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Las Etapas Del Desarrollo Como Construcciones Socioculturales.


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2013  •  1.831 Palabras (8 Páginas)  •  697 Visitas

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Partimos del principio que los periodos evolutivos son realidades generadas por consenso y socialmente, y productos culturales. La idea requiere un análisis cuidadoso para aclarar su significado y su sentido.

Hay una esfera de la Realidad que se refiere a los fenómenos humanos y socioculturales, que es producto de las convenciones de las comunidades o grupos. Para hablar de este ámbito de realidad humana, que no nos preexiste, es siempre social, convencional, y depende de nosotros y cómo la nombremos, generamos términos que nos permitan organizar el caos aparente. Así, hemos construido una serie de criterios y términos definitorios, de acuerdo con nuestras convenciones lingüísticas, para organizar la evolución ontológica de la vida, entre otras cosas. Esta precisión de que aquello que digamos de la Realidad (con mayúscula, para referirnos a la suprema) depende de los acuerdos, convenciones y consensos humanamente establecidos resulta fundamental, toda vez que incluso la manera en que hablamos de la realidad natural se ‘somete’ a los códigos impuestos a las series de fenómenos, para establecer lo que son y no las cosas. Así, vemos importante tomar conciencia de que la manera en que nos refiramos a los fenómenos, constituye parte de su actualización, dado que éstos no se comprenden sin estar adheridos a un sistema de significado que completa su existencia.

En este sentido, los sistemas simbólicos que dotan de significado a los fenómenos de la

Realidad observada, constituyen el tejido de los sistemas culturales; y la cultura se entiende así como producto de la acción humana en contexto. La “cultura” no es algo que ‘está allí’, como un objeto inerte externo, un accidente geográfico-medioambiental, o un marco tácito en la cabeza de uno, sino que es el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (Real Academia

Española, 2006). Es decir, un conjunto de condiciones que van mucho más allá del medio natural, producto de nuestra acción en el medio social, que determinan cómo nos desarrollamos. Es por esto que resulta difícil entender a algún sujeto fuera de una cultura, pues es dentro de ella que adquiere identidad y se relaciona a lo largo del desarrollo.

En el ámbito de nuestra disciplina, conviene prestarse la explicación de Bruner (1990), quien comprende la cultura como una manera de vivir, de relacionarse unos con otros, que moldea la vida y la mente humanas, y confiere significado a la acción en un sistema interpretativo. Desde esta perspectiva, la forma en que vivimos depende de los patrones de acción legitimados y perpetuados en los espacios de interacción social (ibid.) . Más aún, el autor menciona que cualquier significado que un observador pretenda darle a la conducta humana está siempre enmarcado por la cultura de la cual dicho observador forma parte, misma que lo ha transformado y que le ha permitido interpretar su entorno del modo particular en que lo hace.

Así, cualquier observador proviene de un contexto discursivo que siempre, en una dirección u otra, y en mayor o menor medida, sesga su interpretación de los fenómenos sociales. Estas consideraciones resultan indispensables para tomar conciencia de las implicaciones que conlleva hablar de estatutos psicológicos tales como ‘madurez’, ‘adultez’ o ‘juventud’, con todo y su matiz apologético, de características dirigidas a una meta o finalidad.

Asimismo, la cultura se entiende como resultado del ejercicio de un conjunto de prácticas que se suponen implícitas pero no lo están (Gergen, 1996; Kitayama, 2002); y en este sentido podemos decir que la Psicología es cultural en la medida que se ejerce. El sujeto no es, entonces, un ente emergente que se encuentre al margen de ello, y evoluciona dentro del sistema cultural en que se desarrolla.

Sabemos por otra parte que los hechos y fenómenos se significan de acuerdo con distintas referencias entre un grupo o medio social y otro, y por ello damos por hecho que la humanidad se caracteriza por la diversidad y no la unicidad, entre las sociedades o culturas reconocibles. Dado lo anterior, se hace valioso estudiar qué signos o señales tienen peso en cada contexto para hablar de desarrollo. No obstante, el concepto de “cultura” no debe identificarse con propiedades estables, estáticas o uniformes de la sociedad; como entidades homogéneas, estables, separadas simplemente, o compartiendo una serie de normas y símbolos de modo coherente: Dasen y Mishra (2002) mencionan que, por el contrario, las definiciones más recientes de cultura insisten en los procesos dinámicos, en que no es “compartida por todos” sino co-construida por cada individuo, y en que la intencionalidad ha sustituido a la causalidad como principio explicativo. La realidad social se caracteriza por la variabilidad, inconsistencias, conflictos, cambios y la agencia individual, cosas no sujetas a las explicaciones culturales (ibid.) . De acuerdo con Fernández (1994a, p. 296), esto es dado que “los límites de lo simbólico [sustento de los sistemas culturales] no corresponden con los límites de lo empírico [experiencia tangible o material]; tampoco los polos empíricos vienen a cuento con los polos simbólicos /.../ los símbolos pueden aparecer y desaparecer por cualquier parte del continuo”.

En suma, podemos decir que los preceptos de que partimos para organizar el cambio evolutivo de

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