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El complejo de Edipo es ante todo un proceso cultural, es el momento de las primeras identificaciones y el surgimiento de la ley. Definido como estructurante es el tiempo en que el niño se funda como sujeto que reconoce su propio deseo


Enviado por   •  11 de Mayo de 2017  •  Reseñas  •  1.020 Palabras (5 Páginas)  •  201 Visitas

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Los tres tiempos del edipo en: Lacan, J. (2010). Las formaciones del Inconsciente El seminario 5 . Buenos Aires : Paidós.

El complejo de Edipo es ante todo un proceso cultural, es el momento de las primeras identificaciones y el surgimiento de la ley. Definido como estructurante es el tiempo en que el niño se funda como sujeto que reconoce su propio deseo; “triángulo simbólico que se instituye en lo real a partir del momento en que hay cadena significante, articulación de una palabra” (p. 187). El falo será el significante operador que articulará la introducción de la metáfora paterna.

Tres tiempos lógicos. Función materna y función paterna. Un cuerpo que apenas se sabe completo y un significante que en principio, dirá lacan, es objeto metonímico. Y en tanto que la metáfora implica el doble movimiento de la metonimia será posible la entrada del padre simbólico como metáfora fundacional. El deseo de la madre y la metáfora paterna es lo fundamental del complejo de edípico.  

El deseo de la madre es el falo (derivado por la ausencia de pene) el niño se identifica con lo que le falta a la madre y por eso, es el objeto de deseo del Otro. Sin embargo, esa complementariedad es imaginaria e ilusoria ya que el deseo por definición no puede ser totalmente dicho, objeto metonímico. El doble salto se da con la intrusión del padre. La metáfora paterna, es lo que resulta de una sustitución primordial en la que el niño reemplaza a la madre por el padre en tanto simbolización “en tanto que las instituciones le confieren, […] su nombre, de padre” (p. 186).

Entonces. Primer tiempo: se trata de la fase del espejo, primeras construcciones yoicas y corporales. El niño se encuentra en una relación completa con su madre e intenta identificarse no con ella, sino con lo que supone ella desea. No desea a la madre sino que desea su deseo. En una identificación imaginaria el pequeño quiere ser el objeto de deseo de la madre y entonces su deseo queda así alienado en del Otro. Pero lo que la madre desea es el falo, quiere decir esto que la metáfora paterna ya está actuando a través de primacía fálica que “aparece ya instaurada en el mundo por la existencia del símbolo del discurso y de la ley” (p. 198). La función materna entonces en esta primera etapa representa también los primeros esbozos de la ley. La madre castrada, se completa por medio del hijo y en ese sentido lo sitúa en el lugar del falo. El niño es el falo de la madre y la madre dicta la ley que es la del deseo de la madre, ley arbitraria. No existe en el niño todavía una ley simbólica, o más bien, empieza a presentarse borrosa tras la metáfora paterna que ya está presente en la madre.

Segundo Tiempo: El padre ingresa como agente que priva y desprende al niño de la relación imaginaria con la madre. El deseo del deseo del niño debe primero ser tramitado por el padre. “En efecto, eso con lo que el sujeto interroga al Otro, al recorrerlo todo entero, encuentra siempre en él, en algún lado, al Otro del Otro, a saber, su propia ley” (p. 198 ). La función paterna en este momento es la del interdictor; el niño es desprendido de la identificación imaginaria con el falo; dejará de ser el falo de la madre. Simultáneamente, la madre ya no tendrá el falo por medio de su hijo, ilusión que será quebrada. El padre, así, toma un lugar de omnipotencia y potestad, y con la acción de privación inicia la castración; pliegue del triángulo simbólico sobre el imaginario en el que el padre asume la posesión del falo. Pero para que la privación sea efectiva es necesario que la madre se dirija al padre y que él no dependa del deseo de ella. “La madre es dependiente de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su deseo sino un objeto que el Otro tiene o no tiene” (p. 197). “El padre se manifiesta como mediado en el discurso de la madre […] en la palabra el padre interviene efectivamente” (p. 208) y así se torna en la figura que soporta la ley. La madre no tiene ahora una ley arbitraria que le es propia, sino que queda remitida a la del Otro que posee el objeto de su deseo. Esto lleva al niño a rivalizar con él padre, disputa que sucede alrededor de ser o no ser el falo de la madre constituyendo la primera inscripción de la ley.

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