La Etica
siul1Informe23 de Septiembre de 2014
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¿POR QUÉ LA ÉTICA
EN NUESTROS TIEMPOS?
eTrasvase
n nuestros tiempos, de
mundialización y capitalismo
salvaje, de invasiones y destrucción
masiva de pueblos enteros, se habla
de ética con una frecuencia inusual
en la historia de la humanidad. Este
interés repentino por la materia,
quizás, se deba al deterioro que las
nuevas relaciones de producción y
de dominación han producido en el
interior de todas las sociedades y de los individuos, que
han hecho reaccionar, incluso, a los intelectuales de los
países hegemónicos, ante la posibilidad, hoy cierta, de
una deshumanización planetaria que signifique un cambio
radical de civilización distinto de lo conocido hasta ahora.
Las nuevas e infinitas posibilidades abiertas por el
desarrollo de las nuevas tecnologías, capaces ya de
controlar la producción de seres vivos con determinadas
características, sumadas a las inmensas posibilidades de
controlar voluntades a través de las comunicaciones y la
información que se transmita, dentro de una distribución
llamada unipolar del poder mundial, han abierto al
capitalismo un extenso e inexplorado campo de acción,
que presiona crudamente en forma, para algunos indebida,
sobre las sociedades atrasadas e, incluso, sobre sus propias
sociedades, lo que ha producido un despertar de
conciencias y ha dado paso a reflexiones sobre el porvenir,
de mantenerse las tendencias actuales. Esto se ha
traducido en la aparición de un campo de discusión sobre
la moral y la ética que deberían regir a esta y a otras
relaciones en el nivel planetario.
Las exigencias de occidente con relación a la
imposición mundial de su modo de vida, de su cultura,
su ideología, sus valores y tradiciones, que día a día se
instrumentan a través de las grandes corporaciones
transnacionales, alteran los modos de convivencia en tal
extensión y profundidad, que hacen suponer la aparición
de situaciones de violencia extrema que serían erradicadas
mediante la devastadora fuerza militar hoy concentrada
en una sola potencia, a menos que una nueva ética se
imponga en las relaciones de explotación capitalista y
también, aunque suene extraño, en las formas de
dominación. De lo contrario, la extinción o el abandono
definitivo a su “suerte” de buena parte de la población
mundial, será el resultado de este nuevo período de
contradicciones, máxime si entendemos que en los años
266 LUIS FUENMAYOR TORO: ¿POR QUÉ LA ÉTICA EN NUESTROS TIEMPOS?
venideros se puede producir una quiebra en los valores
trascendentales de la humanidad en las sociedades
desarrolladas, producto de las nuevas necesidades de
producción, de la manipulación desinformativa y de
situaciones objetivas como la lucha por el control del agua
sobre la Tierra.
La respuesta de nuestros países
Dada la situación mundial actual, es imposible
pensar que estamos en capacidad de imponer un reto ético
distinto a lo anteriormente señalado o uno, mayor, incluso,
en el que llamemos a la construcción de un hombre cada
vez más humano, más racional, más comunicativo, más
afectivo, más respetuoso con la realidad (Rodríguez-
Arana Muñoz, 1999) sin el concurso, en esa lucha, del
pensamiento avanzado del primer mundo. “Ser más,
crecer, no significa rechazar o arrasar los valores que
tenemos, sino que significa filtrarlos, purgarlos y
reconocer nuestra insuficiente comprensión de lo que es
en toda su extensión el ser humano, su dignidad y su
libertad” nos dice Rodríguez-Arana Muñoz (1999) en un
excelente trabajo sobre la ética y el hombre. Y como él,
existen otros pensadores y estudiosos de la materia, con
quienes debemos trabajar en la preservación y el rescate
de lo humano sobre La Tierra.
Pero la posibilidad de ese esfuerzo conjunto no se
puede dar sin la participación activa de la universidad,
cuna y principal expresión del pensamiento complejo en
nuestro mundo. Es así, en el caso de Venezuela donde la
universidad tiene las principales fuentes y reservas de la
creación intelectual y del conocimiento, además de poseer
un sinnúmero de facilidades de acceso al mismo:
bibliotecas, acceso a Internet, investigadores y teóricos
preparados, auxiliares de investigación, numerosos
estudiantes graduados, tiempo y financiamiento para
asumir el reto. Sin embargo, nuestra institución
universitaria adolece de severas limitaciones, éticas
muchas de ellas, que le impiden transformarse en el centro
ideológico de elaboración alterna ante la deshumanización
puesta en marcha en el planeta. Una de las principales
limitaciones está en la escasa percepción del problema
que se avecina, la limitada capacidad de entender que
estamos en el momento de enfrentar un proceso que, si
bien recién comienza, hay que asumirlo con todo el rigor
científico posible, para poderlo enfrentar efectivamente.
No existen planes para preparar investigadores en este
campo, no existen proyectos que se lleven en este campo
del conocimiento, ni se comparte estas inquietudes con
los estudiantes de pregrado, mucho menos en el seno de
nuestras comunidades o de nuestros gobernantes. La labor
está por iniciarse y debe primero ser comprendida e
internalizada como prioritaria por la dirección
universitaria actual, la cual es, en buena parte, muy
limitada en la comprensión de estos temas, al igual que
lo es la mayoría del profesorado académicamente
preparado.
Nuestros investigadores más avanzados tienen una
escasa visión de lo extenso y lo variado de la producción
de conocimientos en esta área. Muchos están tan atrasados
que en lo íntimo de sus seres le niegan su condición de
ciencias a las ciencias sociales. Es difícil, casi imposible,
asumir el reto en condiciones como éstas; se impone un
esfuerzo con los sectores institucionales más claros para
vencer las dificultades para la acción.
Una universidad
ética en lucha por una nueva ética
La universidad, decíamos, como cuna y expresión
de la actividad intelectual creadora, está llamada a
desempeñar un papel preponderante en la lucha por una
nueva ética, que rija las relaciones entre los individuos y
entre los pueblos de una nueva manera, que no atropelle,
que no pretenda por ningún medio homogeneizar culturas,
deseos e historias; una ética de la solidaridad, de
reconocimiento y, por lo tanto, de respeto de las
diferencias; que dé paso a la pluralidad y al diálogo entre
las diferentes culturas, al reconocimiento y valoración
del otro; un nuevo pensamiento que legitime las
diferencias y nos permita recuperar la identidad, que
reivindica el derecho de todos a su praxis, enfrentados a
sus propios mundos, tal como son, que niega la validez
de un concepto de universalidad que se fundamenta en la
homogeneidad y estandarización y que reivindica la
universidad basada en la pluralidad cultural, forjada a lo
largo de la vida a partir de sus propias prácticas sociales
y su propia ética (Serrano, 1998).
Pero para que la universidad venezolana asuma el
reto de una nueva ética, además de superar las limitaciones
ya señaladas, tiene que incorporar estos nuevos y viejos
valores y tiene, además, que desempeñarse éticamente
en toda su actividad académica, lo cual está muy lejos de
ser el caso para la inmensa mayoría de las comunidades
universitarias. De hecho, la universidad es lo que es su
comunidad. Es más, la universidad es su comunidad. Son
sus profesores y estudiantes, con sus virtudes y defectos,
con sus aciertos y fallas, con su desarrollo, con su moral
y su ética. Es por ello, que una comunidades de principios
relajados, permisivas en sus condicionamientos morales,
en la que no exista la disciplina de trabajo, con una baja
formación universal, sin una práctica científica
EDUCERE, TRASVASE • ISSN: 1316-4910 • AÑO 8, Nº 25, ABRIL - MAYO - JUNIO, 2004 • 265-269
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consuetudinaria con una baja actividad creadora, que es
el lamentable caso de todas nuestras comunidades
universitarias, con las pocas excepciones que confirman
la regla, está muy lejos de tener la capacidad de enfrentar
un reto que requeriría de todas las virtudes en sus máximos
niveles. Parecería entonces que nuestro pueblo no puede
contar con sus universidades en la importante lucha que
se avecina y que, de no ser enfrentada creativa y
victoriosamente, terminará por arrasar también a las
universidades y a .sus acomodaticias comunidades,
Se impone una ética de la nacionalidad, que se
enorgullezca de nuestro gentilicio, de nuestras tradiciones,
de nuestra historia, nuestra cultura, nuestros valores. Que
reivindique
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