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CARTAS A UNA JOVEN PSICOLOGA


Enviado por   •  16 de Febrero de 2015  •  2.701 Palabras (11 Páginas)  •  286 Visitas

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Carta I

La flor que afecta una estrella

Querida Maty:

Me entusiasma que quieras estudiar psicología —después de la literatura, es mi disciplina predilecta—, aunque debo prevenirte contra posibles frustraciones. Y es que, mira: a más de dos mil años de la muerte de Sócrates y su famoso consejo: “conócete a ti mismo”, todavía no sabemos bien a bien qué estudia la psicología.

Nuestra mente tiene aún vastas regiones sin mapas que las identifiquen. En relación con la fauna que ahí habita no somos zoólogos profesionales, qué va, sino meros aficionados y coleccionistas de ejemplares curiosos. ¿Qué le vamos a hacer, Maty? Los psicólogos están más cerca del osado boy-scout que del científico riguroso, que todo lo quiere comprobado en laboratorio para darle validez. Buenas razones hay para que así sea.

Si, decíamos, no existe en la topografía humana paisaje menos explorado que el de la mente, entonces casi todo lo referente a ella está por decirse; mejor dicho, por pensarse y discutirse. Y es lo que hacemos, discutir cada vez que sacamos a colación el tema, sentirnos todos psicólogos con derecho a opinar. Si un médico habla sobre el corazón y la circulación de la sangre, lo oímos con modestia y

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Ignacio Solares

curiosidad. Pero si un psicólogo lo hace sobre la sexualidad infantil, no falta el que tuerce la boca y lo interrumpe.

O sea, primer consejo: no andes diciendo por ahí que vas a estudiar psicología: por tu edad y sensibilidad, van a suponer que la que tiene flojo un tornillo eres tú. Segundo consejo: si lees algo sobre psicología, guárdatelo y no lo comentes entre familiares y allegados. Te podrían frustrar —y es lo más peligroso que puede sucederte— los comentarios que provocarías. Mucho menos interpretes el sueño de una amiga: tienes altas probabilidades de ofenderla.

Toma tu distancia: como el astrónomo hace con el sol, es la mejor manera de conocer a la gente.

Y es que, hay que reconocerlo, las definiciones y los rumbos de la psicología son de lo más disímiles y casi nadie se pone de acuerdo en nada.

Que si es el estudio del alma (Aristóteles).

¿Pero cuál alma?, se preguntan los conductistas. ¿Quién la ha visto? (¿Tú has visto el alma de alguien, Maty?) Bien mirado al actuar, el hombre es puros aspavientos, reacciones a estímulos exteriores, reflejos condicionados, se mueve —o saliva— como el hambriento perro de Pavlov cuando le sonaban la campanita antes de llevarle unas ricas croquetas; si queremos curar al hombre hay que descondicionarlo, cambiarle los aspavientos y el sonar de ciertas campanitas peligrosas, punto.

¿O, por el contrario, será que nuestra mente es una especie de gran mar, con apenas unos cuantos islotes y palmos de agua apacible iluminados por el sol —región llamada conciencia— y vastas, turbulentas y oscuras profundidades pobladas por amenazantes monstruos marinos que se la pasan

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Cartas a una joven psicóloga

queriendo subir a la superficie —región llamada inconsciente? (Freud).

Aunque, fíjate, hay quienes niegan la existencia de ese inconsciente (todo el mar, el de la superficie y el de las profundidades, es uno y el mismo) y lo traducen en pura “mala fe” ante nosotros mismos. Como dice el refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”: un negarnos permanentemente a darnos cuenta de lo que en verdad queremos porque no conviene para nuestros fines últimos y para la imagen que pretendemos de nosotros mismos, bola de hipócritas (el psicoanálisis existencial).

Pero, piénsalo, tal vez lo que predomina en nuestras motivaciones es el instinto de poder (de Poder), de dominio de los demás —“ahora yo me los friego para que se les quite”—, de una implacable y continua conquista afectiva y territorial, de autoafirmación en todo y con todos —“mi mujer es mía, mis hijos son míos, mi casa es mía, mi negocio es mío”—, que en realidad tan sólo compensa —oh frustración darse cuenta— un escondido complejo de inferioridad (Adler).

¿O no será de veras que el medio social y político en el que nacemos y crecemos marca con una huella indeleble nuestras acciones y nuestros sueños, nuestras represiones y libertades? Por ejemplo, ya supondrás que no son los mismos los problemas psicológicos que vivieron los jóvenes españoles durante el franquismo, bajo el imperio de la Iglesia Católica, que ahora con el destape y las constantes tentaciones de la pornografía y de la droga. Medio social que, al fin de cuentas, determina nuestras tendencias hacia la vida y hacia la muerte, hacia la salud o hacia la neurosis (Fromm).

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Ignacio Solares

¿O deberemos apuntar más alto y encontrar la clave del hombre y sus triunfos y caídas en el llamado inconsciente colectivo, una especie de gran sueño universal —divino— del que todos participamos? (Jung).

Todo esto además de que entre los psicólogos, los psicoanalistas y los psiquiatras —ramas del mismo árbol— siempre andan a la greña, hazte a la idea. Recientemente, el director del hospital psiquiátrico más importante de la ciudad de México me decía que buena parte de su clientela procedía de la terapia psicoanalítica, de la que casi nadie sale indemne. Con un mohín de burla, me recordaba aquella crítica tan acerba que se le hacía al psicoanálisis desde sus inicios: que es la enfermedad que pretende curarse a sí misma. Por su parte, ya lo has de saber, los psiquiatras quieren curar todo con ansiolíticos y electroshocks, lo que tampoco es solución.

Uf, qué lío, ¿no te parece? Pero espera, Maty, no te desanimes, verás que, a pesar de su falta de definición y rumbo, es muy divertido estudiar psicología y, sobre todo, ponerla en práctica. Ser los otros mentalmente. Es la estrategia del padre Brown, de Chesterton, un detective que resolvía sus casos volviéndose el asesino al que perseguía.

—Vea usted —dijo el padre Brown al inspector Chace—, fui yo quien mató a todas esas personas.

—¡Cómo! —gritó el inspector poniéndose de pie de un brinco.

—Yo mismo había planeado cada uno de los asesinatos cuidadosamente —prosiguió el padre Brown—. Me había imaginado con todos los detaCartas

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Cartas

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