ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Sentido Del Sin Sentido


Enviado por   •  13 de Abril de 2014  •  2.215 Palabras (9 Páginas)  •  345 Visitas

Página 1 de 9

El autor

Paul Watzlawick nació el año 1921 en Villach (Austria); terminó el bachillerato en 1939, en el Realgymnasium de la localidad. De 1945 a 1949 estudió en la Universidad de Venecia (Cá Foscari) lenguas modernas y filosofía, doctorándose en filosofía. De 1950 a 1954 estudia en el Instituto C.G. Jung de Psicología Analítica, de Zúrich. Formación en psicoterapia. Diplomado en psicoanálisis. Desde 1954 ejerce como psicoterapeuta. De 1957 a 1959 fue profesor de psicopatología y psicoterapia en la Facultad de medicina, Departamento de psicología, de la Universidad de El Salvador (América Central). De enero a octubre de 1960 trabaja como investigador comisionado en el Institute for Study of Psichoterapy, Departamento de psiquiatría, de la Temple-University de Filadelfia (USA). Desde noviembre de 1960 es miembro del Mental Research Institute de Palo Alto (California). Desde septiembre de 1967 es profesor contratado en el Departamento de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad Stanford (California). Título actual: Clinical Professor. Paul Watzlawick habla correctamente alemán, inglés, italiano, español y francés. Es asesor de grandes empresas internacionales y profesor contratado.

Renuncia al supuesto de una realidad objetiva

La idea de una realidad objetivamente existente, accesible a la mente humana, es insostenible en el plano filosófico desde hace, al menos, doscientos años. Ya Giambattista Vico habría dicho que el trabajo intelectual consiste en «poner las cosas en un bello orden». En un sentido del todo similar se expresó Kant: «Todo nuestro error consiste en que consideramos que nuestro modo de determinar, de deducir o de inducir conceptos son condiciones de las cosas en sí.» Y Jaspers dijo: «La desgracia de la existencia humana comienza cuando se considera lo sabido científicamente como el ser mismo y cuando todo lo que no es posible saber de modo científico es tenido por no existente.» Todo esto son consideraciones muy importantes que vienen de la filosofía. Pero, curiosamente, las confirmaciones no proceden sólo de la filosofía, que es a su vez una construcción, sino también de una dirección de la que uno no lo esperaría: de la física teórica. Einstein, en una conversación con Heisenberg, habría dicho ya en 1926: «Es imposible recoger en una teoría sólo magnitudes observables. Es más bien la teoría la que decide lo que uno puede observar.» Y Heisenberg mismo escribirá más tarde en sus obras completas:

«La realidad de la que podemos hablar jamás es la realidad en sí, sino una realidad sabida o incluso, en muchos casos, una realidad configurada por nosotros mismos. Cuando se objeta contra esta última formulación diciendo que, a fin de cuentas, existe un mundo independiente por completo de nuestro pensamiento, un mundo que sigue su curso sin necesidad de nosotros y al que nos referimos propiamente con la investigación, hay que replicar a esa objeción, esclarecedora en un primer momento, diciendo que ya el vocablo "existe" proviene del lenguaje humano y, por consiguiente, difícilmente puede significar algo que no esté referido a nuestra capacidad cognitiva. Precisamente, para nosotros se da sólo el mundo en el que el concepto "existe" tiene un sentido» .

La frontera entre normalidad y demencia

Ven ustedes, pues, que el supuesto de una realidad real tampoco es sostenible en el ámbito de una ciencia de apariencia absolutamente objetiva como es la física teórica. Pero en psiquiatría se sigue trabajando con ese supuesto. El criterio para saber si una persona es psíquica y mentalmente normal es su grado de adaptación a la realidad. Quien ve la realidad tal como ella es, ése es normal. «Naturalmente», normales somos, sobre todo, los terapeutas. Pero la falta de una definición clara de normalidad que se basa en un principio tan impugnable, hace que sea imposible para la psiquiatría definir patologías. El especialista de cualquier otra disciplina médica se encuentra en condiciones bastante mejores, pues en ellas el médico tiene una idea bastante clara del funcionamiento normal del cuerpo humano o del órgano en cuestión. Tiene sentido, pues, hablar de patologías en la medicina, precisamente porque la normalidad es conocida y tiene unos perfiles bastante precisos. Pero en el caso de la psiquiatría tenemos que vérnoslas con el ser hombre, y la cuestión de qué es el hombre constituye, en último término, un interrogante metafísico en favor del cual no habla prueba alguna.

Hace casi un año tuvo lugar en el Hospital General de la ciudad italiana de Grosseto un incidente notable. Una mujer con esquizofrenia aguda debía ser trasladada a Nápoles para recibir allí tratamiento psiquiátrico. Cuando los conductores de la ambulancia llegaron al hospital toscano recibieron la orden de dirigirse a una habitación en que la mujer, ya preparada, con el bolso listo, estaba sentada en la cama. Pero, en el momento en que le pidieron que los acompañara, la paciente sufrió, al parecer, un nuevo ataque de esquizofrenia, pues ofreció resistencia, sufrió pérdida de la personalidad y, finalmente, debió ser tranquilizada con una inyección. Cuando la ambulancia estaba ya de camino, se comprobó que se trataba de una confusión. La dama que iba en la ambulancia era una señora de Grosseto que había ido a visitar a un conocido.

Si mencionamos este ejemplo no es para decir que se cometió aquí un error lamentable. Para nuestro tema es importante el hecho de que el error creó una realidad en cuyo marco todo comportamiento de la afectada era una ulterior prueba de su trastorno mental, pues, cuando la señora afirmó ser alguien distinto, eso fue considerado como típica despersonalización.

El psicólogo norteamericano David Rosenhahn publicó, en 1973, el resultado de una investigación. Ocho de sus colaboradores se prestaron voluntariamente a ser internados en diversos centros psiquiátricos indicando que oían voces que, en realidad, se reducían a las palabras «hueco», «sordo» y «vacío». Se había elegido estas palabras porque ellas ofrecen un amplio campo de posibilidades de sentidos profundos a un terapeuta propenso a las interpretaciones. Inmediatamente después de ser internados, los ocho afirmaron que las voces habían enmudecido y se comportaban de un modo que habría sido considerado como absolutamente normal fuera de la clínica psiquiátrica. Después de recibir un tratamiento que duró de 9 a 53 días, todos fueron dados de alta con el diagnóstico de esquizofrenia en recesión. También aquí fue, pues, indiferente el hecho de que los afectados tuvieran un comportamiento normal. En el marco de una realidad ya generada, todo comportamiento era una prueba ulterior a favor de su trastorno

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (13.7 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com