Conócete a ti mismo
macaronsiDocumentos de Investigación12 de Septiembre de 2011
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escritura fragmentaria
A imitación de las Obras morales del griego Plutarco (46-120), Montaigne concibe sus Ensayos como una "marquetería mal unida", y reivindica su desorden como prenda de su libertad y de su "buena fe". Este desorden se debe también al propio modo de escribir los Ensayos: Montaigne pensaba en voz alta y un secretario (existieron tres sucesivos) tomaba nota del dictado.1 Al preferir antes que la organización didáctica y antes que a la retórica de los pedantes un "aspecto poético, a saltos y a brincos", apuesta por la prosa abigarrada y diversa. Los 107 Ensayos sorprenden por esa razón por su variedad y por los contrastes que contienen. Si los más breves (especialmente en el libro I) son solamente notas de lectura que yuxtaponen en una o dos páginas algunas anécdotas comentadas brevemente, otras forman auténticos ensayos filosóficos, de inspiración estoica ("Porque filosofar es aprender a morir", I, 20) o escéptica ("Apología de Raimond Sebond", II, 12), cada vez más llenos de confidencias personales ("Sobre la vanidad", III, 9; "Sobre la experiencia", III, 13).
A la variedad de formas corresponde la de temas: Montaigne, afirmando "hablar sin preocuparse de todo lo que se presenta ante su fantasía", pasa sin transición de los "caníbales" (I, 31) a los "mandatos divinos" (I, 32), de los "olores" (I, 60) a las "oraciones" (I, 61). Algunos títulos engañosos esconden los capítulos más audaces: "Costumbre de la isla de Cea" (II, 3) discute la legitimidad del suicidio; "Sobre el parecido de los hijos con los padres" (II, 37) ataca a los médicos; "Sobre unos versos de Virgilio" (III, 5) incluye las confesiones de Montaigne acerca de su experiencia sobre el amor y la sexualidad; "Sobre las marcas" (III, 6) denuncia la barbarie de los conquistadores europeos...
Son también muy diversas las innumerables fuentes que Montaigne opone, las autoridades tradicionales del humanismo a su experiencia individual: si Plutarco y Séneca son sus autores predilectos, no por ello deja de lado a historiadores y poetas: cientos de citas en prosa o en verso, en francés y en latín, a menudo hábilmente modificadas, componen un texto a muchas voces. Lejos de constituir un adorno gratuito o una autoridad paralizada, este omnipresente intertexto ilustra o apela a la reflexión: "No digo a los demás salvo para afirmar tanto más lo que digo yo".
[editar] "Conócete a ti mismo"
La unidad de los Ensayos reside en el procedimiento original que hace de la investigación filosófica el espejo del autor: "Es a mí a quien pinto." Sea cual sea el tema tratado, el objetivo buscado es el conocimiento de sí mismo, la evaluación de su propio juicio, la profundización de sus inclinaciones: "Últimamente que me retiré a mi casa, librándome en la medida de lo posible de mezclarme en otra cosa que no sea pasar en reposo y apartado lo poco que me queda de vida: me parece que no puedo hacerle mayor favor a mi espíritu que el de dejarlo ocioso, para que se mantenga por sí mismo y que se detenga y se asiente en sí" (I, 8). Más allá de ese proyecto sin precedentes, que nos desvela los gustos y opiniones de un gentilhombre perigordino del Siglo XVI, así como sus costumbres y manías más secretas, el genio de Montaigne consiste en iluminar la dimensión universal de ese autorretrato: en la medida en la que "todo hombre lleva la forma entera de la condición humana", la puesta en marcha del precepto socrático "Conócete a ti mismo" desemboca en una vertiginosa exploración de los enigmas de nuestra condición, en su miseria, su vanidad, su inconstancia, pero también en su dignidad.
Humanista
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