Ser psicólogo en un mundo globalizado.
Teresa TejedaEnsayo28 de Febrero de 2017
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EL SER PSICÓLOGO EN UN MUNDO GLOBALIZADO
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Presenta: Teresa Tejeda Camacho
Es sabido que muchos psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, escritores e investigadores de distintos campos, han dicho mucho acerca de la identidad nacional desde los inicios del siglo pasado; la psicología en México parece haberse convertido durante décadas en el estudio y comprensión del mexicano y de lo mexicano. Samuel Ramos, Ezequiel Chávez, Octavio Paz, Santiago Ramírez, Emilio Uranga, José Revueltas, Rogelio Díaz-Guerrero y muchos más, realizaron estudios, muy a su manera, para identificar aquellos rasgos que caracterizan al pueblo mexicano. Esto fue posible en virtud de la urgencia por conocer la realidad que permeaba hace ya más de 30 años en el pueblo mexicano; sin embargo, los tiempos modernos (¿o debo decir postmodernos?), exigen una nueva comprensión de la naturaleza humana y sus problemas, retos y dificultades , sólo que ahora mucho más allá de las fronteras de este país. Toca entonces a los investigadores, profesionales de distintas disciplinas, escritores y a todos aquellos interesados en el desarrollo de las sociedades modernas, dirigir su atención hacia el panorama de acontecimientos que se viven y lo que éstos entrañan. Los psicólogos no pueden ser ajenos a esta realidad, un mayor conocimiento de los requerimientos de la sociedad del siglo XXI dará a sus intervenciones el peso necesario y la dirección correcta, sabiendo que incluso los problemas individuales y sociales, son el resultado de influencias provenientes de un mundo globalizado.
Este ensayo pretende dar paso a la reflexión, al mismo tiempo que emite un punto de vista respecto a lo que diferentes autores exponen acerca del proceso de globalización que se vive en el planeta y del que sólo algunas sociedades, las más alejadas de todo trazo “civilizatorio”, parecen escapar. A partir de este ejercicio del pensamiento reflexivo se intentarán proponer algunos cursos de acción para la práctica profesional, comprometida y eficiente de la psicología en México.
Hablar de globalización implica necesariamente enfrentarse a un constructo que describe un sistema económico que la hace posible; “desde el principio, el capitalismo se revela como un modo de producción internacional. Luego se revela como un proceso de amplias proporciones, rebasando fronteras geográficas, históricas, culturales y sociales…” (Ianni, 2009: 111). Puede pensarse que hubo un tiempo en que el mundo y cada sociedad constituyente eran ajenos, sin embargo, la historia deja entrever cómo distintos países europeos como Holanda, Inglaterra, Alemania; asiáticos como Japón y en América, Estados Unidos, se constituyeron como los principales centros de la actividad y dominación del mundo desde el siglo XVI, rebasando cualquier tipo de fronteras (Ianni, 2009: 111). Esto se torna importante porque el capitalismo es un proceso que al mismo tiempo es “social, económico, político y cultural”, capaz de influir en cualquier forma “de organización del trabajo y vida social con que entra en contacto” (Ianni, 2009: 111). Esta realidad que describe Ianni, permea en la sociedad desde hace varios siglos, sin embargo, en las últimas décadas ha cobrado mayor importancia debido a la influencia de los medios de comunicación y las tecnologías de la información, que la conectan con el resto de las sociedades del mundo de forma simultánea. “En el curso de la historia de la globalización del capitalismo, mucho de lo que se encuentra por el camino, se altera, tensiona, modifica, anula, mutila, recrea o transfigura” ((Ianni, 2009: 111), razón por la cual se torna absolutamente necesario comprender el impacto que esto tiene en los procesos cognitivos y conductuales de los individuos, es decir, dentro de muchas cosas, su manera de percibir e interpretar el mundo y vivir en él.
No cabe la menor duda de que el comportamiento del ser humano está definido y moldeado por la intervención del entorno social a través de los procesos de interacción e influencia, se aprende a ser y actuar en el contacto con los demás, esto va dando un toque muy particular que identifica a las distintas sociedades. Las instituciones son los principales espacios, concretos y abstractos, de la reproducción de modelos que van dando esa identidad nacional y establece al mismo tiempo las grandes diferencias entre los pueblos. El capital hace lo mismo. Como menciona Ianni (2009), “La dinámica de la reproducción ampliada del capital, con su concentración y centralización, produce y reproduce el desarrollo desigual y combinado, de modo nacional, regional y mundial” (p. 117); esto parece explicar por qué las naciones de la región latinoamericana son tan similares en muchos aspectos, incluso en problemáticas. Así pues, “la dinámica de este modo de producción crea y recrea, continúa y reitera, las formas productivas y las relaciones de producción, tanto por el desarrollo extensivo como por el intensivo”. Por tanto, si se entiende que por la influencia de los factores que encierra el capitalismo las sociedades devienen con las características particulares que las identifican, entonces debe pensarse en un modo de ver más allá del individuo mismo, debe verse a éste como un elemento del sistema social que lo envuelve y a este sistema debe vérsele como un elemento de un sistema global. Hacerlo de este modo, ayudará a reducir e incluso eliminar, la ceguera que caracteriza al profesional de la psicología cuando solamente centra su atención en el síntoma y no en el problema.
La sociedad global presenta características muy particulares, entre ellas están las relativas a las necesidades, que en muchos de los casos se trata más bien de pseudonecesidades. Sin embargo, no es posible desatender aquellas que son producto de este proceso globalizante, debe tomarse en cuenta que estas circunstancias han transformado el modo de vivir en el mundo; “las naciones y nacionalidades, así como individuos y colectividades, se vuelven más interdependientes que nunca. Las cosas, las gentes, las ideas se desterritorializan, a pesar de parecer arraigadas” (Ianni, 2009:122). Esto sugiere que cada vez se requiere más la presencia del otro o de los otros para el logro de los objetivos propios. Así como una sociedad-nación parece no poder sobrevivir aislada de las demás, los individuos tampoco parecen poder hacerlo. Tan pronto algo aparece, se dispersa por todos los continentes, sea una noticia, una idea, un saber, etc., es como que no existiera mientras no se da a conocer, pero en tanto se difunde, el origen de la misma parece perderse. Como explica Ianni (2009), “en la misma medida en que se amplían los mercados, se agilizan las fuerzas productivas, concretadas en la nueva división internacional del trabajo, en la fábrica y en el shopping center globales” (p.122). Es necesario considerar que esto que ocurre a nivel social puede estarse presentando a nivel individual; vale la pena entonces reflexionar acerca de ello. Los individuos se perciben sin personalidad propia. Lo que parecía ser propio de una comunidad ahora es posible encontrarlo en otras. Aquello que permitía reconocer a un grupo social ahora se confunde. Todo parece rebasar las fronteras. Ante este panorama, debe prepararse un nuevo campo para la psicología, donde pueda comprenderse este ser humano con patria, pero sin identidad. Con nacionalidad, pero sin arraigo. Deseoso de responder a las exigencias del mundo actual, pero contando en muchos casos, con las pobres herramientas del pasado.
La interdependencia generada entre las sociedades y los individuos ha sido posible gracias a los avances de la ciencia y la técnica. Los productos intelectuales y materiales de un país tienden a convertirse en propiedad común de todos. “La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan cada día más dificultosos; de las numerosas literaturas nacionales y locales, se forma una literatura universal” (Ianni, 2009:133). Cuanto más se multiplican los medios de comunicación y las posibilidades de movilizarse de un territorio a otro de las ideas, las personas, las cosas, las costumbres, etc. de una región, los espacios regionales, nacionales y mundiales, dan paso a nuevos horizontes para los individuos y los grupos sociales. “Paralelamente al surgimiento de formas sociales innovadoras, liberadoras o hasta deslumbrantes, se desarrollan también las que limitan, inhiben o propiamente enajenan” (Ianni, 2009:132). Esta importante idea de Ianni, debe servir de detonante para extraer al ser humano del siglo XXI de la caja donde nuestra visión lo ha colocado. Muchas veces se habla del mexicano o del latinoamericano como un ser sumergido en la comodidad de su atraso social y su pobreza, olvidando que esta condición no es provocada directamente por él, sino que es el resultado de esa tendencia natural del capitalismo globalizante que beneficia a algunos y empobrece a la mayoría. Se piensa en las naciones como Estados Unidos y Canadá, en América, como los países ricos, modelo de vida y se provocan oleadas de inmigrantes que acuden a ellos a realizar sus sueños que en sus propios países nunca podrán alcanzar. Se ensalza el poderío y tenacidad de los pueblos europeos y los alcances que tales virtudes les han permitido alcanzar y se pierde de vista que en África existe tal poderío y tenacidad, sólo que están presentes otros factores que no permiten estar a la par que esos países. Pero como esto no es por todos sabido, estas naciones reafirman su posición de países pobres, en subdesarrollo, de países del tercer mundo. Todo psicólogo comprometido socialmente debe considerar que los rasgos caracterológicos de un pueblo, si es que existen, son reforzados por causas de fuerza mayor a la simple voluntad del mismo y a partir de ello, obtener los elementos necesarios para intervenir concienzudamente en la necesidad del cambio actitudinal, particularmente de los pueblos sumidos en el rezago social, económico y político.
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