Bustamante
sabrinitaw20 de Octubre de 2012
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María Malusardi
Griselda Gambaro: “La historia del marinero Agostino fue el génesis de mi novela y admite una dosis de ficción.”
Toda historia de inmigrantes atesora en su sepia el mar, el enorme barco embarullado de voces y de idiomas, la carta tardía, la noticia triste, el puerto, la tierra prometida, el conventillo, el malvón, el extravío, el tango... Marcas indelebles, imponderables elementos que desfilan en El mar que nos trajo, la novela de reciente aparición de Griselda Gambaro. Y es, sencillamente, una historia entre tantas sobre inmigrantes que conforman el entramado de cada familia argentina. “Con esta novela gané muchos lectores –se sorprende la autora–. Y creo que una de las causas es la identificación fácil que se produce con el tema y con los personajes, ¿no? La gente que lee el libro se ve estimulada a contarme sus historias familiares y sí, son todas para ser escritas, porque yo creo que el mundo está para ser escrito.”
En una sobremesa familiar, mezclada a los ruidos de cubiertos contra platos, tuvo su origen el relato de Agostino, el personaje eje de la narración de Gambaro. “Era un tema pendiente. Si de chica te cuentan una historia que te gustó mucho y por el azar de la vida te tocó ser escritora –revela–, esa historia hay que contarla. Pero van surgiendo otros temas que te importan más y se posterga. Aunque creo que eso le vino bien a la historia misma. El paso del tiempo personal mío, porque en cierta manera fue madurando hasta que sentí que ése era el momento, y salió.”
El marinero Agostino dejó provisoriamente a Adele, su joven esposa, en un pueblito de Italia, y llegó a la Argentina. Pero resulta que aquí armó una nueva familia. Más tarde, a la fuerza, debió regresar a su tierra abandonando a la mujer y a la hija que había gestado en el puerto de La Boca. Dice Gambaro que este relato “lo escuché yo contado en la mesa, así, en crudo.” Pero luego, a partir de esos datos, como cualquier escritor, armó a conveniencia y piacere su propia novela. “Hay mucha ficción, algunos personajes y comportamientos están hechos basándome en pequeños detalles que me contaron, pero en cada situación elegí mi propio modo. Además, tampoco puedo trabajar con exceso de datos”, confiesa.
En la literatura argentina
Es natural que un escritor trabaje con un margen de inconsciencia, por eso Gambaro se sorprende ante la pregunta: ¿por qué una historia de inmigrantes? “Si a mí me hubieran dicho estás escribiendo una historia de inmigrantes, para nada hubiera supuesto eso; no era mi intención, pensaba contar una historia personal, nada más.”
Y es cierto, la literatura lejos de ser la planificación de un edificio a construir es, en realidad, el edificio mismo, lo ya construido pero desde el impulso más genuino, desde los arrebatos íntimos del hombre combinados a los remolinos tremebundos con los que nos marea, nos envuelve, nos mezcla la historia.
Mempo Giardinelli, que ganó el premio Rómulo Gallegos en el ‘93 con Santo oficio de la memoria (1991), novela que empezó a gestar a mediados de los ’80, confiesa que “no tenía idea de que acaso estaba abriendo una renovación escritural en la literatura argentina. Y cuando gané el Premio Rómulo Gallegos, mi discurso de aceptación lo dediqué precisamente a reflexionar sobre lo que entonces todavía era un atisbo. Luego supe que otros autores hacían lo mismo (Nicolás Casullo con El frutero de los ojos celestes; luego Rubén Tizziani con Mar de olvido y María Angélica Scotti, etc.) Hoy, me gusta pensar que sin habérnoslo propuesto y descoordinadamente, entre varios inauguramos una tendencia necesaria y oportuna, ¿no?”.
Así parece: Antonio Dal Masetto irrumpió con Oscuramente fuerte es la vida (1990) y Héctor Tizón con Luz de crueles provincias (1995) –sólo por citar dos escritores de
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