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El Cuerpo Infantil

ramonel13 de Agosto de 2012

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EL CUERPO INFANTIL

Autor:

Lic. RAMÓN EDUARDO LASCANO

Introducción

Los estudios sociales sobre la infancia se están desarrollando de una manera sostenida aportando novedosos elementos a la comprensión de la niñez; un espacio que fue dominado por los saberes pediátricos, pedagógicos y psicológicos. Las problemáticas de la infancia se vienen estableciendo como campos particulares para el abordaje teórico, asumiendo diferentes perspectivas de modo que ya se puede hablar de una sociología de la niñez, antropología del niño e, incluso, una historia de la infancia. Philippe Ariès con su conocido libro “El Niño y la vida familiar en el antiguo régimen” señala que la niñez es una construcción histórica de la modernidad. En la actualidad, desde la Convención Internacional de los Derechos del Niño de 1989 se establece un paradigma de infancia que cambia la mirada sobre la infancia reconociéndole una agencia propia, un rol activo en la sociedad y cuestionando prácticas sociales, tanto en las familias como en las instituciones.

Díaz Barriga Cuevas (2009), en un interesante estudio sobre el sacrificio de los infantes en el mundo mesoamericano sostiene que

“los niños y las niñas son, sin duda, el reflejo de la sociedad en la que viven, y tal como se ha comenzado a reconocer, el estudio de la infancia puede llegar a ser una de las llaves importantes para comprender la reproducción, la continuación y el cambio en el desenvolvimiento social” (Díaz Barriga Cuevas, 2009: 13)

Con esta perspectiva quiero aportar a la reflexión y análisis sobre el cuerpo desde la corporalidad infantil con elementos que puedan ayudar a la crítica acerca del cuerpo del niño pequeño, entendiendo que el nacimiento del niño es el nacimiento de un niño con cuerpo o, de otra manera, es el nacimiento del cuerpo niño, en el cual se depositan numerosas significaciones y definiciones sociales.

Le Breton (2002) dice que el cuerpo pertenece por derecho propio a la cepa de identidad del hombre. El cuerpo le proporciona un rostro como razón de existir. En este sentido, vivir consiste en reducir continuamente el mundo al cuerpo, a través de lo simbólico que éste encarna. De esta manera, la existencia del hombre es corporal.

Por su parte, Citro (2009) señala que el cuerpo es el sustrato común que compartimos con las mujeres o con los hombres de diferentes sociedades en el tránsito que va del nacimiento a la muerte,

“… sin embargo, sobre esta materialidad común de los cuerpos, la vida sociocultural construye prácticas disímiles (técnicas corporales cotidianas, modos perceptivos, formas de habitar el espacio, gestos, expresiones de la emoción, síntomas, danzas) y da lugar a representaciones de la corporalidad y de sus vínculos con el mundo” (Citro, 2009: 39)

Las sociedades, a través de los tiempos y de la manera de entender la vida van construyendo su imagen de cuerpo, determinando no sólo qué es sino la manera de actuar de él y sobre él. Le Breton dice que…

“… cada sociedad esboza, en el interior de su visión del mundo, un saber singular sobre el cuerpo: sus constituyentes, sus usos, sus correspondencias, etcétera. Le otorga sentido y valor” (Le Breton, 2002: 8)

Pero el cuerpo no sólo es depositario de sentidos sociales sino que él mismo se constituye como significante de la vida social.

“El cuerpo inevitablemente es atravesado por los significantes culturales y él mismo se constituye en un particular productor de significantes en la vida social” (Citro, 2009: 39)

En este sentido, la reflexión que realizaré sobre el cuerpo infantil atraviesa cuatro aspectos. En el primero voy a detenerme en el descubrimiento del cuerpo infantil, su advenimiento en la historia. En segundo lugar, la hegemonía biomédica en el tratamiento del cuerpo infantil. En el tercer aspecto, con aportes de Foucault y consecuencia de lo anterior, la idea de disciplinamiento de los cuerpos. Finalmente, tomando una idea de Harvey, presentaré al cuerpo infantil como fuente de experiencia, en oposición al individualismo moderno.

Advenimiento del cuerpo infantil

La psicoanalista Françoise Dolto (1986), una estudiosa de la infancia desde el psicoanálisis y la historia, habla del “descubrimiento del cuerpo infantil”. Recurre al análisis de las pinturas de niños en los siglos XV y XVIII donde aparece “disfrazado de adulto”. Concluye que el cuerpo del niño no tenía lugar en la pintura de la época. El cuerpo infantil no tenía reconocimiento social. Más bien el cuerpo infantil debía ser ocultado, negado. La supuesta inocencia del niño debía ser protegida de su propio cuerpo. Por esto, el cuerpo infantil no debía mostrarse como tal.

Hasta el siglo XVIII, dice Dolto, el cuerpo del niño “está completamente sepultado bajo su ropa”. Los niños y las niñas sólo se distinguían por la ubicación de los botones. La ropa de los niños no era otra que la vestimenta adulta usada en otros tiempos. Se trataba de un cuerpo negado, sin merecimiento de exposición.

“De la Edad Media a la época clásica, el cuerpo del niño es verdaderamente encarcelado, ocultado” (Dolto, 1986: 16) Sólo se lo descubre para golpearlo en las partes que debían mantenerse ocultas. El niño desnudo tiene la figura de un angelote. El niño angelical no solo vela el cuerpo infantil sino que lo distorsiona como cuerpo humano, describiéndolo como a-sexuado. No hay cuerpo infantil sino cuerpo de ángel, el niño se vuelve criatura celestial sin materialidad. Lo material continúa permaneciendo oculto. El niño es sujeto sin cuerpo.

“La representación del niño pequeño, aún en la pintura clásica, muestra a las claras que su cuerpo no es considerado por lo que es realmente sino por lo que la sociedad quiere ocultar de la infancia” (Dolto, 1986: 17)

El cuerpo del niño no solo debe ser ocultado sino que jerárquicamente está en lugar inferior, no es un cuerpo digno de ser presentado. Las representaciones del Niño Jesús en la pintura responden a las proporciones adultas, en una relación cabeza – cuerpo igual a 1:8, cuando en la edad infantil es 1:4. El Niño Jesús no podía tener las proporciones infantiles, la de un cuerpo no desarrollado aún, tiene que ser la de un cuerpo acabado establecido como superior al cuerpo infantil.

“En la literatura medieval de Europa occidental, el niño ha ocupado el lugar del pobre, cuando no del apestado, del paria” (Dolto, 1986: 33). Esta idea estuvo influenciada por la Iglesia. El niño era un ser de quien había que desconfiar. El nacimiento se da en el bautismo. Antes, carga con la maldición de la expulsión del paraíso. La iglesia católica ha contribuido a la negación del cuerpo y al predominio de lo espiritual. El cuerpo, la carne, como ámbito de pecado no debe ser reconocido en la infancia. La exaltación de la espiritualidad infantil a partir del bautismo y el dominio de las pasiones, del cuerpo, de las tentaciones, de las inclinaciones malignas, a través de la educación configuran un niño despojado de su corporalidad. Un niño que se acerca a lo celestial más que a lo terrenal. Y, a la vez, un niño incompleto que se va haciendo a través de la educación. La inserción del niño en el mundo supone el paso a la adultez.

Díaz Barriga Cuevas (2009) observa que esta idea celestial o espiritual de la infancia no estaba solo en el catolicismo. Trabaja sobre los sacrificios, sobre las ofrendas de sangre en Mesoamérica. Los niños, como intermediarios entre los hombres y las deidades eran ofrecidos con el propósito de mantener y asegurar la duración del cosmos y la vida misma. En este sentido, los cuerpos de los niños fueron sacrificados.

Fue Sigmund Freud con la creación – construcción del psicoanálisis quien devolvió el cuerpo a los niños al reconocer su sexualidad desde el nacimiento destacando zonas erógenas, espacios de placer, de goce, que van desarrollándose hasta alcanzar la genitalidad adulta (o juvenil).

El estudio de la corporalidad que ha avanzado en cuanto cuerpo individual de la modernidad, cuerpo máquina, cuerpo medicalizado, cuerpo envejecido, estética del cuerpo, cuerpo dañado o cuerpo renovado, tiene que abrirse al estudio del cuerpo infantil, del cuerpo de quien adviene sujeto en el nacimiento y que se presenta en brazos de quien ha provocado el parto. El cuerpo infantil debe ser redescubierto en cuanto tal, pasando por procesos de rupturas sobre su materialidad y objetividad y redefinirlo en cuanto cuerpo infantil en sí mismo y para otros, que visibilicen al niño dentro de la sociedad. El cuerpo infantil se presenta para ser reconocido. El nacimiento provoca e inicia esta presentación por lo que debe tenerse en cuenta que la presentación de la persona en la vida cotidiana (Goffman, 1997) se hace en y desde el cuerpo, de ahí que la impresión (confianza, tacto, honestidad, ataque) que éste suscite en el otro, para acreditarlo o desacreditarlo, es interpretada como…

“… una fuente de información acerca de hechos no manifiestos y como un medio a través del cual los receptores pueden orientar sus respuestas al informante sin tener que esperar que se hagan sentir todas las consecuencias de las acciones de este último” (Goffman, 1997)

El cuerpo del niño se erige como un portador de atributos en la presentación de la vida cotidiana, que permiten reafirmar su “normalidad” ante los demás o bien estigmatizarlo; lo que conllevaría a su desacreditación social, confirmando así su anormalidad.

La presentación del cuerpo infantil en la vida cotidiana permite entenderlo en sí mismo dejando de lado la mirada adultocéntrica que desvaloriza el cuerpo del niño. Se coloca

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