Comentario Sobre Un párrafo De Foucault - El Nacimiento De La Clínica

Luego de releer varias veces el párrafo asignado, se me ocurrió pensar en una relación análoga entre lo que ocurre con un lector al acercarse, en distintos momentos de su vida, a la lectura de un mismo texto, cómo cambia la perspectiva que se tiene de éste, la interpretación de ciertas cuestiones, el provecho que podamos hacer de él, etc., en función del contexto situacional en el que nos encontremos al momento de la lectura; y el cambio del estatuto de la mirada en la historia de la clínica.

¿Qué habría en las palabras que nos permite recibirlas de forma distinta cada vez?Foucault entiende al comentario como un uso de la palabra que interroga al discurso sobre lo que éste dice y ha querido decir; se trata, al enunciar lo que ha sido dicho, de volver a decir lo que jamás ha sido pronunciado. Comentar es admitir por definición un exceso del significado sobre el significante, pero supone también que lo no-hablado duerme en la palabra, y que, por una superabundancia propia del significante, se puede interrogarlo al hacer hablar a un contenido que no estaba explícitamente significado.

Cuando el comentario se dirige a los textos, se apoya sobre el postulado de que la palabra es acto de “traducción” , de que tiene el peligroso privilegio de las imágenes de mostrar ocultando y de que puede ser indefinidamente sustituida por ella misma, en la serie abierta de repeticiones discursivas; es decir, se apoya en una interpretación psicológica del lenguaje que señala el estigma de su origen histórico.

Entonces, hablar sobre el pensamiento de otros, tratar de decir lo que ellos han dicho, es hacer un análisis del significado.

Ante esto, Foucault propone hacer un análisis estructural del significado, que escape a la fatalidad del comentario, dejando en su adecuación de origen significado y significante, para lo que será necesario entonces tratar los elementos semánticos, no como núcleos autónomos de significaciones múltiples, sino como segmentos funcionales que forman gradualmente sistemas.

Así, el sentido de una proposición no se definiría por el tesoro de intenciones que ésta contuviera, descubriéndola y reservándola a la vez, sino por la diferencia que la articula sobre los demás enunciados reales y posibles, que le son contemporáneos, o a los cuales se opone en la serie lineal del tiempo.

La medicina como ciencia clínica apareció bajo condiciones que definen, con su posibilidad histórica, el dominio de su experiencia y la estructura de su racionalidad. Se trata de un a priori concreto que permite que se funden ciertos discursos y no otros. Esto da la posibilidad de una percepción histórica y crítica.

A principio del siglo XIX, los médicos describieron lo que, durante siglos, había permanecido por debajo del umbral de lo visible y lo enunciable; pero, no es que ellos se pusieran de nuevo a percibir después de haber especulado durante mucho tiempo, o a escuchar a la razón más que a la imaginación, sino que la relación de lo visible con lo invisible, necesaria a todo saber concreto, cambió de estructura, e hizo aparecer bajo la mirada y en el lenguaje, lo que estaba más acá y más allá de su dominio.

La mirada médica adquiere, entonces, en la modernidad, un valor inédito: la mirada se superpone con el discurso, en realidad es una mirada que ya es lenguaje. La mirada pone luz sobre el objeto (el cuerpo en este caso) y permite conocer la verdad, construir un saber acerca la enfermedad a partir de eso que se observa. Se trata de hacer hablar a un contenido que no estaba explícitamente significado. La clínica aparece para la experiencia del médico como un nuevo perfil de lo perceptible y lo enunciable: una nueva distribución de los elementos del espacio corporal.

Podemos decir entonces, que así como en la clínica hay un a priori concreto como su posibilidad histórica, el

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