LA AUTORIDAD EMANCIPATORIA Y EL PAPEL QUE DESEMPEÑAN LOS MAESTROS COMO INTELECTUALES

LA AUTORIDAD EMANCIPATORIA Y EL PAPEL QUE DESEMPEÑAN LOS MAESTROS COMO INTELECTUALES

Una de las formulaciones más importantes de Antonio Gramsci concernientes a la naturaleza política de la cultura la que afirma que los intelectuales desempeñan un papel central en la produccion y la reproducción de la vida social. Para Gramsci, la incipiente función de 1os intelectuales, como fuerza política primordial que mantenía el dominio clásico de los grupos dominantes, marcaba un cambio importante en la relación entre aquellos elementos centrales de la lucha cultural como la lengua, el conocimiento y las relaciones sociales, por un lado, y la dinámica del control y el poder, por el otro. En este caso, los intelectuales pasaban a ser productores de capital cultural, que, como elemento deliberadamente análogo al capital material., significa la transformación de las relaciones sociales para que éstas pasen de una confianza fundamental en la primacía de la función de trazar políticas, que le corresponde al estado, a formas más sutiles de control organizadas en torno a modos de conocimiento que dan nombre a la experiencia cotidiana, y la estructuran, conforme a la lógica de la dominación. Naturalmente, el acento que ponía Gramsci en la hegemonía cultural ha sido desarrollado por teóricos sociales tales como Pierre Bourdieu, Alvin Gouldner y André Gorz. Pero ninguno de estos teóricos ha proseguido el proyecto de Gramsci en el sentido de considerar a los intelectuales como a los elaboradores de la cultura dominante, así como a una fuerza social y política vital y fundamental para cualquier contienda contrahegemónica.

Ha sido muy importante el hincapié que se ha hecho en la teoría radical de la educación en examinar minuciosamente las diversas formas en que se lleva a cabo la dominación cultural dentro de los distintos mecanismos y niveles de enseñanza escolar, a pesar de ello, no deseo repetir aquí esta postura.  En vez de ello, voy a redefinir el papel que podrían desempeñar los maestros, como intelectuales, en la producción de formas y discursos culturales que presenten puntos de vista particulares de autoridad, ética y práctica pedagógica cuya lógica subyacente sea congruente con una política cultural radical.  En otras palabras, redefino la función de los maestros como intelectuales en torno a una perspectiva de la autoridad y la ética que apunta hacia la importancia que tienen ciertas formas específicas de trabajo y de práctica intelectuales, para cualquier discurso programático orientado al desarrollo de formas opcionales de enseñanza escolar.  Una postura de esta índole es importante porque plantea un punto de vista oposicional por parte de la práctica intelectual que nace del compromiso y la lucha.  Además, nos proporciona un referente para el análisis y la crítica de aquellos intelectuales que han sido reducidos o bien a una inteliguentsia que desempeña una gran variedad de funciones dentro de la sociedad del capitalismo tardío, o de aquellos que se han convertido en intelectuales hegemónicos que consciente o inconscientemente fomentan la reproducción de la sociedad dominante.

Si se quiere que el concepto de autoridad provea una base legitimadora para repensar el propósito y el significado de la educación pública y la pedagogía crítica, dicho concepto debe estar arraigado en una perspectiva de vida comunitaria en la cual la calidad moral de la existencia cotidiana se halla vinculada a la esencia de la democracia. La autoridad, conforme a este punto de vista, se convierte en un referente mediador para el ideal de democracia, y su expresión es un conjunto de prácticas educacionales destinado a facultar a los estudiantes para que sean ciudadanos críticos y activos.  Esto es, el propósito de la enseñanza escolar queda ahora ideado en torno a dos preguntas centrales: ¿En qué tipo de sociedad desean vivir los educadores? ¿Qué clase de educadores y de pedagogía pueden ser formados, a la vez que legitimados, dentro de un punto de vista de la autoridad que tome seriamente a la democracia y la ciudadanía? La autoridad entendida de esta manera constituye una perspectiva que apunta hacia una teoría de la democracia en la que intervienen los principios de la democracia representativa, de la democracia de los trabajadores y de los derechos humanos y civiles. Según lo expresa Benjamin Barber, es una perspectiva de la autoridad arraigada en una 'democracia fuerte", y se caracteriza por una ciudadanía capaz de un pensamiento, de un juicio político y de una acción social genuinamente públicos. Tal punto de vista de la autoridad avala -un concepto del ciudadano como algo más que un simple portador de derechos, privilegios e inmunidades abstractos; entiende a éste como miembro de cualquiera de un diverso número de esferas públicas que proporcionan un s entido de visión comunal y de valentía cívica.  Vale la pena citar la idea completa de Sheldon Wolin a este respecto:

A un ser político no se le debe definir como ...un portador abstracto y desconectado de derechos, privilegios e inmunidades, sino como a una persona cuya existencia se sitúa en algún lugar particular y halla sostén gracias a relaciones circunscritas: la familia, los amigos, la iglesia, el barrio, el lugar de trabajo, la comunidad, el poblado, la ciudad.  Estas relaciones son las fuentes de las cuales los seres políticos obtienen poder -simbólico, material y psicológico- y son las que les permiten actuar en conjunto.  Ya que el verdadero poder político implica no solamente actuar a modo de efectuar cambios decisivos, sino que también significa la capacidad de recibir poder, de que se actúe sobre uno, de cambiar y de que se nos haga cambiar. Desde una perspectiva democrática, el poder no es simplemente una fuerza que se genere; es la experiencia, sensibilidad, sabiduría, e incluso melancolía, destiladas de las diversas relaciones y círculos dentro de los que nos movemos.

Definida mediante la dinámica de la experiencia concreta, las relaciones institucionales y el compromiso con la vida pública, la autoridad se convierte en una importante categoría teórica para la organización y defensa de las escuelas como esferas públicas democráticas.  Es decir, ahora las escuelas se pueden entender y construir dentro de un modelo de autoridad que las legitima como lugares en los que los estudiantes aprenden y pugnan colectivamente por alcanzar las precondiciones económicas, políticas y sociales que hacen posible la libertad individual y la facultación social. Dentro de este modelo emancipatorio de autoridad se puede idear un discurso conforme al cual los educadores puedan luchar contra el ejercicio de la autoridad que frecuentemente emplean los conservadores para vincular el propósito de la escuela con un punto de vista truncado de patriotismo y patriarcado que funciona como tapujo de un chovinismo asfixiante. En su modelo emancipatorio, la autoridad existe como un terreno cae lucha, y como tal revela la naturaleza dialéctica de sus intereses y posibilidades; además, proporcional a base para entender a las escuelas como esfera públicas democráticas dentro de un movimiento de avance y de lucha por la democracia más generales.  En beneficio de los educadores y de otras personas que trabajan en movimientos sociales de oposición, el significado de autoridad que predomina tiene que ser redefinido a manera de que incluya los conceptos de libertad, igualdad y democracias Y por  otro lado, al concepto de autoridad emancipatoria se lo debe considerar como la categoría central en torno a la cual se pueda estructurar una exposición razonada para definir la labor de los maestros como una forma de práctica crítica, intelectual, relacionada con las cuestiones, problemas, preocupaciones y experiencias de la vida cotidiana.

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