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El Noviazgo


Enviado por   •  29 de Mayo de 2015  •  1.072 Palabras (5 Páginas)  •  216 Visitas

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El Papa Francisco recordó a Benedicto XVI en el día de su octogésimo octavo cumpleaños. Y por el Papa emérito ofreció la misa que celebró el jueves 16 de abril, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta, invitando a los presentes a unirse a él en la oración «para que el Señor lo sostenga y le done mucha alegría y felicidad».

En la homilía, el Pontífice hizo referencia al tema de la obediencia, un tema puesto de relieve por la liturgia del día. Y citó inmediatamente las últimas palabras del pasaje del evangelio de Juan (3, 31-36): «El que no crea al Hijo no verá la vida». Refiriéndose a la primera lectura (Hechos de los apóstoles 5, 27-33), el Pontífice recordó también el momento en que «los apóstoles dijeron a los sumos sacerdotes: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres».

«La obediencia —explicó el Papa Francisco— muchas veces nos conduce por una senda que no es la que yo pienso que debe ser: existe otra, la obediencia de Jesús que dice al Padre en el huerto de los Olivos “que se cumpla tu voluntad”». Obrando así, Jesús «obedece y nos salva a todos». Por lo tanto, debemos estar dispuestos a «obedecer, tener la valentía de cambiar de camino cuando el Señor nos lo pide». Y «por ello quien obedece tiene la vida eterna; y quien no obedece, la ira de Dios permanece en él».

Precisamente «en este marco», afirmó el Pontífice, «podemos reflexionar sobre la primera lectura», más precisamente sobre el «diálogo entre los apóstoles y los sumos sacerdotes». Una «historia que había iniciado poco antes, en el mismo capítulo quinto de los Hechos de los apóstoles». Así pues, retomando el tema, «los apóstoles predicaban al pueblo y con frecuencia se reunían en el pórtico de Salomón. Todo el pueblo iba allí a escucharlos: hacían milagros y el número de los creyentes crecía». Pero «un pequeño grupo no se atrevía a unirse a ellos por temor, estaban lejos». Sin embargo, afirmó el Papa, «también de los sitios vecinos, de los poblados vecinos, llevaban a los enfermos a las plazas, en camillas, para que al pasar Pedro, al menos su sombra, los cubriese un poco y los curase. Y se curaban».

Y así, continúa la narración de los Hechos, «los sacerdotes y el grupo dirigente del pueblo se enfureció»: de hecho tenían «muchos celos porque el pueblo seguía a los apóstoles, los exaltaba, los loaba». Y así dieron orden «de meterlos en la cárcel». Pero, continuó Francisco, «por la noche el ángel de Dios los libera, y no es la primera vez que hará esto». Por eso cuando «por la mañana los sacerdotes se reúnen para juzgarlos la cárcel estaba cerrada, toda cerrada y ellos no estaban». Después tienen conocimiento de que los apóstoles habían regresado allí, al pórtico de Salomón, a predicar al pueblo. Y los convocaron de nuevo a su presencia.

El Pontífice dijo que el pasaje de los Hechos que propone hoy la liturgia cuenta lo que sucede en aquel momento: los comandantes y los sirvientes «condujeron a los apóstoles y los presentaron en el Sanedrín». Y, se lee también en la Escritura, «el sumo sacerdote los interrogó diciendo: “¿No os habíamos prohibido

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