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LA POSIBILIDAD DE APRENDER BASES PARA EL APRENDIZAJE ESCOLAR

conitenaglia1 de Mayo de 2014

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LA POSIBILIDAD DE APRENDER

BASES PARA EL APRENDIZAJE ESCOLAR

En anteriores encuentros hemos intentado clarificar las relaciones entre psicología y educación y focalizamos nuestro punto de mira sobre el proceso de enseñanza aprendizaje, considerando que constituye un binomio inseparable en el ámbito de la educación formal, de modo tal, que no es posible pensar en una “psicología del educando” descontextualizada, o aislada de la relación con el otro.

Establecida esta premisa, nos abocaremos ahora a considerar las bases sobre las que se estructura el aprendizaje escolar, es decir las peculiaridades del psiquismo humano que lo hacen posible. Analizaremos entonces las Condiciones Internas del aprendizaje, los diferentes planos constitutivos del sujeto, desde las raíces profundas que mueven el deseo de saber, hasta el desarrollo de las motivaciones y los intereses más específicos, pasando por las condiciones madurativas de base neurofisiológica y las de socialización. Pero cabe señalar que además interactúan en la situación de aprendizaje escolar aspectos externos al sujeto como el plano de las condiciones sociales y políticas por un lado y por otro el plano del sistema escolar. No abordaremos en forma específica el desarrollo de los caracteres cognoscitivos (atinentes al desarrollo específico de la inteligencia), pues su análisis constituye una de las bases de la formación docente; nos remitiremos a ellos considerándolos saberes previos.

¿Quién es el responsable del aprendizaje, el organismo o el psiquismo?

En todo proceso de aprendizaje están implicados –según la perspectiva psicoanalítica- cuatro niveles: Organismo, Cuerpo, Inteligencia y Deseo. Trataremos de exponer algunas diferencias e interrelaciones entre estos cuatro niveles.

Para Sara Paín (1) el organismo es similar a un aparato de recepción programada, que posee células nerviosas que registran asociaciones de flujos eléctricos, capaces de reproducirlos cuando sea necesario. Tiene un funcionamiento codificado, mientras que el cuerpo aprende su funcionamiento. El cuerpo es una entidad de la que se podría tener una imagen o ser simbolizada. Nos es dado pero tenemos que construirlo simbólicamente, debemos habitarlo, hacerlo nuestro. Se tiene un cuerpo, no se es un cuerpo. De él se tiene una representación y también se puede gozar de él. Es mediador y sintetizador de comportamientos eficaces para el dominio del entorno, asiento del yo. Acumula experiencias, adquiere destrezas. Por ejemplo la respiración es un comportamiento orgánico, en cambio la emisión de la palabra es una coordinación que tiene que ser aprendida.

El organismo bien estructurado constituye una base esencial para el aprendizaje y sus perturbaciones dificultan este último proceso. Aparece entonces un concepto fundamental asociado: el de maduración, que en el Diccionario de Psicología de H. Pieron, es definido como: “actividad interna que determina las etapas sucesivas de desarrollo del niño, que está condicionada por la interacción del organismo y el medio interno (el crecimiento designa la interacción del organismo y de los medios internos y externos)”.

Los factores de maduración actúan en el organismo con “orden y empuje continuados, siguiendo una línea específica de desenvolvimiento, a pesar de las variaciones y ritmos diferentes” (2), que dependen más de fluctuaciones del mismo proceso interno que de influencias definidas del ambiente. Para la integración de la experiencia, y por ende, para el aprendizaje, es fundamental la integridad anatómica y funcional, de los sistemas directamente comprometidos en la relación con el entorno. La integridad neurológica, el adecuado funcionamiento glandular, el desarrollo esquelético y neuromuscular, la salud de los analizadores (órganos sensoriales) constituyen aspectos primarios que deben ser considerados básicos en la posibilidad de aprender. Por ello, en la educación, hay que tener en cuenta, la importancia de estos procesos, que afectan –paralelamente- el ajuste personal-social del niño a la escuela.

Retomando ahora la dimensión corporal subyacente en el aprendizaje, nos remitimos a Alicia Fernández (3) cuando dice: “Todo aprendizaje pasa por el cuerpo, porque deja un signo de placer cuando se produce y éste está en el cuerpo. Sin signo corporal de placer, el aprendizaje desaparece. El cuerpo coordina y ésta resuena en placer de dominio. Al docente no debería bastarle una respuesta favorable por parte del alumno, sino su placer cuando logra una respuesta; ya que la apropiación del conocimiento, su integración implica el dominio del objeto.” El cuerpo participa en la apropiación del conocimiento por la acción, en los dos primeros años, y por la representación después.

También la mirada, la voz y el gesto del otro muestran el interés que le reviste el conocimiento, hablan del deseo del otro, lugar de anclaje del deseo del sujeto. En este sentido Sara Paín sostiene que lo que más erotiza al aprendizaje es la mirada y la imagen de ser visto. Tiene más relevancia en este proceso la erotización de la relación, que las mismas zonas erógenas del cuerpo.

Para ejemplificar la diferencia entre los conceptos de organismo y cuerpo vale citar un fragmento de F. Doltó (4) refiriéndose a niños con organismos dañados hasta el grado de la invalidez o la ceguera “ La evolución sana de ese sujeto, simbolizada por una imagen del cuerpo no inválida, depende de la relación emocional de los padres con su persona, de que muy precozmente éstos le ofrezcan, en palabras, informaciones verídicas relativas a su estado físico de lisiado.” La representación de su cuerpo podrá ser no inválida, siempre que los padres hayan aceptado la invalidez del niño y lo puedan amar. Que la invalidez pueda ser sentida como un estado y no como su esencia.

Los niveles que estamos presentando se consideran como estructuras pertenecientes a un individuo, incluido a su vez como una estructura en otra más amplia que es la familia, y ésta a su vez también incluida en una estructura mayor, el sistema socio-económico-educativo. Esta aclaración resulta esencial para poder hablar de las relaciones entre inteligencia y deseo, ya que debemos incluir otra dimensión: la de la alteridad o del Otro. El otro que devuelve la propia integridad. Devuelve especularmente la posibilidad de reconocerse como una unidad.

El sujeto humano viene al mundo formando parte de una estructura familiar y con un lugar asignado. La interacción se produce inicialmente a través del vínculo con la madre. Por eso el aprendizaje es una relación vincular. La madre libidiniza al hijo, lo inviste con su deseo. En este vínculo con la función materna de satisfacción y contención, el niño estructura su actitud frente al mundo y por lo tanto frente al aprendizaje. Ese Otro, tal cual el espejo, también devuelve la imagen de completud, que uno solo nunca alcanza.Así vamos construyendo el esquema corporal, dejando atrás el cuerpo fragmentado de los primeros meses, para poder llegar al “yo corporal”. Esta relación de amor es la que luego permite que el hijo desplace hacia la realidad su propia libido deseando explorarla, desentrañarla. Pero para que esto se produzca la madre debe retirarse paulatinamente, así el desplazamiento tiene lugar. Este movimiento de “separación” es fundante y también frustrante, lo que genera en el niño (y también en la madre) la necesidad de procurarse nuevos medios de satisfacción. Una posibilidad es el aprendizaje.

“Al hablar de inteligencia, deseo y corporeidad, nos referimos a intercambios cognitivos y afectivos con el medio y no sólo orgánicos. Una cosa son los intercambios reales con el medio que puede realizar el organismo (mediatizado por el cuerpo), otra los virtuales que puede realizar la inteligencia y otra los afectivos-vinculares.” (5)

La estructura cognitiva y la estructura simbólica (el nivel del deseo) son diferenciables pero articuladas. Sara Paín plantea que el problema de aprendizaje, es decir aquel síntoma donde la inteligencia es atrapada por el deseo, es el lugar privilegiado, quizá el único para poder observar las relaciones entre ambas estructuras.

Cuando hablamos de inteligencia nos referimos a una estructura lógica, mientras que la dimensión deseante es simbólica, significante y alógica. El pensamiento es uno solo, es una trama, en donde inteligencia es el hilo horizontal y deseo es el vertical.

El psicoanálisis al explicar el origen del pensamiento se remite a una experiencia básica: La experiencia de satisfacción primaria. En ella narra Freud, que un bebé a pocas horas de nacer siente hambre, esto le produce una tensión que si sigue aumentando se torna insoportable por su estado de inermidad, de indefensión. Le significaría un aniquilante dolor psíquico si no viniera un adulto a brindarle ese objeto de satisfacción que está necesitando. Ahora bien cuando la madre acude a su llamado, no sólo le da alimento, sino que junto a la leche le da un contexto de placer que lo libera de esa tensión. Esta experiencia deja su huella en el psiquismo incipiente del niño, de manera tal que cuando vuelva el hambre y la consiguiente tensión; el cuerpo tenderá a reproducir ese vínculo con el Otro primordial que lo reconfortó. Empieza a representar ( aunque de una manera muy primitiva, vinculada a la alucinación), al reproducir en el cuerpo lo que no está en el cuerpo. Trata de reproducir un tipo de vínculo con el otro, de plenitud, de totalidad que nunca va a poder ser reproducido tal cual. Pero la impronta que resta en el cuerpo es aprender a volver

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