DE AUTOMARGINADOS Y DE IDENTIDADES CONFLICTIVAS
JazzRH17 de Enero de 2014
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DE AUTOMARGINADOS Y DE IDENTIDADES CONFLICTIVAS
[…] es innegable el reto que se nos presenta ante el reconocimiento del sinnúmero de cambios que ya no son solamente coyunturales sino que se convierten en cambios estructurales. V. g. las transformaciones del Estado benefactor, de la estructura laboral, la crisis del Sujeto; condiciones, que para el caso de las poblaciones caracterizadas por la exclusión o la discriminación negativa, resultan aún más problemáticas cuando se trata de plantear una propuesta educativa pertinente y contextualizada.
Este aspecto ha de ser analizado a la luz de las políticas que se han movilizado en el campo de la educación y la educación especial , pues es innegable que muchos de los discursos que incluso se movilizan en la actualidad siguen prisioneros de visiones propias de esa modernidad en crisis.
En esta dirección Riddell (1998: 104) destaca que “el movimiento de ladiscapacidad necesita teorías que tengan en cuenta los cambios que se producen dentro del capitalismo y las diferentes variables que manifiesta en su movimiento, al menos en occidente, hacia una forma postindustrial y más desorganizada. En un momento en que una parte cada vez mayor de la población del mundo desarrollado sufre el paro de larga duración, debemos ser capaces de explicar por qué y en qué sentido las experiencias de los discapacitados son diferentes de las de la población en general”.
Desde otra forma de ver esta coyuntura, Touraine (1998) –quien reconoce el aporte de las críticas postmodernas, pero las considera insuficientes para comprender y proyectar la crisis de la modernidad clásica–, introduce la noción de desmodernización, entendida como la ruptura de los vínculos que unen la libertad personal y la eficacia colectiva, la racionalización económica o técnica y el individualismo moral; la disociación entre los “universos de las técnicas y los mercados y el de las culturas, el de la razón instrumental y el de la memoria colectiva, el de los signos y el del sentido” (Pág. 33).
La desmodernización señala un proceso histórico, cultural, político, económico y social resultante de lo que la sociología clásica llamó “el desencantamiento del mundo”; proceso que aludía a la no viabilidad de la sociedad moderna, entendida como equilibración constante entre economía, cultura, libertad, democracia, razón teórica, razón práctica, individualismo y socialización. Eso que metafóricamente se podría llamar “la armonía moderna” y que establecía un equilibrio entre los desarrollos infraestructurales materiales —denominada desde la terminología filosófica y sociológica, la racionalidad instrumental— y el individualismo moral; entre las pertenencias sociales y las identidades individuales; dinámicas que se veían equilibradas a través del proceso de socialización, cuyo pilar más fuerte ha sido la educación.
Sin embargo, lo generado no es la armonización sino las rupturas que fragmentan la experiencia cultural, en medio de las cuales se produce una crisis de formación de la identidad personal. Para Touraine (1998), tanto el Yo como la personalidad se encuentran disgregadas en la medida de la desintegración de la propia sociedad. Si el principio de realidad no impone ya orden al desorden, ley a los deseos, si ya ni escuela ni familia ejercen su supuesta "autoridad estructurada", entonces el sujeto, desde un Yo 11 disgregado se relaciona a su vez con la fragmentación de la experiencia cultural, construyéndose en varios tiempos, varios espacios y siendo habitado por varios personajes. Como lo destaca este autor (Págs. 11-12) “nuestros sabios equilibrios entre la ley y la costumbre, la razón y la creencia, se derrumban como los estados nacionales, por un lado invadidos por la cultura de masas y por el otro fragmentados por el retorno de las comunidades”.
En la crisis de formación
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