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De Ayacucho al mundo: el sueño de los Añaños

cvega00715 de Septiembre de 2014

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De Ayacucho al mundo: el sueño de los Añaños

Al hablar de esta familia se cree que se trata de un solo grupo empresarial, pero en realidad son dos que nacieron embotellando Kola Real.

PUBLICADO: 2012-03-24

Huamanga, Huancayo; Sullana, Bagua, Lima; Venezuela, México, Brasil; Tailandia, Indonesia, Vietnam, la India. ¿Siguientes paradas? China, Malasia, Filipinas. Por primera vez, los hermanos Añaños del Grupo Aje abren sus puertas para contar cómo lo hicieron y cómo llegarán a estar entre las principales veinte transnacionales del mundo.

Por David Rivera

Gonzalo Begazo debe ser el único peruano que ha pasado por tres de las más importantes empresas de tecnología del mundo: IBM, Microsoft y Google. ¿Por qué dejó de ser director de finanzas de Google para asumir la vicepresidencia corporativa del Grupo Aje?

De chico, estudió en La Oroya, donde su padre era director de Contabilidad de la estatal Centromin Perú. Desde que estuvo por terminar el colegio, sabía que quería ingresar a la Universidad del Pacífico. Lo hizo, pasó por la auditora Arthur Andersen, saltó a Telefónica y de allí se lo jalaron a IBM, al área de Control de Procesos para la región andina. Lo siguiente fue hacer la maestría en la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Pensó que se dedicaría a la banca de inversión, pero, cosas de la vida, la primera operación que tuvo que estructurar en el banco donde retomó su actividad laboral fue de una empresa tecnológica, poco antes de que estallara la burbuja en el 2001. Desde niño, le atraían la tecnología y las innovaciones. Por eso, cuando llegó la oferta para trabajar en Microsoft, fue como cumplir varios sueños a la vez.

Cuando comenzó a ascender en Microsoft, su esposa Belén le preguntaba cuánto tiempo más vivirían en Estados Unidos. La intención era volver al Perú, pero a medida que aparecían nuevas y mejores oportunidades, más difícil era hacerlo. Entonces le propusieron la dirección de finanzas de Google, cargo que compartiría con siete directores globales más. Aceptó, pero también supo que tras un tiempo sería hora de volver. Era el 2008 cuando lo decidió.

¿Qué podía atraerlo profesionalmente en el Perú? Hizo circular su currículo entre unos pocos conocidos. Llegó el 2010 sin noticias. De pronto, una exposición en su alma máter le permitió contactarse con uno de los principales grupos económicos tradicionales del país. Lo llamaron y comenzaron las entrevistas: con el gerente de recursos humanos, con el gerente tal y otros más, hasta llegar a los jerarcas. Todo se perfilaba, aunque había algo que no lo terminaba de convencer.

Entonces, repentinamente, llegó la llamada de los hermanos Ángel y Carlos Añaños. Lo convocaron directamente un viernes, se reunieron durante cuatro horas y, cuando terminaron, Gonzalo, que pensaba que sería él quien escogería el lugar donde quería trabajar, llamó a su esposa y le dijo: “Ojalá me contraten”.

DE AYACUCHO AL MUNDO

Es extendida la idea de que los Añaños se iniciaron en el negocio de las bebidas gaseosas con la famosa Kola Real en Ayacucho, aunque en realidad la primera planta de lo que hoy es el Grupo Aje se instaló en Huancayo. Y es que al hablar de Añaños, normalmente se hace mención a un solo grupo empresarial, cuando, en realidad, si bien se trata de una sola familia, involucra a dos grupos empresariales que nacieron embotellando Kola Real.

La historia de los dos grupos Añaños es común y empieza en la hacienda Patibamba, en San Miguel, Ayacucho. Hacia 1970, don Nivardo Añaños, propietario de la hacienda, decidió parcelarla para mitigar los efectos de la Reforma Agraria y asegurar algunas tierras para sus hijos, entre los que se encontraba Eduardo. Con el apoyo de su esposa Mirtha Jerí, quien era maestra, Eduardo optó por dedicarse a la agricultura para mantener a su numerosa familia. Jorge, el mayor de sus seis hijos, era un adolescente de 14 años por aquel entonces, mientras que Carlos, el menor, apenas superaba los 2 años. Además de ellos, componían su familia sus hijos Ángel, Álvaro, Arturo y Vicky. La vida de los Añaños Jerí durante los siguientes diez años transcurriría entre la casa que tenían en Huamanga y la parcela de San Miguel. Y posiblemente ello no habría cambiado si el terrorismo no hubiera llegado a sus vidas.

En 1982, tras un ataque terrorista a San Miguel, se vieron en la necesidad de abandonar Ayacucho y resguardarse en Lima (en Maranga) con el apoyo de sus familiares. Jorge, con 26 años a cuestas, tenía ya una vida independiente y fue el único que se quedó en Ayacucho, pues tenía un negocio de distribución de cerveza vinculado a Pilsen.

La cercanía de Jorge al sector de las bebidas le permitió percatarse hacia 1986 del potencial del negocio gaseosero. Los camiones de Coca Cola, Inca Kola y Pepsi no llegaban a Huamanga por los asaltos que sufrían, y, por tanto, existía desabastecimiento del producto. Durante dos años, habló del tema con su padre, hasta que lo convenció.

Hipotecaron la casa de Huamanga al Banco Industrial y, con los ahorros que tenían más la venta de un tractor, adquirieron su primera máquina de producción. Atahualpa, como la bautizaron, apenas permitía producir 48 cajas al día. Jorge, quien había estudiado agronomía, fue el encargado de desarrollar la fórmula de la primera bebida: la Kola Real sabor a naranja. Para satisfacer todos los gustos, se fueron añadiendo sabores, incluido el de cola. Y para garantizar las ventas, se establecieron precios equivalentes a casi la mitad de los que tenía la escasa competencia. El ahorro para conseguir esos precios no solo provenía de un manejo de costos muy austero, sino incluso de la eliminación de algunos, como el del envase. Entre cada compra de producto que hacía para su negocio de distribución de cerveza, Jorge utilizaba los envases vacíos para embotellar sus gaseosas.

Abrir una embotelladora por aquel entonces no era tan excéntrico como se cree hoy en día. Era muy común fuera de Lima. Según las estadísticas de la época, existían alrededor de 420 empresas dedicadas a este negocio, incluyendo aguas y jugos. Incluso Coca Cola e Inca Kola se embotellaban en pequeñas empresas locales que tenían independencia para producir sus propios productos pero que preferían con el tiempo centrarse en las marcas tradicionales y dejar las suyas de lado. Coca Cola tenía una red de 14 embotelladores, mientras Inca Kola tenía 13 y Pepsi contaba con 3. Los mercados se los repartían por zonas geográficas y no era poco común que se enfrentaran entre ellas por límites. En general, las tres marcas grandes buscaban a los embotelladores regionales de mayor éxito para que los representaran en las zonas a donde buscaban ingresar, con lo cual no solo ganaban mercado sino que eliminaban a un potencial rival futuro.

Ya en 1991, tras cuatro años de crisis económica severa, era evidente el éxito de Jorge en Ayacucho. Por eso, sus otros cinco hermanos, que lo habían apoyado a él y a su padre en la aventura, quisieron replicar la experiencia en otro departamento del país. Se juntaron los cinco menores y decidieron montar una planta por su cuenta en Andahuaylas.

“Ambas ciudades eran muy parecidas, y era evidente que se podía repetir el éxito”, recuerda Carlos, el menor de los Añaños. Al hablar con su hermano mayor y su padre, se pusieron de acuerdo; total, “somos familia y hay espacio para todos”, les diría su padre, quien siempre los motivó a unirse. Eso sí, don Eduardo fue claro: “Ustedes no pueden pensar en pequeño, tienen que ver más allá. Andahuaylas no es el lugar al que deberían ir”. Un comentario que los obligó a sentarse y realizar lo que hoy denominan su primer planeamiento estratégico como grupo empresarial. “Luego de evaluar las fortalezas y debilidades de nuestro producto, y de ver el potencial de algunas ciudades, los cinco nos inclinamos por Huancayo”, comenta Carlos. Y fue allí donde en realidad nació la primera fábrica del hoy Grupo Aje.

Mientras que Jorge se centró en abastecer al sur del país, sus hermanos menores, liderados por Ángel, el mayor entre los cinco, miraron al norte. Si bien ambos grupos usaban la misma marca y compartían fórmulas y estrategias (como la de usar envases de cerveza), los suyos eran negocios separados. De Huancayo, los menores se fueron a Bagua, en donde abrieron su segunda planta, mientras que Jorge se fue a Andahuaylas. Entre ambos querían conquistar todo el Perú. Ya en Bagua, los menores se dieron cuenta de que era hora de entrar a la costa. El calor del norte era ideal para vender gaseosas, y en un solo año montaron la planta de Sullana, aprovechando que gozarían de las exoneraciones tributarias de zona de frontera.

Para suerte de los Añaños, Coca Cola decidió unificar su red de embotelladores por esa época, y el de Lima adquirió a todos sus pares y vendió plantas que no necesitaba, entre ellas la de Sullana. La experiencia en Bagua y Sullana le permitió al grupo descubrir algo que aún no estaba en sus planes: en el extranjero también había espacio para Kola Real. La ciudad de Machala, en Ecuador, mostró una gran aceptación por el producto. Pero ¿cómo pensar en el exterior si aún no habían llegado a Lima?

En el norte, encontraron algo más: la Universidad de Piura, lugar donde recibirían asesoría y encontrarían “defensores” de su modelo de negocio, que en su momento fue duramente cuestionado por sus rivales.

Si bien la falta de capital de trabajo había sido un problema que manejaban relativamente bien hasta ese momento, su ingreso a la capital se dio en un contexto en el cual las cerveceras locales crearon su gremio y, entre sus primeras decisiones, prohibieron a los

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