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El Hombre Postorgánico. Paula Sibilia

Karina5 de Febrero de 2013

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El hombre postorgánico

A partir de las transformaciones ocurridas en las últimas décadas en los campos del saber y del poder, se infiere que también está mutando la construcción biopolítica de cuerpos y almas.

Así en las configuraciones más actuales de los cuerpos y las subjetividades, parece que los nervios alterados- y los genes alterables- vencieron a los músculos cansados de la antigua sociedad industrial.

En nuestros tiempos posmodernos, es evidente que ese cuerpo está obsoleto: ya no son ésos los ritmos, gestos y atributos que están en alta, ni en el mercado laboral ni tampoco en todos los demás.

Cuáles son las formas humanas que se estimulan actualmente? Son aquellas modalidades que mejor se adaptan a los circuitos integrados del capitalismo global, aquellas que nuestra sociedad requiere para poder funcionar correctamente. Es decir, aquellos humanos que propician su reproducción opulenta y complaciente, reduciendo al mínimo la producción de bugs y fallas de cualquier índole. Nada mejor, para eso, que digitalizarlos, tornándolos compartibles con toda la parafernalia teleinformática que dirige en mundo.

Subyugados por la retórica y por las novedosas prótesis teleinformáticas y biotecnológicas, los organismos contemporáneos se transforman en cuerpos conectados, sintonizados. Y también útiles. Acoplados a la tecnología digital, estimulados y propulsados por un instrumental siempre actualizado de dispositivos no-orgánicos, cuerpos cuya esencia se considera inmaterial: pura información compuesta de energía eléctrica que podría ser transferida, o bien alterada en su base genética para corregir eventuales errores inscriptos en su código.

Ya no se trata de aquellos cuerpos laboriosamente convertidos en fuerza de trabajo, esculpidos en largas y penosas sesiones de entrenamiento y disciplina para saciar las demandas de la producción industrial; ni tampoco de aquellas almas dolorosamente sometidas a los sondeos psicoanalíticos.

En lugar de esas configuraciones, ahora se emergen otros tipos de cuerpos y subjetividades: autocontrolados, inspirados en el modelo empresarial, instados a administrar sus riesgos y placeres de acuerdo con su propio capital genético, evaluando constantemente el menú de productos y servicios ofrecidos en el mercado y lanzados al torbellino de la actualización constante, intimados a maximizar su flexibilidad y su capacidad de reciclaje.

Ciertos síntomas actuales también nos advierten sobre los ardides engañosos de este biopoder informatizado y flexibilizado, en sincronía con los compases alegremente tiránicos del mercado.

Si en algún tiempo atrás el mundo- así como el hombre- era pensado en términos mecánicos, como un gran reloj que podía (y debía) ser aceitado y perfeccionado en su funcionamiento regular, hoy se lo comprende en términos informáticos: como un inmenso programa de computación que puede (y debe) ser editado y modificado en nombre de la eficiencia y otros valores mercadotécnicos.

Estos procesos responden a elecciones históricas muy concretas que involucran serias decisiones políticas. Obedecen a las necesidades de un determinado proyecto de sociedad, que hoy rige en buena parte de nuestro planeta globalizado y se encarga de generar ciertos tipos de saberes y poderes (y no otros), desencadenando ciertos problemas y proponiendo ciertas soluciones (y no otros). Un mundo, en fin, que incita a configurar ciertos tipos de cuerpos y subjetividades, que al mismo tiempo se ocupa de sofocar otras modalidades posibles.

Los autores que inspiraron muchas de las ideas expuestas en este libro pusieron too el énfasis de su pensamiento en la resistencia a los dispositivos paralizantes del poder y del saber, y en la creación de nuevos territorios existenciales.

Foucault mostró que el poder es sumamente perspicaz pero no es omnipotente, al contrario,

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