La Etica.
JFranciscoAzulTesis12 de Octubre de 2013
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ETICA
La ética es la base de la cual debe depender todo tipo de investigación científica. En toda investigación científica debe impregnarse adicionalmente del rigor científico de las implicancias éticas. Cuando nos referimos al rigor científico estamos aludiendo a la búsqueda de cada vez mayor validez y confiabilidad en la presentación de los datos y de información concluyente, con respecto a la investigación científica a realizar.
La ética viene a ser la reflexión crítica de la moral por la distinción de lo correcto frente a lo incorrecto. El investigador científico debe de abordar una serie de funciones, como: el acceso al escenario, las estrategias de entrada, el contacto con las fuentes de información, la presentación de la propia investigación, la identificación de los informantes clave, la adopción de un rol, el grado de participación y el abandono del escenario de investigación. Las principales implicancias tienen que ver con lo que se llama el consentimiento informado. Otra cuestión es la privacidad y la confidencialidad de la identidad de los participantes. Y el acceso a la información y a las personas que faciliten y garanticen esta estancia.
2.1 IMPLICACIONES ETICAS DE LA INVESTIGACION CIENTIFICA
En toda investigación científica debe impregnarse adicionalmente del rigor científico de las implicancias éticas necesarias para que dicho trabajo no sea un rotundo fracaso.
Cuando nos referimos al rigor científico estamos aludiendo a la búsqueda de cada vez mayor validez y confiabilidad en la presentación de los datos y todo tipo de información concluyente, con respecto a la investigación científica a realizar. Sin embargo, la investigación puede culminar con un elevadísimo grado de rígor que pueda dejar al descubierto carencias de rigor ético en su elaboración.
¿Qué es el rigor ético? La ética es la base de la cual debe depender todo tipo de investigación científica, en especial, la de índole cualitativo. Este rigor ético deviene en una serie de implicancias que derivan desde que la realidad puede ser percibida por el investigador en su papel de observador y en el de persona. Como observador puede diferir como en el de persona dando prioridad a un rol frente al otro y trayendo como consecuencia una deformación de su visión de la realidad. Como observador se supone que va a hacer uso de aquellas técnicas e instrumentos de investigación con el cual lograr sus propósitos; como persona va a tomar en consideración toda aquella subjetividad que le caracteriza como sujeto cognoscente. Esta subjetividad traducida en sentimientos, emociones, aparte de sus prejuicios y estereotipos pueden deformar su visión de la realidad. Así también, el exceso de objetividad buscado por su rol de investigador puede impregnar la investigación de tanta frialdad que puede desbordar las implicancias éticas. Lo justo es buscar una adecuada mediación de estos dos roles para derivar en exitosa la investigación, al menos, funcional en su uso.
Entonces, la ética viene a ser la reflexión crítica de esta moral por la distinción de lo correcto frente a lo incorrecto. El investigador científico debe de abordar una serie de funciones, como: el acceso al escenario, las estrategias de entrada, el contacto con las fuentes de información, la presentación de la propia investigación, la identificación de los informantes clave, la adopción de un rol, el grado de participación y el abandono del escenario de investigación. Todas estas funciones deben estar provistas de rigurosas implicaciones éticas. Las principales implicancias a este respecto tienen que ver con lo que se llama el consentimiento informado. Esto significa que los sujetos de investigación tienen derecho a ser informados de las diversas implicancias a los que tuvieran participación. Otra cuestión a abordar será la privacidad y la confidencialidad, sobretodo, la que asegure la seguridad y protección de la identidad de los participantes. Y, finalmente, las implicancias relacionadas con la estancia en el campo de investigación, sobretodo, el acceso a la información y a las personas que faciliten y garanticen esta estancia.
Ahora revisemos quiénes son los que abordarán estas cuestiones éticas en el proceso de investigación. Ellos serán los investigadores, la comunidad científica, las personas que usan los resultados y la sociedad en general. El investigador científico jamás tratará de servirse de la gente sujeto de investigación, sino establecerá comunicación con ellos, con la retroalimentación pertinente. Otra cuestión ética a abordar tiene relación con la validez de los datos. Cuán generalizables éstos sean o particularizables y específicos, dependerá del momento que al investigador de interese privilegiar y el tema a investigar.
2.1.1 LIMITES ETICOS DE LA INVESTIGACION
¿Existen límites éticos que el científico no puede traspasar?
Hay quienes piensan que hablar de “límites éticos” de la investigación es algo así como caer en formas de censura que no permitan al científico desarrollar todas sus intuiciones. Pero si la ciencia es una actividad humana, que toca a los demás, que beneficia (o perjudica) a otros, que conlleva grandes cantidades de dinero y que puede servir para detener enfermedades o para provocarlas, está claro que debemos poner muros firmes y seguros para que no se dañen a seres inocentes o “culpables” (no nos parece justo que se realicen experimentos sobre criminales o prisioneros, cosa que por desgracia se ha hecho en algunos momentos de la historia).
¿Cuáles son los límites mínimos que podemos pedir al científico en su trabajo de investigación? Podemos aplicar un esquema sencillo: límites en los fines u objetivos, límites en los medios, límites en los resultados y en los costos económicos y sociales.
Límites en los fines: está claro que una investigación que tenga como objetivo destruir vidas humanas debe quedar totalmente fuera de nuestro horizonte. Por desgracia es algo que se hizo en la Alemania nazi, donde se veían qué gases y qué métodos eran más adecuados para los asesinatos de masa. Y es algo que se sigue realizando cuando se buscan maneras más o menos refinadas para el aborto, el infanticidio, la eliminación de ancianos o de personas enfermas, la construcción de “eficaces” armas de exterminio, etc.
Límites en los medios: una vieja sentencia ética afirma que un fin bueno no puede justificar un medio malo. Curar a una persona que tiene graves problemas de riñones no puede permitir el que se elimine a un enfermo más o menos grave que puede convertirse, así, en donante anónimo de un riñón que hará feliz a otro... Descubrir una vacuna contra el SIDA a costa de recurrir a voluntarios “forzados” que se verán seguramente contagiados por el terrible virus no puede ser lícito, aunque se pueda curar, luego, a miles de enfermos necesitados. Nunca la muerte de un inocente quedará justificada con el posible beneficio de otras personas (aunque sean miles o millones los beneficiados).
Límites en los resultados y en los costos económicos y sociales: cada acto que realizamos implica un pequeño cambio en el planeta. Si existe un riesgo alto por difundir en la especie humana un virus peligroso, el científico sabe que no puede poner en marcha procesos experimentales que podrían escapársele de las manos. Si la búsqueda de una nueva vacuna para pocos implica gastos enormes del presupuesto de un estado que no ha garantizado todavía el acceso al agua potable de miles o millones de sus ciudadanos, es obvio que tal investigación quedará aplazada hasta que se cubran antes necesidades más urgentes. Esto no significa, desde luego, que haya que cerrar los grifos de la financiación a los científicos y dejarles sin ayuda. Lo que sí está claro es que antes que mejorar las técnicas de cirugía estética habría que seguir invirtiendo más y más fondos en la eliminación del cáncer o en asegurar a las mujeres un embarazo sin peligros para la salud del niño y de la madre.
Pero todos estos límites no deben quitar nunca al científico su libertad más profunda: la del buscador de la verdad y del bien. Todo científico tiene, por esencia, vocación a abrir nuevas fronteras para el bien de la humanidad. A pesar de las críticas que todavía se alzan en muchas partes, hay que reconocer que gracias a importantes mejoras en la producción agrícola hoy comen millones de personas que, quizás, se encontrarían sumergidas en el hambre o la desesperación. Y esas mejoras las lograron científicos que, con responsabilidad y con amor, supieron dedicar sus vidas y su mente a descubrimientos que hoy son patrimonio de la humanidad.
A la ciencia hay que darle su lugar, sin que se vea pisoteada por políticos que sólo quieren el aplauso inmediato ni por ideólogos que tal vez se asustan ante la posibilidad de que alguien ayude al trigo a dar más granos con menos desgaste de la tierra. Pero esto no significa permitirle al científico que se considere a sí mismo como si fuese una especie de divinidad que dicte lo que sea bueno y lo que sea malo, que decida quién debe vivir y quién debe morir... En esto, como en todo, hay que seguir dando a la ciencia lo que es de la ciencia, y a la sociedad y a cada conciencia ética lo que les pertenece, especialmente a la hora de juzgar lo que es el bien y lo que es el mal en el mundo de los laboratorios.
Los límites éticos de la ciencia, no son los únicos límites pues existen además los límites presupuestarios, los socioculturales y los relativos a las cuestiones que la ciencia puede plantearse; deben existir fronteras al avance de la ciencia,
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