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La Estudiosidad


Enviado por   •  25 de Octubre de 2013  •  4.513 Palabras (19 Páginas)  •  542 Visitas

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La estudiosidad, virtud íntimamente relacionada con el conocimiento de la verdad. Toda verdad es práctica, abstracta en apariencia, la más sublime, es también la más práctica. Toda verdad es vida, orientación para el hombre.

LA ESTUDIOSIDAD COMO VIRTUD

Tengamos en cuenta que una cosa es el conocimiento de la verdad tomada en sí misma y otra el apetito de conocer la verdad. De hecho en nosotros es necesario promover el apetito de conocer. Gracias a dicha consideración brota la palabra “estudiosidad”.

En el lenguaje cotidiano la palabra “estudiosidad” se suele referir a la particular dedicación de un buen alumno. La traducción hace referencia a la aplicación por el estudio. Santo Tomas emplea el término en un sentido preciso. La palabra stadium, dice “importa la aplicación intensa de la mente en algo”, significa dedicarse a algo, ocuparse concienzudamente en alguna cosa, trabajar con empeño. Santo Tomas nos dice “lo primero a lo que se aplica la mente es al conocimiento y luego a aquellas cosas a las que el hombre se dirige mediante conocimiento, la materia propia de la estudiosidad es el conocimiento.

El conocimiento puede ser considerado desde dos puntos:

El primero es el acto ismo de conocer, porque atiende a la verdad que se contiene en el juicio y a dichas ejercitaciones son llamadas “virtudes intelectuales”.

El segundo es el acto del apetito de conocer, porque apunta a la recta voluntad de aplicar la potencia cognoscitiva a un objeto determinado, es decir a la verdad y ello solo por el amor a la verdad pertenece a las “virtudes morales”.

El acto mismo de conocer se muestra, así, como un acto propio de la inteligencia. El acto del apetito de conocer se representa como un acto independiente de la voluntad. Como puede verse el estudio o aplicación de la mente en el conocimiento debe ser regulada por una virtud moral. Sin duda la templanza cuyo objeto es regir la tendencia instintiva a los deseos y placeres. Así como el hombre naturalmente apetece el placer de los alimentos y de los objetos venéreos, así desea naturalmente conocer algo por lo que dice el filósofo “todos los hombres desean naturalmente conocer”.

La moderación de dicho apetito pertenece a la virtud de estudiosidad, parte potencial de la templanza, como virtud secundaria y agregada a la virtud principal. Dicha regulación se aplica a dos ámbitos: el del fin del estudio y del modo que se tiende al fin. En lo que toca al fin, sabemos que nuestro conocimiento tiende a la verdad, en contraposición al error que defrauda el impulso de la inteligencia. La regulación de la verdad es propia de la virtud de la estudiosidad.

LAS CONDICIONES DE LA ESTUDIOSIDAD

Para esto nos inspiraremos especialmente en las lucidas reflexiones del P. Sertillares. Lo primero que se ha de hacer si se desea adquirir la virtud de la estudiosidad es comenzar por establecer en nosotros una “zona de silencio”. Se vuelve pues impredecible el hábito de del silencio al menos creando un pequeños islotes de silencio en medio de todo el alboroto en el que nos movemos. Decía Saint-Exupéry que en el silencio brotaran las palabras, no de la radio ni de la tele.

Se requiere así mismo el recogimiento. En cierta ocasión le pregunto a santo tomas si podía darle algunas recomendaciones para ordenarse en el estudio. De los 16 consejos que le propuso, fruto de su experiencia 7 de ellos se refieren al recogimiento.

Inescindiblemente unida al recogimiento, casi hasta identificarse con él, está la soledad. No se trata del aislamiento, el puro alejamiento o retiramiento. Permanecer en la casa y darse una charla interior no propiamente es soledad. Existe una falsa soledad así como existe una falsa paz.

El intelecto no es más que un instrumento, su efectividad depende del uso que de él se haga. A la inteligencia la mueve la voluntad ardiente y decidida. Bien ha dicho Montejano”es preferible no ser tan inteligente y tener una férrea voluntad de ser muy inteligente y no tener voluntad”.

El primero con perseverancia superará los obstáculos y encontrara el camino y el cambio, el segundo acabara como un bohemio de la inteligencia. La voluntad es por ello irremplazable.

La virtud de la estudiosidad exige también ciertas virtudes morales. El ejercicio de las virtudes morales- dice Santo Tomás-por las cuales son dominadas las pasiones, importa soberanamente para la adquisición de las ciencias.

Pues bien las pasiones y los vicios debilitan la atención, la disipan, la desvían y mediante rodeos cuyas sinuosidades escrutaron agudamente Aristóteles y otros pensadores, acaban de deformar el juicio.

Por la pereza quedan sepultadas las mejores cualidades, la sensualidad debilita al cuerpo, entonces la inteligencia disipa la memoria, el orgullo aparta de la sujeción a la realidad, la envidia niega obstinadamente la verdad evidente, la irritación desdeña toda la crítica y se obstina en el error.

Entre las virtudes morales destaquemos para la nuestra la importancia de la humildad. Por el estudio hallamos algo, no lo inventamos, como lo querría la filosofía idealista. Intelectualmente, el orgullo es el padre de las aberraciones y de las creaciones ficticias.

Bien ha dicho Pascal: “quien sube sobre los hombros de otro ve más lejos, aun cuando él sea más pequeño”. El card Luciani, por su parte escribe que “ser confidente de grandes ideas vale más que ser inventores mediocres”.

Cuanto más preciosa en una idea, tanto menos interesa saber de dónde viene. Pero al mismo tiempo será preciso odiar el error, venga de donde viene.

Si no amas la verdad, podrás decir que la amas e incluso hacerlo creer a los demás, pero puedes estar seguro de que, en ese caso, carecerás de horror hacia lo que es falso, y por esta señal se reconocerá que no amas la verdad. La humildad nos llevara a entender que no es posible edificar sobre la nada y que los retoques del artesano no han de afectar la solidez de los fundamentos. Somos herederos de verdad, la hemos recibido para profundizarla cada vez más.

La estudiosidad, la relación de dicha virtud con la plegaria no nos referimos al espíritu mismo de oración que debe de impregnar el estudio.

La inteligencia solo encuentra la plenitud cuando rinde homenaje a la verdad suprema a través de las verdades singulares y dispersas. La verdad Fontal es una; las verdades particulares son como los fragmentos de una red inmensa.

Esta especie de encarnación de Dios en cada verdad particular es lo que permite al estudioso el éxtasis intelectual, ese salir de si para regresar en la verdad suprema.

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