculos presentes y futuros que se identifican entre ella y distintas tendencias y estructuras del sistema mundial. Así, por ejemplo, dependiendo del autor que se lea, y de los rasgos y relaciones que éste destaque, la globalización es un proceso ya viejo que ha alcanzado una nueva etapa, un proceso nuevo que ya está consolidándose, o una imagen de futuro cuya concresión sólo se avizora en el horizonte; un proceso que se da en el interior de una economía que es mundial desde hace ya tiempo, o que implica la aparición de una “verdadera” economía mundial; un proceso que coexiste con los Estados nacionales o que anuncia la desaparición de dichos Estados; un proceso que se acompañará con nuevas formas e instituciones del orden internacional, o que supone la ausencia de un orden estructurado a ese nivel; un proceso opuesto a –y entorpecido por– la formación de bloques económicos o que se complementa con dicha formación; etc.

Más que hacer una lista de los puntos de desacuerdo que existen respecto de la globalización, lo que queremos destacar es que dichos puntos son muchos, y que los desacuerdos son muy profundos, lo cual si bien en parte responde a lo variado y complejo de las tendencias asociadas a la globalización, y a las profundas transformaciones que aún se están desplegando en éstas y en el escenario mundial resultante, también en buena parte responde a las distintas perspectivas teóricas y juicios de valor a partir de las cuales es abordado el estudio del tema, sobre todo cuando se trata de identificar el “sentido profundo” de la globalización y el abanico de consecuencias que de ésta se desprenden para los distintos países y para los grupos sociales en el interior de ellos.

Desde esa perspectiva, entre la multitud de análisis sobre el tema a nuestro juicio es claramente identificable una vertiente de apologías de la globalización, en la cual el proceso ha sido glorificado hasta el absurdo. Si bien esa vertiente alcanzó su máxima presencia en el periodo inmediato posterior a la debacle del socialismo real –y acompañando a las propuestas del "fin de la historia" argumentado por Fukuyama y del “Nuevo Orden Mundial” anunciado por Bush–, luego de lo cual ha perdido terreno ante una porfiada realidad mundial en la que los problemas y las contradicciones insisten en no desaparecer, aún sigue teniendo una presencia de primer orden en la discusión académica y en particular en los discursos gubernamentales, como bien nos consta a los habitantes de América Latina.

En las apologías de la globalización, ésta es presentada con distintas mezclas de fatalismo histórico y de optimismo desbordante: por una parte, ante ella nada se puede hacer, salvo asumirla y crear condiciones para su plena y rápida internalización; por otra parte, aún cuando existieran alternativas y/o márgenes de acción, no tendría sentido aprovecharlas –y, menos aún, crearlas si no estuvieran ya construidas– ya que de la globalización sólo pueden resultar efectos positivos para todos los países y para todas las personas, incluidos países como los latinoamericanos, en los cuales la globalización es anunciada como el instrumento que permitirá “saltar” hacia el primer mundo y con ello superar para siempre las carencias y los rezagos que históricamente han acompañado al desarrollo de nuestras sociedades. La composición precisa de la “mezcla”, va cambiando según el momento del discurso y el público al cual va dirigido; así, los discursos sobre la globalización pronunciados en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, que reúne anualmente a los 1000 principales líderes empresariales –y que en 1996 estuvo dedicado al tema “Sustentando la globalización” y en este año al de “Prioridades para el siglo XXI” –, con seguridad que fueron más optimistas y menos fatalistas que los que pudieran haberse dirigido, por ejemplo, a las poblaciones de los países de Africa al Sur del Sahara.

Para el caso de América Latina, cuando se trata de colocar bajo el “paraguas” de la globalización a las políticas de liberalización de los mercados, de apertura a ultranza de la economía y de privatización tanto de las empresas estatales como de otros instrumentos gubernamentales de regulación, difícilmente se puede recurrir a algún recuento de los beneficios que la globalización ha traído para países que apenas están saliendo de la profunda crisis de los años ochenta, para sociedades fuertemente polarizadas y para poblaciones notoriamente empobrecidas, con lo cual el optimismo sólo puede aplicarse a las promesas de futuro. Es entonces que se acentúa el componente fatalista de la argumentación: son los imperativos de la globalización los que definen

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