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Esquema Del Psicoanálisis: Sigmund Freud


Enviado por   •  13 de Abril de 2018  •  Apuntes  •  5.307 Palabras (22 Páginas)  •  100 Visitas

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Esquema Del Psicoanálisis: Sigmund Freud

CAPÍTULO I

EL APARATO PSÍQUICO

“El psicoanálisis establece una premisa básica cuya discusión concierne al pensamiento filosófico y cuya justificación se halla en sus propios resultados. Dos son las nociones que tenemos respecto a lo que hemos dado en llamar nuestro psiquismo (vida anímica):, el órgano somático que le sirve de escena: el cerebro (sistema nervioso); nuestros actos de consciencia dados en forma inmediata y que ninguna descripción podría aproximarnos más. No hay relación directa entre esos dos términos finales de nuestro conocimiento. Si la hubiera, nos ofrecería una localización exacta de los procesos de consciencia, sin contribuir a su comprensión.”  (Sigmund, 2024, p. 11)

“Suponemos que laida psíquica es función de un aparato al que atribuimos extensión espacial y composición de varias partes, o sea nos lo imaginamos a semejanza de un microscopio o algo parecido.” (Sigmund, 2024, p. 11-12)

“A la más antigua de estas provincias o instancias psíquicas le llamamos ello; su contenido es todo lo heredado, lo congénitamente dado, lo constitucionalmente establecida, los instintos surgidos de la organización somática, que hallan aquí una primera expresión psíquica.” (Sigmund, 2024, p. 12)

“En efecto, se ha establecido paulatinamente una organización especial que desde entonces oficia de mediadora entre el ello y el mundo exterior. A este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo.” (Sigmund, 2024, p. 12)

Características principales del yo

“En virtud de la relación entre percepción sensorial y actividad muscular, el yo gobierna los movimientos voluntarios. Frente al mundo exterior, aprende a conocer los estímulos, acumula experiencias, evita los que son demasiado intensos, enfrenta los estímulos moderados y aprende a modificar el mundo exterior adecuándolo a su propia conveniencia. Conquista el dominio sobre las exigencias de los instintos, decide si han de tener satisfacción, aplazando por los momentos y circunstancias más favorables. O bien suprimiendo. El yo se ajusta a la consideración de las tensiones excitativas que ya posee o que le llegan. Lo que se siente como placer y displacer, probablemente no sean las cúspides absolutas de esas tensiones excitativas, sino alguna particularidad en el ritmo de su modificación. El yo tiende al placer y quiere eludir el displacer. Responde con la señal de angustia a un aumento esperado y previsto de displacer, calificándose de peligro al motivo de ese aumento, ya amenace desde fuera o desde dentro. Periódicamente el yo rompe sus comunicaciones con el mundo exterior y se retrae al estado de reposo o sueño, modificando profundamente su organización. Dicha organización consiste en una distribución peculiar de la energía psíquica.” (Sigmund, 2024, p. 12-13)

“El hombre en formación vive dependiendo de sus padres formación en el yo una instancia particular que perpetúa esa influencia parental y a la que se ha dado el nombre de superyo. En la medida en que se yo o se le opone, este superyo constituye una potencia, en que se separa del yo o se le opone, este superyo constituye una tercera potencia, que el yo ha de tener en cuenta.” (Sigmund, 2024, p. 14)

“Un acto del yo es correcto cuando satisface al mismo tiempo las exigencias del yo, del superyo y de la realidad. Los detalles de la relación entre el yo y el superyo siempre se explican reduciéndola a la relación del niño con sus padres. En el influjo parental no sólo interviene los padres, sino también la influencia de las tradiciones familiar, racial y popular que aquéllos perpetúan, así como las demandas del respectivo medio social que los padres. En el curso de la evolución individual, el superyo también incorpora aportes de ulteriores sustitutos y sucesores de los padres, como los educadores, los personajes ejemplares, los ideales venerados en la sociedad. Se advierte que, pese a todas sus diferencias fundamentales, el ello y el superyo coinciden entre sí al representar las influencias del pasado: el ello, las heredadas; el superyo, principal mente, las recibidas de otros, mientras que el yo es determinado esencialmente por las vivencias propias es decir, por lo actual y accidental.” (Sigmund, 2024, p. 14)

“Este esquema general de un aparato psíquico también tiene vigencias para los animales superiores, psíquicamente semejantes al hombre. Debemos aceptar que existe un superyo en cualquier ser que haya tenido, como el hombre, un período más bien prolongado de dependencia infantil. Asimismo debe aceptarse inevitablemente el divorcio entre el yo y el ello.” (Sigmund, 2024, p. 14-15)

“La psicología animal aún no ha abordado el interesante problema que aquí se plantea.” (Sigmund, 2024, p. 15)

CAPÍTULO II

TEORÍA DE LOS INSTINTOS

“El poderío del ello expresa el verdadero propósito vital del individuo: satisfacer las necesidades que ha traído consigo. No es licito adjudicar al ello el propósito de mantenerse vivo y de protegerse mediante el miedo contra los peligros; ésta es la misión del yo, que además debe buscar la forma de satisfacción más favorable y exenta de peligros, prestando consideración al mundo exterior. El superyo puede hacer valer nuevas necesidades, pero su función principal reside en restringir las satisfacciones.” (Sigmund, 2024, p. 15)

“Denominamos instintos a las fuerzas que suponemos actuando tras las tensiones de necesidades del ello. Representan las exigencias somáticas planteadas a la vida psíquica, y aunque son causa última de toda actividad su índole es conservadora; de todo estado que un ser alcanza surge la tendencia a restablecerlo en cuantos lo haya abandonado. Por consiguiente, cabe diferencia un número indeterminado de instintos, lo que efectivamente hacemos en la práctica. Para nosotros, empero, adquiere importancia la posibilidad de reducir todos estos múltiples instintos a unos pocos fundamentales. Hemos comprobado que los instintos pueden cambiar su fin (por desplazamiento) y que también pueden sustituirse mutuamente, pasando la energía de otro, proceso este último que aún no se ha llegado a comprender bien. Tras grandes reservas y vacilaciones nos hemos decidido a aceptar sólo dos instintos fundamentales: el Eros y el instinto de destrucción. (La antítesis entre instinto de auto conservación y de conservación de la especie, así como otra entre amor de sí mismo y amor de objeto, debe incluirse dentro de los límites del Eros.) El primero tiene por fin constituir y conservar unidades cada vez mayores, es decir, tiende a la unión; el instinto de destrucción, por el contrario, persigue la disolución de las vinculaciones, la aniquilación. En lo que a éste se refiere, podemos aceptar que su fin último parece ser el de llevar lo viviente al estado inorgánico, de modo que también lo distinto de muerte. Si aceptamos que lo viviente apareció después de lo inanimado, surgiendo de éste, el instinto de muerte se adapta a la fórmula mencionada, según la cual todo instinto persigue el retorno a un estado anterior. En cambio, no podemos aplicarla al Eros (o instinto de amor), pues sería necesario presuponer que sustancia viva fue alguna vez una unidad, destruida más tarde, y que ahora tiende a una nueva unión.” (Sigmund, 2024, p. 15-16)

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