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La Sabiduría De Las Emociones

abah0927 de Enero de 2014

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LA SABIDURÍA DE LAS EMOCIONES.

Las emociones son estupendas y refinadísimas señales que alertan acerca de un problema particular y su función es remitir a ese problema.

Son aprovechadas al 100 % cuando uno aprende qué problema específico detecta cada emoción y cuál es el camino que resuelve el problema detectado.

Las emociones no son el problema en sí. Se convierten en problema cuando no sabemos cómo aprovechar la información que brindan.

A continuación se presentan sintetizadas cinco emociones básicas: el miedo, la ira, la culpa, la envidia y la vergüenza, además de la exigencia, que aunque más que una emoción es una actitud, pero que forma parte del universo periférico de las emociones.

LA DIGNIDAD DEL MIEDO.

“El miedo es una valiosísima señal que indica una desproporción entre la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos con que contamos para resolverla”.

El miedo es la sensación de angustia que se produce ante la percepción de una amenaza.

La secuencia en la que se presenta el miedo es la siguiente:

a) Registro de una amenaza.

b) Reacción de miedo.

c) Respuesta interior a esa reacción de miedo.

En cuanto a la respuesta interior al miedo, esta puede ser vergüenza, humillación, rabia, impotencia, etc., y actúa atenuando o agravando el miedo original.

El miedo es sin duda, una emoción universal. Todos hemos experimentado miedo alguna vez, y regularmente lo catalogamos como una emoción indigna. En pocas palabras, la creencia social predominante es “el problema es el miedo”. Y como emoción negativa es común que se le quiera suprimir, eliminar. A veces utilizamos el recurso de la autosugestión; otras, el desconocimiento o descalificación, donde se le equipara a la cobardía. Como el problema es el miedo, lo más importante es tratar por todos los medios de no sentirlo.

Realmente el miedo es una señal que indica que existe una desproporción entre la magnitud de la amenanza a la que nos enfrentamos y los recursos que tenemos para resolverla. Es importante aclarar que el miedo no es el problema. El miedo está indicando que existe un problema, lo cual es completamente distinto. Por lo tanto, el error que cometemos es convertir en el problema mismo lo que en realidad es una señal que indica la existencia de un problema y que nos daría la posibilidad de resolverlo.

Al desconocer qué carencia señala y qué hacer para asistirla, tomamos una actitud de bloqueo ante el sentimiento de miedo. Surgen ciertas confusiones que impiden el aprovechamiento de esta señal, tales como:

- La cobardía: surge del supuesto de que todos disponemos de los mismos recursos para enfrentar los peligros, y que algunos, a pesar de contar con ellos, no los enfrentan. Quien es tachado de cobarde queda injustamente estigmatizado, la valoración de sí mismo se ve seriamente dañada y se perturba en gran medida su forma de relacionarse consigo mismo y con los demás.

Falso: Todos los seres humanos disponesmos de diferentes instrumentos para enfrentarnos a amenazas y estamos sometidos a la misma ley psicológica: si la amenaza supera a los recursos, surgirá el miedo.

- Anestesiar el miedo: puede ocurrir que uno, efectivamente, no sienta miedo porque no experimenta situaciones en las que existe una desproporción entre la amenaza y los recursos. Pero también puede ocurrir que si por sentir miedo uno ha sido rechazado, descalificado, tildado de cobarde, etc., poco a poco vaya anestesiando la percepción de su miedo. Cubre la emoción y arremete contra el desafío que tiene delante sin reconocer qué recursos son necesarios para ello.

- Desconocimiento de los recursos: no basta con tener los recursos, sino que además es necesario saber que uno los tiene. El reconocer que uno cuenta con los recursos forma parte de los recursos necesarios.

- Miedos injustificados: no hay miedo injustificado. Puede que no conozcamos su razón, pero no por eso es injustificado. El hecho de que haya cosas o situaciones que a una persona no le causen miedo, no quiere decir que tenga que ser así para todos los demás. Injustificar el miedo equivale a estrechar el universo al tamaño de mi universo.

- No escuchar al miedo: lo peor que le puede ocurrir al aspecto miedoso es no ser escuchado. Al no escuchar al miedo, ponemos en marcha un círculo vicioso, cada vez pronostica situaciones más catastróficas, pero lo hace, en el fondo, para ser oído, y eso mismo hace que se le escuche menos. El aspecto miedoso se calma cuando es escuchado con respeto y cuando siente que lo que dice es genuinamente tenido en cuenta.

Curar el miedo.

Existen dos tipos de miedo: el miedo disfuncional y el miedo funcional.

El miedo disfuncional es aquel que angustia, inhibe, desorganiza y bloquea la posibilidad de experiencia y aprendizaje.

El miedo funcional es aquel cuya angustia es utilizada como señal que muestra una desproporción ente el peligro a que nos enfrentamos y los recursos de que disponemos, y que además pone en marcha la tarea de reequilibrar tal desproporción.

Curar el miedo es transformar el miedo disfuncional en miedo funcional.

Recordando el tercer momento del miedo, es decir, la reacción interior hacia el miedo experimentado, vemos que la funcionalidad o no del miedo depende de cómo se lleve a cabo este momento, de las respuestas interiores que cada uno produzca en relación en el miedo que siente.

Hay que reconocer que el aspecto temeroso existe y tratar de conocerlo lo mejor posible. Respetarlo que es reconocerle el derecho a estar como está. Necesitamos dejar de percibirlo como un pesado lastre, pura negatividad, al cual es mejor no escuchar porque todo lo que venga de él complicará las cosas más y más, y empezar a concibirlo como la fuente de donde proviene buena parte de la información necesaria para producir la solución anhelada, momento a momento.

EL ENOJO QUE RESUELVE.

“El enojo es, en esencia, un remanente de energía que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce enojo. Sin embargo, al no saber cómo canalizarlo, termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación a que nos enfrentamos. Por esta razón es de fundamental importancia conocer de qué está hecha esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve”.

La causa del enojo.

Nos enojamos cuando algo nos frustra. Cuando la energía del deseo que se encamina a su realización encuentra un obstáculo, la obstrucción que éste produce genera una sobrecarga energética en ese deseo. Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo.

Es importante destacar que la función original de esa sobrecarga de energía es asegurar la realización del deseo o necesidad amenazada.

Al no saber cómo implementar adecuadamente tal sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución del problema a menudo aquella se convierte en un problema más.

Sustrato biológico del enojo.

Desde el punto de vista químico, ante la presencia de un obstáculo vivido como amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, los neurotransimisores que posibilitan los comportamientos de alerta y actividad, de confrontación y lucha.

El enojo es útil para aumentar la fuerza física, pero no es útil para aumentar la capacidad de coordinación necesaria para resolver un problema.

La coordinación y la precisión necesarias para un buen desempeño en cualquier tarea compleja encuentran su mejor caldo de cultivo en la relajación y la calma.

Influencia de las conclusiones y las creencias en la producción de enojo.

Si evaluamos que el obstáculo está actuando “a propósito” contra nosotros, es muy probable que nuestra frustración se convierta en enojo destructivo.

Si llegamos a la conclusión que ese obstáculo no responde a ninguna voluntad específica de perjudicarnos sino que, es algo que ocurre pero que no se opone deliberadamente a nuestro deseo, entonces nuestra frustración seguirá existiendo pero es más difícil que evolucione hacia el tipo de enojo destructivo.

Ante cada frustración producimos, consciente e inconscientemente, conclusiones acerca de la causa que la genera y rápidamente evaluamos si existe una intención adversa o no.

Muchas personas tienen la tendencia psicológica a imaginar que sus frustraciones, de la índole que sean, se deben a la influencia de una voluntad adversa, bien de una persona, o bien del destino mismo, que se opone a sus propósitos. Dichas personas están muy expuestas a vivir crónicamente enojadas y resentidas.

Cuánto y cómo nos enojamos.

El enojo puede ocupar un lugar mayor o menor en la vida de cada uno. Podemos enojarnos más o menos fácilmente, pero junto con esta característica existe otro factor, es la manera en que reaccionamos cuando nos enojamos, es decir, si nuestro enojo tiende a destruir o a resolver.

No sólo es importante entonces el cúanto nos enojamos, sino, y muy especialmente, el cómo nos enojamos cuando lo hacemos.

Los diferentes modos de expresar el enojo.

PRIMER COMPONENTE: La descarga. La función de la descarga es equivalente a abrir la válvula de escape en una olla a presión. Esta fase es muy importante y permite encarar en mejores condiciones las otras etapas del enojo.

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