LA MUERTE EN DISTINTAS EDADES
SAJE198927 de Abril de 2015
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EL ENTENDIDO DE LA MUERTE
SU PROCESO EVOLUTIVO
La muerte es algo natural, incontrastable e inevitable.
Hemos manifestado permanentemente la inequívoca tendencia
a hacer a un lado la muerte y eliminarla de nuestra vida.
Hemos intentado matarla con el silencio.
En el fondo nadie cree en su propia muerte.
En el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad.
Y cuando muere alguien querido próximo, sepultamos con él nuestras
esperanzas, nuestras demandas y nuestros goces.
No nos dejamos consolar y hasta donde podemos nos
negamos, al sustituir al que perdemos.
FREUD, S. 1917.
La acción de comprender, según la Real Academia Española, implica una “…facultad, capacidad o perspicacia para entender y penetrar las cosas”. Comprender la muerte o el morir es una de las cosas más difíciles del ámbito humano en razón de ser la muerte un acontecimiento extraño, impersonal o ajeno a uno mismo. De tal forma que lo que podemos entender o penetrar acerca de ella es ínfimo: de la muerte sabemos del que ha muerto ya. Lo sabemos gracias a la muerte del otro.
Ciertamente que no es posible ocultar la idea de la muerte, como también se torna difícil empezar a aceptarla en plenitud sobre todo cuando una enfermedad crítica la evoca. Asimismo, las enfermedades terminales o situaciones límite nos evocan la muerte del que ya no está, del que ya se ha ido, del que ya murió; dejan una fatal sensación de que irremediablemente también a mí me puede pasar, también esas circunstancias pueden permear en mí. No es posible pero ocurre… ¿Cómo entenderlo, cómo explicarlo?
Para Iván Ilich, ante su aguijón de carne o enfermedad que tenía, la muerte se le “…mostraba a través de todo; nada podía ocultarla” (Tolstoi, 2013: 52) pues todo era decadencia, todo era cesación y término. Término de su vida era lo que Iván sentía, agonía incesante, muerte “…violenta e irreprimible” (RAE) que le aniquilaba hasta destruirlo, hasta llevarlo incesante hasta las ruinas. Se acercaba esa helada e incesante muerte; para Iván Ilich la muerte se le presentaba asomándose y en una enfermedad anunciando su llegada…no puede ser pero es… No se puede huir de ella. Sólo así me parece posible decir: “…he pensado y visto la muerte del otro, pero ahora pienso que algún día moriré”.
De esta contradictoria manera se puede pensar y entender a la muerte, como un fenómeno natural, contrario e inherente a la vida y además inconmensurable. El mundo de los adultos se resiste a aceptarla ante las pérdidas y sobre todo por miedo y dolor alternos que ello implica.
Ahora bien, con la muerte se pierde algo que se tenía. Pero hay un sinfín de causales de dolor y de dolor de muerte: muerte de cónyuges, muerte de familiares cercanos como un hijo, muerte de padres o hermanos, muerte de un amigo, pagar condenas en cárcel, divorcio, despido del trabajo, enfermedad personal, accidente grave, casamiento, jubilación, dificultades sexuales, cambios financieros y de ingreso económico, discusiones en la familia, hipotecas, hijos e hijas que abandonan el hogar, problemas legales, mudanzas, etc., todo ello produce dolor en el ser humano y cambios estresantes en el comportamiento y, a veces, esas heridas nunca se borran del todo.
Así es que cada cambio en sí mismo puede producir un dolor y una especie de muerte en cada individuo y en cada una de estas circunstancias se encuentra el individuo aprendiendo de la separación que implica el término de una cosas que ha estado con nosotros por demasiado tiempo y con la cual habíamos estrechado una relación afectiva y muchas veces dependiente.
La muerte como una ley universal es de difícil comprensión para muchos adultos y no debemos esperar que el niño la entienda en determinado momento de su vida, por lo que se hace preciso desde su temprana niñez ir “acercándolo” a ese concepto universal e intransferible para que en adultez pueda construir más plenamente su propio concepto. Acercándolo significa propiciar que por él mismo descubra que las cosas dejan de ser y que todo es frágil, pasajero, que todo principia y termina y que un día también él dejará de existir.
EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE MUERTE EN EL INDIVIDUO.
Dos entes vivos difieren en cuanto la vida de ellos es distinta
y como vivir no es lo mismo para los dos, tampoco
el morir (que es dejar de vivir),
tampoco significa lo mismo.
M. de UNAMUNO.
La existencia con sus múltiples manifestaciones físicas, biológicas, culturales, políticas, sociales, económicas, etc., se ve atravesada por infinitas etapas internas de retrocesos, decadencias o regresiones. Estas regresiones son la misma muerte y permanecen silenciosas, latentes en el devenir histórico de cada uno de los anteriores componentes, haciendo que todo surja y todo termine, que todo inicie y llegue a su propio fin. Considero que el germen de la propia muerte está en el inicio de la vida. Como dijo el sabio judío Salomón en sus Proverbios bíblicos: “…Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere bajo del cielo tiene su hora… tiempo para nacer y tiempo para morir”.
Muerte según infantes o bebés
Considero que el ser humano no nace con miedo a morir, sino que lo aprende en el camino de sus días. Un argumento mental saludable acerca del concepto de muerte expresa que la idea del morir se aprende, como cualquier aprendizaje de la vida en el desarrollo del ser humano. Ernest Becker (La negación de la muerte, 2003) afirma que “…el miedo a la muerte no es connatural al ser humano…no nacemos con él”.
La concepción de la muerte en los primeros años de vida de infancia es muy abstracta, muy vaga. Cómo pudiera ser diferente si el infante no tiene referencias directas en razón de que vive y experimenta sensaciones de plenitud, de gozo, de alimento y de satisfacción. Según Becker el niño
“…no conoce la muerte hasta la edad de entre tres y cinco años… la idea es demasiado ajena a su experiencia. Vive en un mundo lleno de seres vivos que realizan obras, que reaccionan ante él, que le divierten y le alimentan. No conoce lo que significa que la vida desaparezca para siempre, ni teoriza sobre a dónde puede ir a parar ésta. Sólo de forma gradual va a aceptar que existe algo que se llama muerte que se lleva a la gente para siempre. Llega a admitir, de mala gana, que la muerte tarde o temprano se lleva a todo el mundo. Esta concienciación gradual de que la muerte es inevitable puede continuar hasta los nueve o diez años” (Becker, 2003).
Muerte según niños y niñas
Según las fases de adquisición del concepto de muerte en el niño (Nagy, 1940), la idea de muerte en los niños y niñas de 0 a 3 años no existe; sin embargo en variaciones de edad entre tres a cinco años la muerte representa una ausencia de lo que estaba y ya no está, de lo que se veía y ya no se ve; entre los 5 y 7 años la muerte se presenta como inesperada en un suceso accidental, rápido, fugaz y sin más meditaciones acerca de la misma.
Considero que el niño desde el inicio de su vida hasta la adolescencia se encuentra constantemente de frente a circunstancias que le dejan huella de lo que significa dolerse, lo que significa muerte y lo que significa la pérdida de algo. Estas circunstancias cotidianas pueden acercar –y de hecho lo acercan- al hecho de la muerte. Cuando se rompe un juguete favorito la niña atraviesa un sufrimiento acompañado hasta por el llanto; la muerte de una mascota para el niño representa una pérdida grandísima permeada por sufrimiento instantáneo, llanto y duelo de varios días y hasta semanas, incluido el recuerdo de la mascota que le acompañará durante años.
Estas familiares escenas que viven los niños son buenas como aprendizaje de aquello que pudiera implicar la muerte para los mismos. Las reacciones del niño ante los sucesos antes descritos tienden a ser emociones intensas y con tendencia a desestabilizar su organismo y conducta. El llanto que emerge en ellos debe ser aceptado como normal y el niño y niña deben ser escuchados y aceptados, así podrán digerir emocionalmente más fácil lo que les sucede y llevarlos a una mejor comprensión de lo acontecido.
Más allá de la comprensión de la muerte por parte del niño, sí es importante quitar las barreras que la niegan o la ocultan. Ante una muerte una de las reacciones naturales es alejar al niño para evitar su sufrimiento. Considero que esto es una reacción que habla más de quien aleja al niño que del niño mismo. ¿Para qué apartar al niño de la realidad que se está viviendo? ¿Se puede ahorrar sufrimiento en el niño?
La sensibilidad del niño es suficiente para recibir en su interior que algo pasa y eso que pasas les molesta, por lo que no es pertinente ocultarles todo aquello que implica la muerte y el morir. Por el contrario es emergente explicar aquello que ya nosotros alcanzamos a “entender” de la muerte del otro. La sensación de vacío, los cambios de la rutina de una casa se perciben automáticamente y sobre todo se detecta la ausencia de la persona que un día atrás nos abrazaba y jugaba con nosotros y que hoy no está.
La espera del ser querido muerto de parte del niño de 5 años es angustiante para él mismo, precisamente porque espera y espera a quien no volverá. Esto significa dos cosas: que es un error enseñarle la muerte al niño como un viaje largo que inició una persona querida y que el niño está evolucionando su propio concepto de la
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