COMPLEMENTACIÓN – PSICOANÁLISIS En la periferia de la nueva Psicología
LeslievrBSíntesis11 de Julio de 2017
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TEORÍAS Y SISTEMAS II 01 de julio del 2017
COMPLEMENTACIÓN – PSICOANÁLISIS
En la periferia de la nueva Psicología
No es sencillo hablar sobre las relaciones entre el saber psicoanalítico y el saber psicológico entendido al modo académico que, aún coexistiendo prácticamente desde que la psicología comenzó su autodefinición como disciplina, siempre han mantenido un desacuerdo básico sobre qué es esa cosa llamada ciencia. Un desacuerdo que, conforme la psicología académica fue definiendo ámbitos de intervención, en el área clínica especialmente, fue agriándose, hasta acabar en un franco divorcio, toda vez que fracasaron los intentos de mediación, en este caso la asimilación de la segunda por parte de la primera. Pese a ocasionales aproximaciones “el movimiento psicoanalítico se ha desarrollado en general en un curso paralelo, salpicado de más polémicas que de aproximaciones respetuosas mutuas, a la Psicología académica, a la Psicología clínica psicométrica y la Psiquiatría” (Caparrós, 1984, 364). No debe extrañar que la narración de la construcción del saber psicoanalítico se pueda hacer con la total ausencia del nombre de Wundt, el fundador de la académica ciencia experimental psicológica. De hecho, se han podido escribir libros como el clásico de Ernst Jones (1953) o el más reciente de Sulloway (1981), sin que haya que mencionar a Wundt en el índice onomástico. Se le relaciona con la Escuela de Helmholtz, pero no con la del experimentalista de Leipzig (Bernfeld, 1949). Esto no es irrelevante ni adjetivo. Apunta al hecho de que la construcción freudiana resulta independiente de la tradición inicial de lapsicología científica, prestando atención a otras fuentes. La comunidad psicológica académica compartió, al menos en sus inicios, una general preocupación por defender una metodología (científica), lo que la llevó a recelar del método clínico, propio del Psicoanálisis y de las concepciones molares acerca de la conducta humana. La comunidad psicoanalí- tica, prácticamente durante toda su existencia desgarrada por los enfrentamientos, desconfió siempre de la psicología académica por su experimentalismo y su fe en los promedios, que la predisponía a centrar su atención en la superficie observable (cuantificable y manipulable) de la acción humana (o animal), renunciando a comprender la evidente complejidad del psiquismo. Comentamos ya, el tenso debate de carácter onto-epistemológico que los nuevos psicólogos mantuvieron, a mediados del siglo XIX, sobre el/los modelo/s de ciencia, o, lo que es lo mismo, sobre las bases metodológicas del conocimiento científico. El modelo nomotético de la ciencia natural, inspirado en la física newtoniana, con su carácter legaliforme y explicativo, que empleaba el método experimental y la cuantificación, se contrapuso al de las ideográficas ciencias humanas o del espíritu, que describían acontecimientos singulares, únicos, irrepetibles e irreductibles, adscritas al método historicista. Eran propuestas que se diferenciaban nítidamente por el objeto, el método y el tipo de explicación buscada. Para quienes defendían la validez científica de la hermenéutica, resultaba inaceptable un reduccionismo metodológico como el que defendían los epistemólogos positivistas de la ciencia. Lo que se había debatido era cuáles son las reglas epistemológicas que autorizan a los miembros de una comunidad de expertos a considerarse como científicos. La primera institucionalización disciplinar de la Psicología se produjo, en general, elevando el experimento a un lugar de excelencia epistémica, lo que propició el triunfo sociológico de la mentalidad positiva. Este triunfo situó más allá de los científicos límites de la Universidad, sacó a la periferia, otras prácticas científicas y tecnológicas, entre ellas el Psicoanálisis, como antes había hecho con la hipnosis o con las psicologías empíricas 222 Historia de la Psicología (fenomenología, psicología comprensiva,...). Se optaba por sacrificar todo aquello que, como los sueños, la fantasía o los motivos profundos del quehacer humano, casaba mal con el estricto imperativo del método científico con variables que controlar y cosas que medir. Wundt y los primeros psicólogos de la conciencia (estructura o función) “se centraron en el análisis introspectivo de la mente humana adulta y normal, intentando desarrollar una ciencia experimental que fuera más allá de las preguntas y teorías planteadas tradicionalmente por los filósofos. Los temas que definieron el campo de la Psicología fueron principalmente los de la sensación/percepción y los característicos de la Psicología cognitiva, aunque también se prestó una cierta atención a temas relacionados con la Psicología social, evolutiva y animal.” (Leahey, 1998, 261). Al menos históricamente fue a partir de la tradición así iniciada como la psicología académica se constituyó de forma irreversible, y obtuvo un reconocimiento propio y ajeno (véase Caparrós, 1984, 121-122). Una tradición que, muy pronto, fue capaz de desarrollar una psicotecnia, entendida como aplicación de los conocimientos psicológicos a la vida práctica (normal y patológica), siguiendo una dirección analítica y psicométrica, muy alejada de la dinámico-holista freudiana. El institucionalizador de la psiquiatría europea E. Kraepelin (véanse las nueve ediciones de su Psychiatrie, 1883-1927), doctorado con Wundt fue responsable del “primer escrito programático alemán de Psicología clínica” (Pongratz, 1973). El programa expuesto sigue el paradigma academicista, planteando que los psiquiatras abandonen las intuiciones personales (“ojo clínico”), y procedan, en cuestiones psicológicas, “mediante la medición y la observación”, con el “experimento psicológico” tal como se practica en los laboratorios. Kraepelin propondría una serie de instrumentos y procedimientos inspirados en la Psicología wundtiana (T. R., recuento de sílabas, mediciones ergográficas, etc.) para establecer unos diagnósticos psiquiátricos a partir de la exploración con aquéllos de una serie de aptitudes de los pacientes (capacidad de trabajo, fatiga, excitabilidad, profundidad del sueño, etc.). Este servicio exploratorio y diagnóstico del experimento psicológico a la psiquiatría, que por entonces se reconocía competente en el tratamiento de síntomas psicológicos de enfermedades mentales pronto sería propugnado por otros psiquiatras como Rieger, Ziehen, Oehrn, Storring, Ferrari, de Sanctis, Sommer, etc. Se pretendía aplicar los métodos psicofísicos y psicológicos (p.e. tests) en el área de la psicopatología a partir de la investigación experimental y psicométrico-diferencial practicada en el ámbito de la Psicología normal. Freud iría en una dirección diferente. Freud en vez de llevar a acabo experimentos, partió, como Ribot y otros, del método patológico. “El Psicoanálisis nació de una necesidad médica”, escribió Freud en el Prefacio a los Estudios psicoanalíticos de Thedore Reik (Londres, 1931). Y era cierto, a través de la solución de los problemas de sus pacientes (casos clínicos) crearía una teoría psicológica general. El saber psicoanalítico redefinió lo que tendría que ser la Psicología, incorporando a la misma el estudio de la personalidad, la motivación y la psicopatología, además de reforzar el interés por los aspectos sociales y por los relativos al desarrollo.
Principios que rigen el funcionamiento mental
Freud observó que ciertos principios dominaban la vida mental, la conducta y las experiencias humanas. Aunque están presentes desde el comienzo de su obra, hay que distinguir dos períodos en la formulación conceptual. El primero de ellos está dominado por la explicación del principio de placer-displacer (un desarrollo del principio de constancia, presente desde el comienzo de su obra), y también por el principio de realidad. El segundo período, a partir de 1920, se caracteriza por la introducción de la “compulsión a la repetición” que actúa como un principio más allá del principio del placer. Veamos estos principios. a. El principio de placer-displacer (conocido posteriormente como principio del placer y que domina los procesos inconscientes) señala que toda conducta se origina de un estado de excitación molesta, y tiende a reducir la excitación a fin de disminuir la molestia o displacer y, si se puede, producir placer. El principio del placer puede manifestarse en los sueños y las fantasías mediante las que pueden satisfacerse indirectamente deseos no consumados. Pero también en las neurosis: un neurótico se aleja de la realidad porque le resulta insoportable total o parcialmente: satisfacer sus deseos placenteros es una fuente de conflicto lo que se manifiesta en sus síntomas. b. El principio de realidad forma pareja con el del placer en la medida que trata de imponerse sobre éste para regular su actuación. Pretende acomodar la búsqueda de satisfacción placentera acomodándola a las condiciones del mundo exterior, esto es, a la realidad. Este principio facilita algunos logros evolutivos en el desarrollo del aparato mental. La progresiva instalación de este principio permitirá la aparición del sistema preconsciente-consciente, y facilitará que la energía pulsional esté al servicio del yo. En lo que se refiere al aparato mental, la progresiva sustitución del principio de placer (funcionamiento en proceso primario, a-lógico) por el principio de realidad, se manifiesta por el desarrollo de las funciones conscientes de adaptación a la realidad: la atención, la memoria, el juicio y la acción adecuada a la realidad (funcionamiento en proceso secundario, lógico). c. La compulsión a la repetición. Aunque al comienzo de su obra Freud había destacado la importancia de los procesos de repetición, el concepto de compulsión a la repetición sólo aparece claramente formulado en 1920. Apoyándose en los datos proporcionados por los pacientes con neurosis traumáticas u otras formas patológicas –pacientes que rememoraban reiteradamente 228 Historia de la Psicología hechos trágicos o desgraciados– concluyó que existían necesidades de satisfacción, en repeticiones, que trascendían el principio del placer y que se trataba de un automatismo o tendencia; de ahí el nombre de compulsión de repetición. Se repetían experiencias fuertes o particulares, cualesquiera que fueran los efectos, favorables o nocivos, de tal repetición. Esta repetición de hechos del pasado se produce sin recordar el prototipo y con la impresión vivida de que los hechos acontecen con motivación exclusiva en el presente negando, ignorando o desmintiendo el pasado.
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