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licespana31 de Julio de 2013
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Journal libro
Brandwashed
“El lavado de cerebro de las marcas”
Martin Lindstrom 2011
Como el mismo autor lo advierte en un inicio, el libro no está diseñado para dejar de comprar cosas, ya que es imposible; y lo es gracias a una serie de estrategias, artilugios y manipulaciones que los especialistas en marketing han desarrollado a través de los años.
Si bien empecé a leer el libro de manera divertida, y de vez en cuando asaltó mi mente frases como “!qué crédulos! ¿Cómo pueden caer en eso?” o “ eso es ser consumista….” Debo confesar que hubo ejemplos que calaron lo más profundo de mi conciencia y me obligaron a hacer una introspección de mis hábitos de consumo e incluso rompieron un par de paradigmas que tenía arraigados en mi cabeza.
El análisis de la manipulación al consumidor, sobre todo a temprana edad, me hizo cuestionarme si mis gustos, opiniones y decisiones realmente son mías e incluso tuve, por momentos, un desagradable sinsabor de lo que la nostalgia de mi niñez representa; un gran comercial. Y no es que siempre haya creído que Chabelo era un señor que amaba hacer reir a los niños, sería muy ingenuo, más bien toda esta máquina de marcas se ha metido tan dentro de nosotros, que resulta muy complicado desarraigar las cosas con las que las relacionamos.
Hoy en día con tanta información y opciones, las marcas representan una buena parte de quién somos o quién queremos parecer, e incluso cuando somos detractores de las tendencias, en automático estamos empezando a pertenecer a otra. Este caso en particular lo observamos con los hipsters, quienes en su búsqueda de individualidad se han uniformado y estereotipado, y varias marcas, hábilmente, han sabido sacarle partido a esta situación.
Y es el mismo miedo a ser común el que tienen los hipsters, como es el miedo de algunos a los gérmenes, a las enfermedades, a envejecer o simplemente a estar fuera de la norma; porque el autor en numerosas ocasiones nos recuerda que el ser humano es un ser social, que busca la aceptación del resto del grupo y sigue patrones de conducta de las personas que consciente o inconscientemente admira y respeta.
Evidentemente al leer este tipo de información es inevitable pensar en los límites éticos que la mercadotecnia y sus alcances deben tener. Sin embargo también creo que como consumidores tenemos la obligación de tomar un rol más activo y demandar mejores
productos; privarnos de la comodidad de que una pauta publicitaria, un vocero atractivo o una campaña de terror nos indiquen qué consumir.
Cada uno de los ejemplos que enumera el libro son sumamente interesantes, sin embargo conforme la lectura avanza cada vez me sorprendí menos, porque cada uno nos relataba como personas con una gran capacidad de análisis han logrado capturar los anhelos de las personas y los han volcado sobre un producto o una marca; ésta en realidad representa una promesa y como tal perdemos en cuenta el valor real y beneficiamos el valor percibido; por que ¿cuánto vale la salud o la belleza? Sobre todo cuando está avalada por una cara familiar o una organización de renombre.
Y la cuestión es que la mercadotecnia está latente en nuestra vida cotidiana, ya que no podemos dejar de lado que cada una de las personas que hoy compiten por una vacante aplican estrategias de autopromoción para poderse vender. Tal como cualquier producto, nos describimos con los mejores atributos, magnificando las cualidades y minimizando cualquier defecto; hacemos que alguien más nos avale (como una universidad de renombre) y nos presentamos con las mejores ropas, como envolturas atractivas.
Seguramente todos hemos caído en alguna o en varias trampas de estos lavados de cerebro, en lo personal hasta hace unos días usaba el bálsamo labial Carmex, sin embargo me sentí decepcionada al saber que era un producto más dañino
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