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El problema de la fundamentación de la norma moral

StephaCeron15 de Noviembre de 2012

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El discurso filosófico tiene un espíritu retórico, dialéctico, utiliza la analogía, pero también la metáfora, siempre que sea necesario expresar ideas o nociones difícilmente expresables por conceptos unívocos. Por otro lado, la filosofía ajusta su discurso a los principios de la lógica. Pero no se verá nunca en la necesidad de ajustarse a los criterios empíricos de identidad, de no contradicción y exclusión de tercero. El único apremio de la filosofía, además de los principios elementales de la lógica, es el hecho de que se ve obligada a tener en cuenta los resultados de la ciencia para que su discurso no sea vacío y sin sentido. Es decir, el discurso filosófico debe situarse en el horizonte espacio-temporal aunque la especulación pueda dirigir la mirada hacia dimensiones que estén fuera de la realidad empírica.

Así que la filosofía elabora su discurso a partir del enlace entre los dos niveles de saber que la delimjitan: el saber poético, religioso, mítico y científico.

La argumentación en el discurso filosófico

El problema de la fundamentación de la norma moral *

Pablo Quintanilla

Pontificia Universidad Católica del Perú

pquinta@pucp.edu.pe

Sumilla:

Desde los filósofos presocráticos hasta nuestros días ninguna actividad intelectual presenta una mayor variedad de formas de argumentación que la filosofía. Si toda argumentación es un intento por fundamentar, justificar, o dar sustento y plausibilidad a una cierta visión de las cosas, una perspectiva o una consideración, la pregunta que deberemos formularnos es qué significa fundamentar algo. Ante la crisis de la fundamentación en sentido moderno y el supuesto fracaso de la empresa racionalista, los filósofos morales contemporáneos han retomado el espíritu aristotélico en su pretensión de explicitar los presupuestos contenidos en nuestro lenguaje moral. En este texto se pretende abordar las diversas formas de fundamentación, mostrando cómo lo que puede haber fracasado es un tipo en particular de fundamentación, pero no todas las formas de ella. El texto aborda en particular el análisis del lenguaje moral para discutir cómo puede ser posible la fundamentación de la norma moral.

Palabras clave: Discurso filosófico, argumentación, fundamentación, filosofía moral contemporánea, emotivismo.

Summary:

From the presocratic philosophers to our days, no intellectual activity has more varieties of forms of argumentation than philosophy. If an argument is an attempt to give foundation, justification, substance or plausibility to certain view of things, a particular perspective or consideration, the question we shall ask is what is it to give foundations for something. As a consequence of the crisis of foundations in the modern sense, and the so called failure of the rationalistic project, contemporary philosophers have revisited the Aristotelic spirit in order to explicit the assumptions contained in our moral language. This paper attempts to address the different ways in which it is possible to give foundations to something, showing that what has failed is some of them but not all of them. The paper addresses in particular the analysis of moral language in order to discuss how can it be possible to give foundations for the moral norm.

Key words: Philosophical discourse, argumentation, foundations, contemporary moral philosophy, emotivismo.

Es posible decir que ninguna actividad como la filosofía presenta una mayor variedad de formas de argumentación. Los presocráticos argumentaban en textos poéticos, Platón lo hacía mediante diálogos, y Aristóteles en la forma de tratados. El estilo argumentativo aristotélico de alguna manera quedó durante la Edad Media y la modernidad como la forma canónica de la argumentación, pero autores como Nietzsche, Wittgenstein o Heidegger encontraron su propia manera de expresarse mediante aforismos o textos literarios. Por eso pienso que hay una variedad de formas de argumentación filosófica y que ningún estilo debería pretender primacía por sobre los otros. Spinoza, Carnap y Quine argumentaban de manera geométrica; Russell y Moore lo hacían circunnavegando elegantemente los problemas como un viejo velero victoriano; Ortega y Gassett y Savater son ensayistas de fina pluma que escriben para que uno los lea los domingos por la tarde.

Pero este pluralismo no significa que toda argumentación sea igualmente válida. Hay diversos estilos de argumentación, pero sin duda hay buenos y malos argumentos. Habrá, pues, que preguntarse si hay algo que tienen en común los diversos estilos argumentativos válidos. Sospecho que, en general, toda argumentación es un intento por fundamentar, justificar, o dar sustento y plausibilidad a una cierta visión de las cosas, una perspectiva o una consideración. Por ello, la pregunta que deberemos ahora plantearnos es qué significa fundamentar algo. Pero para plantear el tema con precisión y así evitar que se nos vaya de las manos, vamos a concentrarnos en el tema de la fundamentación del discurso moral.

Mi exposición tiene cuatro partes. En primer lugar, plantearé el problema general de la fundamentación. Este término es equívoco y tiene muchos sentidos, voy a discutir algunos de estos. Comenzaré con el sentido racionalista moderno y después analizaré los sentidos antiguos tomando como punto de partida a Aristóteles. Intentaré mostrar cómo en Aristóteles hay varios sentidos de lo que hoy llamamos fundamentación, pero principalmente dos: el que llamaré fundamentación demostrativa y el que denominaré fundamentación dialéctica. El primero en Aristóteles toma el nombre de analítica o silogística y va de los principios universales a los casos específicos, este es el sentido que fue recogido por la modernidad con pretensiones de exclusividad y es aquel al cual solemos aludir cuando hablamos de una crisis de la fundamentación. La fundamentación dialéctica, por el contrario, practica un análisis de los casos específicos para intentar explicitar en ellos principios universales. En segundo lugar, intentaré mostrar cómo Aristóteles no pretende una fundamentación demostrativa de la moral sino, en todo caso, una fundamentación dialéctica en la que se analice las prácticas morales habituales en una comunidad y, sobre todo, su discurso moral para intentar explicitar aquellos principios o presupuestos que la sostienen. Discutiré en qué sentido puede entenderse esa actividad como una fundamentación. En tercer lugar, intentaré discutir cómo, ante la crisis de la fundamentación en sentido moderno (i.e de la fundamentación demostrativa) y el fracaso de la empresa racionalista, los filósofos morales contemporáneos han retomado el espíritu aristotélico en su pretensión de explicitar los presupuestos contenidos en nuestro lenguaje moral. Presentaré las posiciones de Moore y Stevenson precisamente como el rechazo de toda pretensión de fundamentación demostrativa, expondré las posibles alternativas que se le pueden presentar y discutiré si esas alternativas pueden entenderse en la línea de una fundamentación dialéctica. Finalmente, en cuarto lugar, abordaré la posibilidad de una fundamentación de la moral en base a lo que Hume y Adam Smith, entre otros autores, llamaban los ‘sentimientos morales’.

UNO

El problema de la fundamentación de la norma moral es, en realidad, un caso del problema general de la fundamentación. Sin embargo, la manera como se ha entendido a lo largo de la historia de la filosofía la pregunta sobre qué significa una fundamentación ha cambiado de acuerdo con la óptica de quien planteaba la pregunta. Es decir, no sólo han cambiado las respuestas sino también la forma de plantear la pregunta.

Para los modernos el concepto de fundamentación se halla asociado a demostración, es decir, al hecho de poder deducir con carácter de necesidad y de manera concluyente unos enunciados a partir de otros. Así pues, un enunciado es fundamentado si podemos mostrar que se deduce de otros enunciados que o bien ya se hallan fundamentados o son, en algún sentido, fundamentales. Pero como es imposible derivar enunciados hasta el infinito, durante la modernidad de lo que se trató es de encontrar aquel enunciado cuya evidencia sea tan clara y distinta que resulte innecesario fundamentarla, precisamente porque es condición de posibilidad de toda fundamentación. Es decir, toda fundamentación posible tendría que presuponer ese enunciado, luego ese enunciado sería fundamental en un sentido estricto. Pero ese enunciado nunca se halló o, por lo menos, se halló sólo provisionalmente, porque aquel que creyó hallarlo no se percató de que era un enunciado no informativo y, por tanto, no podía ser un enunciado fundamentador, ya que de enunciados no informativos no se puede deducir enunciados informativos.

Usualmente, cuando se habla de una crisis de la fundamentación se suele tener en mente este sentido demostrativo, que es el que emprendió el proyecto ilustrado: la razón que se autofundamenta, la razón que vuelve sus ojos a sí misma; esta pretensión fue considerada por los críticos de la modernidad en crisis.

A diferencia de los modernos, Aristóteles era consciente de que este concepto se dice de múltiples formas. Para Aristóteles fundamentar algo, por ejemplo un enunciado, puede ser encontrar su principio (en el sentido de arjé), también puede ser encontrar otro enunciado del cual se deduzca (este es el sentido que van a privilegiar los modernos), puede ser proponer para él un conjunto de causas, es decir principios explicativos o, en fin, fundamentar un conjunto de enunciados puede ser

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