El Tesoro

Caminaba solo, despiadadamente solo tratando de escapar de su miserable pasado, pero tan atrapado por él como abeja en la telaraña. Abandonado por todos aunque rechazados por él mismo, y aún, sin él mismo vivía, pues era el primero en sentir asco por su pobre e inútil vida.

Una noche de esas comunes en las que no se espera nada nuevo, una hermosa y radiante luciérnaga apareció en su camino….

-¡Oh por Dios que maravillosa es!- Decía totalmente hipnotizado por su nigromante luz. -¡Es mi gran oportunidad de ser feliz, con esto por fin escaparé de todo lo que me causa pena!- La tomaré en mis brazos, le construiré una casa y en medio de una total “felicidad” será mía para siempre.

Sin dudarlo la atrapó abruptamente y sin pedir permiso. En su afán de llenar sus vacíos se sació de la belleza que ahora le pertenecía, cual cerdo que devora su alimento y engorda lleno de vida, ignorando totalmente su macabro destino. Cayó perdidamente atrapado por una pasión que raya en la estupidez y el placer que experimentaba su alma no tenía límites. Pero cuando quiso entregar algo de sí mismo para corresponder a la infinita felicidad que aquella maravillosa creatura le ofrecía, para su sorpresa descubrió que no tenía absolutamente nada que valiera la pena brindar…Buscó en el tesoro de su corazón pero no encontró más que basura.

-No puedo estar a tu lado- Le dijo la luciérnaga mientras limpiaba sus alas para emprender el vuelo. Lleno de terror al vislumbrar el trágico camino que le aguardaba sin ella, intentó por un instante detenerla e hizo promesas con tal de no perder aquello en lo que tanto bienestar encontraba.

-Déjame ir por favor, entiende que también yo quiero encontrar la felicidad- añadió la fémina con algo de desespero. Ante esto, aquel pobre infeliz no tuvo más remedio que dejarla ir, pues tenía razón y no podía obligarla a estar con alguien tan miserable.

Estaba rendido, aquello que tanto había amado escapó de sus manos sin que pudiera hacer nada, por ello decidió dar fin a su existencia y acabar así con tanto sufrimiento. Pero fue entonces cuando su primitivo instinto de conservación le generó una brillante idea y dijo para sí:

-¿Y qué tal si la felicidad no está fuera sino dentro de mí? ¿No será que para salir de mi desgracia debo conquistar mi propio ser antes de conquistar el mundo? Y así lo hizo. Se armó de valor y decidió enfrentarse a sus miedos como el caballo que corre sin temor alguno hacia la batalla sin mirar hacia atrás.

Bajó al sótano de su alma, lugar del que muchos no pueden salir, pues allí se encuentran frente a frente con lo que en realidad son; los valientes descubren que en realidad tienen mucho de cobardes, los que se creían buenos enloquecen cuando su maldad sale a flote y su ego se derrumba. Entonces luchó contra todos los complejos y traumas causados por la injusticia que marcó su

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