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¿La mala letra?


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2014  •  2.599 Palabras (11 Páginas)  •  207 Visitas

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Jóvenes, escritura y nuevas tecnologías - Ángel Maldonado

¿La mala letra?

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¿Cuántas veces hemos escuchado decir que los adolescentes que no saben escribir? Seguramente muchas. Y también muchas veces los padres y los docentes pensamos que los jóvenes escriben mal debido al uso del chat, los mensajes de texto o el correo electrónico. Pero para tener una idea precisa sobre las circunstancias y efectos que rodean ese tipo de afirmaciones debemos aclarar primero qué es exactamente la escritura.

Escritura no es lo mismo que lenguaje. Este último es una característica de la especie: puede decirse que uno de los elementos fundamentales por el cual nos definimos como seres humanos es el hecho de poseer una capacidad innata de desarrollar un lenguaje oral articulado (una cantidad reducida de sonidos que, combinados, pueden producir infinitos significados). Aprendemos a hablar simplemente interactuando con quienes nos rodean, no necesitamos conocimientos gramaticales, diccionarios ni docentes para aprender nuestra lengua materna. La escuela no enseña esto. Por definición, la lengua materna es aquella que se aprende sin instrucción. Sólo a partir de los estímulos que llegan de nuestro entorno logramos desarrollar un conocimiento lingüístico similar al de las personas que nos rodean. Si uno fuera criado en Tokio, hablaría un determinado dialecto del japonés y si hubiéramos nacido en Córdoba, habríamos aprendido a estirar y elevar el tono de la vocal anterior a la sílaba tónica (diríamos patiiineta), sin necesidad de leer ningún manual de fonología, ni haber reflexionado antes sobre las reglas de entonación del dialecto. Se cree que esta capacidad del lenguaje oral se remonta al origen mismo del homo sapiens (aproximadamente unos 100.000 años atrás).

Sin embargo, la escritura no tiene la misma génesis. Tampoco se trata de la evolución del lenguaje oral hacia un estadio más elevado. Entonces, ¿qué es? Simplemente una técnica, que tuvo su origen en la necesidad de unos pocos pueblos de llevar un registro contable de sus actividades comerciales. El primer antecedente data de hace 6000 años y tiene como protagonistas a los sumerios y acadios que poblaban la Mesopotamia, el territorio comprendido entre los ríos Tigris y Éufrates (actualmente ocupado por Irak). Esta gente comenzó a tallar signos con forma de cuñas sobre tablas de arcilla, con el objetivo de controlar las transacciones de ganado, granos y esclavos que realizaban con otros pueblos. Ochocientos años más tarde fueron los egipcios quienes empezaron a utilizar unos símbolos, a los que llamaron jeroglíficos (‘escritura de los dioses’), para registrar su economía, su historia y sus leyes. Hace 4000 años, por su parte, nació la escritura china que continúa utilizándose actualmente en varios países orientales. Todos los primitivos sistemas son pictográficos e ideográficos, es decir, representan objetos e ideas. Este tipo de escritura tiene una limitación práctica, en especial para quienes deben aprenderla: leer y escribir en estos sistemas requiere conocer un gran número de signos o de caracteres. Son sólo unos pocos los que logran dominarlos y nunca llegan a aprenderlos en forma completa (muchos chinos y japoneses adultos universitarios se enfrentan con frecuencia a signos cuyo significado desconocen).

Pero los avances en la transcripción escrita dieron origen a una escritura silábica, donde lo representado no era el significado o el referente de los signos, sino su sonido. Este desarrollo implicó un gran avance en la economía y precisión de la comunicación escrita. Quienes difundieron el invento fueron los fenicios, otro pueblo de grandes comerciantes.

Este sistema va a ser adoptado y modificado por los griegos, quienes fueron los encargados de dar el gran salto de la escritura silábica a la alfabética, economizando todavía más el sistema. En el siglo III a.C., el alfabeto griego fue tomado como modelo por los romanos para crear el alfabeto latino, el mismo que siguen utilizando hasta el día de hoy la mayoría de las lenguas europeas.

Como puede observarse en estas pocas líneas, la escritura no está grabada en los genes de la especie sino que es un producto cultural. Es más, ni siquiera nace como transcripción de la capacidad innata del lenguaje: recién después de casi tres milenios de ideogramas y jeroglíficos, la escritura logra relacionarse más directamente con la oralidad.

Los desarrollos en el soporte material de la escritura también significaron cambios en los contenidos y en las formas de circulación y aprendizaje de esta práctica. Pensemos las consecuencias que trajeron la adopción de los rollos de papiro en lugar de las rígidas tablillas de arcilla en el Antiguo Egipto, o la invención de la imprenta hacia fines del siglo XV en Europa. Estos hechos modificaron drásticamente las prácticas de lectura, escritura, archivo y circulación del material escrito.

Ni hablar de los cambios que está produciendo Internet. Un ejemplo inmediato sirve como muestra: en este mismo momento, en la misma computadora en la que estoy escribiendo esta nota, tengo acceso, a través de un buscador, a 153.000 artículos donde aparece la palabra jeroglífico. Hace sólo quince años, buscar 153 artículos sobre este tema me habría llevado aproximadamente un mes.

Quizá la técnica de transcripción del lenguaje oral (producto de la invención del alfabeto), sumada al avance en los soportes materiales de la misma, nos hacen concebir a la escritura como algo natural. Pero pensemos en lo dificultoso que sería para los primeros escribas golpear suavemente manteniendo el pulso, recordar innumerables símbolos, mesopotámicos cocer sus tablas de arcilla, afilar sus punzones, tratar de reproducirlos de la manera más precisa posible para que la tablilla pueda ser interpretada por otro escriba. Era un oficio de unos pocos. En cambio, hoy, moviendo un solo dedo, oprimiendo suavemente una tecla, queda grabado sobre la pantalla el signo deseado, que puede ser leído un segundo más tarde (gracias a las bondades de la tecnología) por cientos de personas en todo el mundo. Supongo que entre los sumerios el arte de la escritura no sería visto de la misma manera que lo concebimos actualmente los habitantes de las grandes urbes. Detrás de esa tecla suavemente oprimida no hay nada natural; por el contrario, hay miles de años de historia, de desarrollo tecnológico, de actividad comercial, de industrias. En fin, de cultura.

A través del tiempo, la significación y el uso de la escritura fueron variando. Pero en los últimos años esa variación

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