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La Ilusión Totémica


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  2.432 Palabras (10 Páginas)  •  133 Visitas

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El universo de las reglas

Allí donde hay norma hay cultura. Así dirime Lévi-Strauss esta controversia entre los límites de la naturaleza y la cultura. La naturaleza, ámbito propio de los instintos, tiene leyes universales y la cultura, ámbito de múltiples manifestaciones, tiene reglas particulares. Encuentra entonces que la regla ideal para instaurar en ese lugar es la prohibición del incesto, que es a la vez natural -porque se da en todos los grupos sin excepción- y cultural, porque en cada grupo reviste una forma diferente. Este pasaje de la naturaleza a la cultura se renueva en cada nacimiento, porque si no hay eficiencia en la interdicción el sujeto queda fuera de la cultura.

Así, en ambos niveles se instala el don y la reciprocidad, el dar y el recibir. En la naturaleza, por obra de las leyes de la herencia se da lo mismo que se recibe y la alianza es espontánea. En la cultura, hay un plus de don, una acumulación, se da más de lo que se recibe y se recibe más de lo que se da, ya que además de la herencia biológica se lega la transmisión cultural y, por otro lado, la alianza no queda librada al azar. La prohibición del incesto marca un lugar que está prohibido y organiza, de este modo, las relaciones de parentesco que son las que permiten todas las otras relaciones. Es entonces la cultura la que determina entre quiénes se puede establecer la alianza, cuáles serán en cada caso las mujeres prohibidas.

Lo simbólico introduce el orden. La prohibición del incesto al vedar a determinadas mujeres posibilita la circulación, es decir, permite más de lo que prohíbe. La exogamia garantiza la armonía del grupo, asegurando así su conservación. Este intercambio de mujeres como bien esencial, es doblemente significativo, por la procreación y por el aporte económico que realizan al grupo.

Lévi-Strauss encuentra, entre las distintas manifestaciones de la cultura, el invariable -el código universal capaz de expresar las propiedades comunes a estructuras específicas- y elabora la noción del átomo elemental de parentesco que contiene las tres relaciones fundamentales del parentesco, que son: la alianza, la filiación y la consanguinidad. Lo hace pensando al parentesco como un lenguaje que opera en otro orden de realidad, como un sistema de intercambio a la manera de los fonemas y busca la gramática en la que los términos adquieran significación por su puesta en relación. Encuentra que en las sociedades en las que la organización social se da en términos de parentesco, existe un vínculo que posee un valor diferente, que es el avunculado, encarnado en el tío materno del que se esperan conductas similares a las que en nuestra sociedad desempeña el padre. La relación que se establece entre estos cuatro términos -el hombre que dona a su hermana a un hombre de otro grupo y la descendencia de esta pareja- está signada positiva y negativamente, estableciendo un cierto equilibrio interno que favorece la alianza entre los grupos, la circulación de los afectos y las responsabilidades. Así se produce una doble articulación del parentesco que escapa a lo puramente biológico y que tiene que ver con un sistema de denominaciones que establece quién ocupa cada rol y que se espera de él, es decir, hay reglas, hay imposición cultural entre las partes y su desenvolvimiento.

El autor señala que el sistema de parentesco occidental, en el cual la familia restringida a los lazos biológicos -fruto de un matrimonio producto de la atracción sexual o del amor basado en ella- queda atrapada y pierde contacto con el resto de la sociedad, constituye una situación de peligro que atenta contra su propia supervivencia, ya que la naturalización de la familia al núcleo biológico desatiende la función social que implica esta relación en la responsabilidad por la conducta individual y en las relaciones del intercambio económico que regulan a la sociedad.

La intervención de la regla asegura la supervivencia del grupo al establecer la forma de repartir los productos valiosos y escasos y evitar así enfrentamientos que los desgarrarían.[4] El intercambio matrimonial supone un intercambio económico que es decisivo. El hombre y la mujer se complementan en la producción del alimento y de los bienes necesarios para vivir. Cada uno se ocupará de algo que haga al conjunto de lo que produzcan. No estarán solos, formarán un equipo que incluye también el aporte del hermano de la mujer como aliado, como fuerza laboral.

En numerosos ejemplos mencionados por distintos investigadores es posible encontrar hasta qué punto parentesco y supervivencia colectiva están presentes en el pensamiento y en cada una de las acciones de la vida en todos los pueblos y culturas estudiados.

Al respecto resultan ilustrativas algunas citas. Dice la antropóloga americana Margaret Mead (1901-1978): "Como la tarea primordial de toda sociedad es mantener a los hombres trabajando juntos en alguna forma de cooperación, es fatal cualquier situación que coloque a cada hombre en contra de todos los demás. (...) deben concebirse formas de relación en la que se prohíba la competencia sexual directa." La forma de expresarse de los arapesh, ilustra su modo de plantearse el problema, al decir: "Si te casaras con tu hermana, no tendrías cuñado. ¿Con quién trabajarías? ¿Con quién cazarías? ¿Quién te ayudaría? (…) En esencia [señala Mead] las reglas del incesto son una manera por medio de la cual una unidad familiar puede conservarse y la relación dentro de ella particularizarse y personalizarse."[5]

En otra de sus obras, la misma autora señala con respecto a la posibilidad de la circulación del afecto y de los roles en este tipo de familia extendida y apoyada: "Pocos chicos viven mucho tiempo en una casa, sino que están continuamente probando otras residencias posibles. (…) Nunca un niño samoano, excepto la taupo [princesa ceremonial] o el delincuente descubierto, tiene que luchar con la sensación de estar atrapado. Hay siempre parientes a quienes acudir. Esta es la invariable respuesta que un samoano da cuando se le presenta algún atolladero familiar: ‘pero se irá a casa de otro pariente’. Teóricamente el cupo de parientes es inagotable."[6]

En un ámbito distinto, el territorio americano, dice Louis Baudin, refiriéndose a las mujeres: "Todas eran consideradas como la más preciada de las riquezas, en razón de los servicios que podían prestar"[7] y más adelante agrega: "Hay un paralelismo entre la mujer y los otros bienes que constituyen el patrimonio: existe un mínimo común a todos los súbditos del Imperio y que responde a una necesidad", para finalizar diciendo que "El matrimonio en la época precolombina (…) [fue] una institución económica o, en términos más precisos, un acoplamiento

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