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El Papel De Los Intelectuales

vanessita29259 de Enero de 2013

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El papel de los intelectuales en la sociedad

El papel de los intelectuales en la sociedad

Luis R. Santos

¿Qué es un intelectual?

¿Quién es intelectual?

Si intentásemos definir el término afirmaríamos que un intelectual es aquella persona que dedica una parte importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.

El término intelectual está dotado socialmente de un valor de prestigio. Se entiende que esa actividad dedicada al pensamiento tiene una dimensión y una repercusión públicas que se consideran muy valiosas.

El problema que se deriva de ello es que, en muchas ocasiones, la aplicación del término depende del grado de afinidad ideológica que tenga quien lo aplica con respecto de la persona que se esté considerando. Por ejemplo, algunos sectores de izquierda consideran a Mario Vargas Llosa como un vocero de lujo del neoliberalismo; y otros más inclinados hacia el conservadurismo piensan que Noam Chomsky es un desfasado que sueña con un mundo que solo puede ser funcional en su cabeza.

Según Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad.

En cualquier caso, es interesante señalar que el término «intelectual», en su mismo origen, va unido a la idea de lucha, de refutación del discurso oficial, de defensa de la legalidad frente a los abusos del poder.

Para Noam Chomsky, un trabajador del acero que es organizador sindical y se preocupa por los asuntos internacionales puede muy bien ser un intelectual, también un intelectual es simplemente toda persona que usa su cerebro.

Vistos estos criterios tan dispares, podemos aseverar que no hay claridad ni mucho menos consenso para definir a un intelectual.

Pero, independientemente de la dificultad para definirlo, ¿cuál es su papel en la sociedad, qué rol juega en los procesos sociales?

Norberto Bobbio opina que los intelectuales son expresión de la sociedad de su tiempo; que el momento histórico es crucial en su definición y también de su responsabilidad histórica.

Para Carlos Fabreti, los intelectuales tienen una responsabilidad tan específica como grave: la crítica sistemática de los argumentos esgrimidos por el poder, el cuestionamiento radical y continuo del «pensamiento único» que pretenden imponernos.

*Gramsci lo veía de esta forma:

“El intelectual es un individuo con un papel público específico en la sociedad que no puede limitarse a ser un simple profesional sin rostro, un miembro competente de una clase que únicamente se preocupa de su negocio. Para mí, el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y en favor de un público”.

Luis Echeverría Álvarez, ex presidente de México, y cuyo caso citaremos más adelante, cree que “el intelectual desempeña en el mundo actual una función crítica. Si bien no es la conciencia de la sociedad, sí debería ser con frecuencia sus ojos y su lengua. El intelectual, entonces, dice lo que ve y lo que oye; se convierte en el testigo y el vocero de su tiempo. De ahí el carácter, a un tiempo íntimo y contradictorio, de sus relaciones con el poder público.”

Laura Baca Olamendi afirma que "son intelectuales todos aquellos que de 'hecho' o de 'derecho', en un determinado período histórico y en precisas circunstancias de tiempo y de lugar, son considerados los sujetos a quienes ha sido asignada la función de elaborar y difundir conocimientos, teorías, doctrinas, ideologías, concepciones del mundo o simples opiniones, las cuales constituyen los sistemas de ideas de una determinada sociedad.”

Ante todo, yo percibo al intelectual como un individuo altamente comprometido con las acciones encaminadas a lograr el bienestar colectivo; veo a un hombre o mujer a la vanguardia en los procesos transformacionales, elevando su voz en las tribunas, que en la actualidad están básicamente conformadas por los medios de comunicación de masas, intentando enderezar los rumbos torcidos por los que transitan las sociedades.

El intelectual debe ser un obstáculo que se interponga en el camino de los déspotas, que sirva de contención a las tiranías, tanto de izquierda como de derecha; porque, en verdad, la labor de un intelectual siempre ha estado sometida al vaivén, a las liviandades, a las malquerencias ideológicas entre grupos o sectores que se creen poseedores de la verdad, de una verdad que a nadie pertenece.

Contrariamente, no percibo a un intelectual en silencio ante los abusos que comete Israel en contra de los palestinos; pero tampoco lo percibo aplaudiendo cuando un guerrillero de Hamas se viste con su gala de dinamita para ir a morir y a matar niños y niñas israelíes; y es que para un intelectual con sensibilidad no existen asesinos buenos o malos; no admite justificación alguna ante la barbarie, no importa del lado que venga ni en nombre de quién se cometa.

Los intelectuales y el poder

El poder, en todas sus vertientes, siempre ha subyugado a los seres humanos, y, a pesar de que algunos pensadores se han creído pertenecientes a castas inmortales, ellos también se sienten tentados por el poder. Sin embargo, está demostrado que al ingresar a los círculos de poder el intelectual pierde, en gran medida, su independencia; pierde autoridad cuando defiende intereses grupales que afectan a la mayoría, cuando sostiene puntos de vistas contrarios a la colectividad. Por supuesto que estamos hablando de intelectuales puros, concientes de su papel en la sociedad, y más cuando es indudable que también son intelectuales los asesores de George Bush, Condoleezza Rice, Ariel Sharon, Osama Bin Laden, Saddam Hussein, Hugo Chávez, y Fidel Castro. También Adolfo Hitler tuvo magníficos intelectuales y científicos a su orden, entre ellos a Martin Heidegger.

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Para Edward Said, “la dependencia económica del poder mediante subvenciones o ayudas para las investigaciones son formas de control de los intelectuales (especialmente los universitarios e investigadores).”

Octavio Paz expresó al respecto “que no estaba muy seguro que los intelectuales en el gobierno-se refería a los que acompañaban a Luis Echeverría Alavarez en México- fuesen realmente intelectuales, ya que, en primer lugar, resultaba muy distinto mandar a pensar: lo primero corresponde al gobernante, lo segundo al intelectual. Los intelectuales en el poder dejan de ser intelectuales; aunque sigan siendo cultos, inteligentes e incluso rectos; al aceptar los privilegios y las responsabilidades del mando substituyen la crítica por la ideología. El primero justifica, defiende y orienta la acción de un gobierno, y así le da un fundamento moral, lógico e histórico; el segundo examina, juzga y, cuando es necesario, contradice y denuncia.”

De todas maneras, para un intelectual siempre será complicado participar en las esferas de poder y su labor dependerá mucho de su integridad, de su compromiso. Pero la mayor parte del tiempo, los intelectuales son seducidos por el poder, y existe un peligro real cuando tienen potestad para tomar decisiones trascendentes; en ese sentido es muy conocida y aleccionadora la experiencia norteamericana bajo el gobierno de John Fitzgerald Kennedy, que se rodeó de una corte de figuras de gran prestigio y fulgor dentro del mundo cultural, científico y artístico. Entre estas figuras podemos citar a Arthur M. Schlessinger Jr, varias veces ganador del premio Putlizzer, y McGeorge Bundy, asesor de seguridad nacional y que creía que había que buscar un acercamiento con Fidel Castro. Aquella fue una experiencia muy negativa porque temerosos de equivocarse, cautivos de su prestigio, los cerebros más destacados de la nación, entonces convertidos en funcionarios, demostraron que eran sicorrígidos y arrogantes, con ínfulas de genios. Cometían muchos errores, pero no los admitían y persistieron en ellos, pues, les daba vergüenza aceptar que se equivocaban.

En México, después de perder popularidad por los violentos acontecimientos que se produjeron en la universidad autónoma de México en 1968 por las luchas estudiantiles, tan en boga por aquellos días, Luis

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