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GRESIA LA TRAJEDIA

JUANMIGUELMAYO26 de Septiembre de 2013

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GRECIA, LA DOCTRINA DE LA DEMOSTRACIÓN Y LA TRAGEDIA

Zuleta Estanislao.

En Arte y filosofía –

Editorial Percepción, Medellín 1986

Voy a comenzar por exponer brevemente la manera como se desarrolló en Grecia la teoría

del conocimiento a partir de Sócrates y Platón, que para lo que ahora nos interesa

consideraremos en conjunto, nos introduciremos al problema enfrentándonos al hecho de que en

Grecia se dan al mismo tiempo, la ciencia, la tragedia y la filosofía. Propiamente hablando, la ciencia es griega. Esto no quiere decir, que no existan, antes de Grecia conocimientos diversos; desde luego que sí, por ejemplo en Egipto conocimientos de geometría, y en Caldea de astronomía y muchos otros, pero lo que llamamos ciencia en la modernidad viene de Grecia, en el sentido de que los conocimientos griegos tienen una formalización científica. Es decir, la geometría puede estar en Egipto como

práctica para las construcciones, para cobrar

impuestos, para medir tierra reduciendo

terrenos de diferentes formas a una misma

unidad de medida (que es de donde

proviene su nombre por lo demás), pero la

geometría en el sentido que le damos

nosotros ahora, la geometría en un sentido

científico, expuesta como un sistema de

deducciones a partir de axiomas,

deducciones con demostraciones, eso es lo

que Grecia aporta: la doctrina de la

demostración.

Por otra parte, en las condiciones históricas

de Grecia no tenemos un arte secreto; en

Grecia se levanta la filosofía desde muy al

comienzo como un intento de explicación del mundo por sí mismo, es decir no por el mito, no

por la religión, sino por los elementos naturales como en Tales, en Heráclito, etc. Esa

filosofía evoluciona hasta el siglo V cuando llega a convertirse en una teoría del conocimiento:

En Lógica y en Crítica. Ahora bien, lo que pasa en Grecia es un fenómeno realmente

extraordinario, los griegos disponen de una libertad de pensamiento de que carecen la mayor

parte de los pueblos de la antigüedad. En Grecia no nos encontramos con un texto sagrado,

una Biblia, un Corán un Rig-Veda o algo así, con relación a lo cual uno pueda ser hereje.

Desde luego que su religión está expuesta por escrito, pero por los poetas: por Homero, por

Esíodo y por otros; cada cual tiene su versión y nadie puede ser hereje con relación a un

poeta. Ese es el primer punto que debemos considerar y lo que constituye lo más inquietante de

la cultura griega.

Debemos considerar también otros hechos: el hecho de que la religión griega es muy poco

represora, tanto con relación al conocimiento, como con relación a la sexualidad. Por ejemplo los

dioses griegos están muy lejos de dar buen ejemplo en cuanto a ese respecto: el señor Zeus2

anda disfrazado de cisne, de toro o hasta de lluvia de oro, en todas sus correrías al escondido

de su esposa Hera, siendo el más alto del Olimpo, los otros siguen desde luego su ejemplo; y

mientras unos pelean por eso y se enfurecen, suena la risa de los dioses en la colina del

Olimpo, porque los otros se ríen entre tanto. Dioses que ríen, dioses que gozan, es un

fenómeno que para la mentalidad judaico- cristiana no deja de ser extraño. Pero sobre todo

dioses que no reprimen, al contrario en lugar de ser culpabilizadores, los dioses griegos sirven

para disculparse.

En la Odisea, por ejemplo, Telémaco sale en busca de su padre y uno de los primeros sitios

donde llega es a la isla en que se encuentra Helena (la que formó aquel lío de la guerra de

Troya cuando se fue con París); pues esta Helena le dice tranquilamente a Telémaco: “Pero

yo no tuve la culpa, un dios (Eros) me lo inspiró”. Es decir, la religión griega lejos de ser

culpabilizadora, sirve más bien de disculpa; ese es un rasgo supremamente interesante.

Encontramos igualmente el hecho de que puedan convivir al mismo tiempo las doctrinas más

opuestas y que cada cual busque sus adeptos libremente: Heráclito, Parménides, por otra parte

Empédocles y por otra Anaxágoras, y nadie puede declarar al otro hereje con relación a algo.

Esto es un fenómeno muy inquietante porque es lo que obliga progresivamente a probar, a

demostrar, a hallar el por qué. Cuando no se puede salir del paso con una cita de un texto

sagrado o de un gran profeta, cuando no se cuenta con los perniciosos auxilios del Espíritu Santo

que declaró la verdad de una vez y para siempre, entonces hay que demostrar. Ese es el

ambiente griego y por eso la filosofía surge en Grecia porque allí está la exigencia de la

demostración.

Pero también, son condiciones que tienen su costo: la angustia griega. Esto es algo muy

particular, porque Grecia también tiene una forma de existencia que permite elaborar la

tragedia, precisamente porque es una existencia trágica. No es una casualidad que ellos hayan

hecho la tragedia, hayan producido a Sófocles, Esquilo y Eurípides, es que su existencia

misma es trágica: la tragedia es el costo de la libertad. La tragedia es un resultado de

condiciones donde no existe una referencia absoluta. Vamos a hacer una comparación para

que quede más claro.

Comparemos el fenómeno trágico griego con un fenómeno de una existencia no trágica como

por ejemplo, el del pueblo judío. Primero quiero definir trágico: lo estoy tomando en el sentido

que le da Hegel en el segundo tomo de LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, un capítulo que se

llama “LAS VICISITUDES DE SÓCRATES”, donde Hegel explica qué entiende por trágico.

Resumo brevemente lo que dice Hegel: “un hecho trágico, un acontecimiento trágico, una

forma trágica de existir, sólo ocurre cuando se encuentran dos potencias igualmente

válidas y no logran una síntesis”. En este sentido no debemos confundir trágico con triste,

ni con espantoso. La muerte de un niño que es muy amado por todo el mundo es un

fenómeno extraordinariamente triste y espantoso; la injusticia que se comete contra un santo o

contra un justo cuando se lo tortura y se lo masacra es extraordinariamente triste; pero no hay

nada trágico allí, es decir, no existe el drama de dos potencias válidas encontradas. Hay una

potencia válida: el justo; y otra que no es válida: la arbitrariedad de los torturadores. Existe

un poder arbitrario absoluto y entonces la consecuencia es algo muy triste. Lo que llamamos

trágico es distinto: es cuando dos potencias igualmente válidas se enfrentan y no pueden

encontrar una síntesis.

El caso de las vicisitudes de Sócrates que da Hegel como ejemplo y de dónde saca su teoría

de la tragedia, muestra que Sócrates defiende un punto de vista que es esencial al racionalismo:

el punto de vista de los derechos de la conciencia. A Sócrates no se le puede acusar de un

delito particular, de haber violado una ley de Atenas, su crimen en cierto sentido es ninguno, y

en otro sentido es mucho peor que la violación de una ley cualquiera. Viola el fundamento de

las leyes cuando predica que acatará todas las leyes de Atenas desde que él las considere 3

justas. Pero esa salvedad, “desde que las considere justas”, es decir, sometida la ley, la

objetividad de la ley, la validez de la ley a la conciencia, al criterio de la conciencia, al principio

de pensar por sí mismos que es el principio primero del racionalismo, eso no lo puede tolerar la

ley. El problema de Sócrates propiamente hablado no es con la religión, es con la legislación,

con las leyes, porque su posición es un principio subjetivo y la ley no puede aceptar ser

relativa a un principio subjetivo.

Supongamos que Sócrates lo lleve a cabo de una manera muy noble, pero no podemos

aceptar el principio, era lo que decían los atenienses, era lo que decía su gran enemigo

Aristófanes. Nosotros tampoco podemos aceptar el principio y de todas maneras nadie lo puede

aplicar en la vida. Nadie le puede decir a un hijo: “haga lo que usted considere bien hecho” y

dejarlo por ahí ¿desde cuándo le va a empezar a decir eso? De todas maneras tiene que

enseñarle qué considera bien hecho. Lo mismo ocurre con la legislación que no puede darse ese

lujo, porque qué tal que alguien diga: “bueno yo no pago impuestos porque yo no considero

que eso sea justo”. No todo el mundo es Sócrates, a lo mejor él los pagaría. Si el principio de

la razón subjetiva, de la verdad de la conciencia rigiera, la ley se derrumbaría entera y sin

embargo ese principio no puede ser tampoco abandonado: Actuar contra su propia conciencia es

ser un esclavo. La tragedia se produjo porque en ese momento se enfrentaban dos

principios válidos, la ley y la conciencia, y no encontraron una síntesis.

Si consideramos la Tragedia de “ANTÍGONA”, encontramos que Antígona defiende un

principio subjetivo. Hay una magnífica exposición de Hegel al comenzar el II tomo de la

FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU. Allí también muestra esa situación de la tragedia, allí se

enfrentan dos valores: los derechos de la ciudad que han sido violados por el hermano que se

levanta contra su propia ciudad y

...

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