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El Yo Y El Otro

Jetza1415 de Octubre de 2013

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El Yo Y El Otro

Se debe a la modernidad el descubrimiento del individuo. Y se debe al racionalismo el establecimiento del YO como centro del universo. Se ha hablado de revoluciones y contrarrevoluciones copernicanas, según las cuales el hombre unas veces se considera centro y otras periferias. Para Descartes todo saber cierto -que no es un cierto saber, sino el "saber" sin más- comenzaría con el YO. Pero una observación atenta de la afirmación Cogito ergo sum, «Pienso, luego (yo) existo», pone de manifiesto que ese YO, en torno al cual girará la sociedad y el mundo, no es, fenomenológicamente hablando, el punto de partida, sino una mera deducción. Cuando Descartes dice: "luego existo", la conjunción "luego" está denunciando el carácter deductivamente posterior del YO.

El pensamiento no es un producto de la actividad de un YO previo, sino que el YO es constituido por el pensar: primero pienso que pienso, y luego, por deducción, pienso que existo yo. El Sujeto no es más que el lugar donde el lenguaje se lleva a cabo, dirá Lacan. Lo realmente innegable, ineludible, aquello que no puedo negarme a mí mismo sin contradecirme y saber que miento, no es la existencia de mi "yo" sino la existencia de mi pensar. Intuyo el pensar, no el yo. Si existo o no existo yo es algo cuestionable, pura deducción, pero mi experiencia de la discursividad del pensar es algo fenomenológicamente evidente, algo que no podría negar sin la conciencia de que estoy mintiendo. Es cierto que al decir que "pienso" lo digo conjugando el verbo en primera persona, pero eso no hace al YO menos hipotético.

"En principio era el Verbo", dice la Escritura. Para nosotros, sin embargo, en principio es el Sustantivo. Es difícil para una mente moderna (indoctrinada por los prejuicios de la gramática, obra a su vez de la alfabetización y de la lengua escrita, reguladora del pensar y, como decía Nebrija, compañera del dominio de unos hombres sobre otros), concebir una realidad que no arranque de lo sustantivo. La idea inmutable, la cosa en sí y no la actividad, es, desde Parménides y Platón, lo que se supone otorga estructura y punto de partida a la realidad. He ahí el origen del pensamiento ontológico. Sin embargo, lo realmente originario en nuestro contacto con la realidad es la actividad, el devenir, el hacerse. Es la actividad la que da sentido a las cosas y a nosotros mismos, no al revés.

Nuestro YO es constituido por nuestro pensar y por nuestro obrar. Y también el ser inteligible de las cosas se constituye en relación a nuestra actuación, pues sólo entendemos el mundo al tratar de intervenir en él activa, no pasivamente. Si además cabe hablar de un ser no inteligible de las cosas (lo que Kant llamaría "la cosa en si"), de ese ser que, según Vico, sólo Dios entiende, también éste se constituye en un hacerse.

El YO que descubre no es el YO descubierto. La conciencia es en principio necesariamente inconsciente de sí misma. Lo inconsciente es la conciencia misma como acto. Quien no entiende esto jamás entenderá a Freud que ha planteado esta cuestión en su trabajo acerca de El Yo y el Ello. Para los otros animales la propia conciencia permanece definitivamente oculta. El animal humano en cambio, que posee el don del lenguaje y con ello la capacidad y la compulsión de entender algo a través de algo distinto, a través de los signos mediatizadores de todo conocimiento (que por algo decía Lacan que la conciencia está estructurada como un lenguaje), puede llegar a erigir una imagen de sí mismo y hacer de ella su Significante.

En esto reside la caída en la sustantivación, ya que incluso la actividad se sustantiva en la palabra, especialmente cuando ésta es escrita y visible. El paso a la autoconciencia, que supone la objetivación del propio yo, surge sin

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