Llamada Al Corazon
andres0h414 de Octubre de 2014
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mente, adquirida mediante una
"programación". Si esa fantasía no existiera en tu mente, no estarías apegado. Amarías las cosas y a las
personas y disfrutarías de ellas; pero, al no existir la creencia, disfrutarías de ellas sin atadura de ningún tipo.
¿Existe, de hecho, otra forma de disfrutar realmente de algo? Pasa revista a todos tus apegos y ataduras, y dile
a cada persona u objeto que te venga a la mente: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo
estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz". Limítate a hacer esto con toda
honradez, y verás el cambio que se produce en ti: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo
estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz".
Meditación 5
"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja
que no que entre un rico en el Reino de Dios"
(Mc 10.25)
¿Qué puede hacerse para alcanzar la felicidad? No hay nada que tú ni cualquier otro podáis hacer. ¿Por
qué? Por la sencilla razón de que ahora mismo ya eres feliz, ¿y cómo vas a adquirir lo que ya tienes? Pero, si
es así, ¿por qué no experimentas esa felicidad que ya posees? Pues, simplemente, porque tu mente no deja
de producir infelicidad. Arroja esa infelicidad de tu mente, y al instante aflorará al exterior la felicidad que
siempre te ha pertenecido. ¿Y cómo se arroja fuera la infelicidad? Descubre qué es lo que la origina y examina
la causa abiertamente y sin temor: la infelicidad desaparecerá automáticamente.
Ahora bien, si te fijas como es debido, verás que hay una sola cosa que origina la infelicidad: el apego. ¿Y
qué es un apego? Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada,
originado por la creencia de que sin esa cosa o persona no es posible ser feliz. Tal estado emocional se
compone de dos elementos; uno positivo y otro negativo. El elemento positivo es el fogonazo del placer y la
emoción, el estremecimiento que experimentas cuando logras aquello a lo que estás apegado. El elemento
negativo es la sensación de amenaza y de tensión que siempre acompaña al apego. Imagínate a alguien
encerrado en un campo de concentración y que no deja de engullir comida: con una mano se lleva la comida a
la boca, mientras que con la otra protege la comida restante de la codicia de sus compañeros de encierro, que
tratarán de arrebatársela en cuanto baje la guardia. He ahí la imagen perfecta de la persona apegada. Por su
propia naturaleza, el apego te hace vulnerable al desorden emocional y amenaza constantemente con hacer
añicos tu paz. ¿Cómo puedes esperar, entonces, que una persona apegada acceda a ese océano de felicidad
que llamamos el "Reino de Dios"? ¡Es como esperar que un camello pase por el ojo de una aguja!
Ahora bien, lo verdaderamente trágico del apego es que, si no se consigue su objeto, origina infelicidad; y, si
se consigue, no origina propiamente la felicidad, sino que simplemente produce un instante de placer, seguido
de la preocupación y el temor de perder dicho objeto. Dirás: "Entonces, ¿no puedo tener ni un solo apego?".
Por supuesto que sí. Puedes tener todos los apegos que quieras. Pero por cada uno de ellos tendrás que
pagar un precio en forma de pérdida de felicidad. Fíjate bien: los apegos son de tal naturaleza que, aun cuando
lograras satisfacer muchos de ellos a lo largo de un día, con que sólo hubiera uno que no pudieras satisfacer,
bastaría para obsesionarte y hacerte infeliz. No hay manera de ganar la batalla de los apegos. Pretender un
apego sin infelicidad es algo así como buscar agua que no sea húmeda. Jamás ha habido nadie que haya dado
con la fórmula para conservar los objetos de los propios apegos sin lucha, sin preocupación, sin temor y sin
caer, tarde o temprano, derrotado.
En realidad, sin embargo, sí hay una forma de ganar la batalla de los apegos: renunciar a ellos.
Contrariamente a lo que suele creerse, renunciar a los apegos es fácil. Todo lo que hay que hacer es ver, pero
ver realmente, las siguientes verdades.
Primera verdad: estás aferrado a una falsa creencia, a saber, la de que sin una cosa o persona determinada
no puedes ser feliz. Examina tus apegos uno a uno y comprobarás la falsedad de semejante creencia. Tal vez
tu corazón se resista a ello; pero, en el momento en que consigas verlo, el resultado emocional se producirá de
inmediato, y en ese mismo instante el apego perderá su fuerza.
Segunda verdad: si te limitas a disfrutar las cosas, negándote a quedar apegado a ellas, es decir negándote a
creer que no podrás ser feliz sin ellas, te ahorrarás toda la lucha y toda la tensión emocional que supone el
protegerlas y conservarlas. ¿No conoces lo que es poder conservar todos los objetos de tus distintos apegos,
sin renunciar a uno sólo de ellos, y poder disfrutarlos más aún a base de no apegarte ni aferrarte a ellos,
porque te encuentras pacífico y relajado y no sientes la menor amenaza en relación a su disfrute?
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Tercera y última verdad: si aprendes a disfrutar el aroma de un millar de flores, no te aferrarás a ninguna de
ellas ni sufrirás cuando no puedas conseguirla. Si tienes mil platos favoritos, la pérdida de uno de ellos te
pasará inadvertida, y tu felicidad no sufrirá menoscabo. Pero son precisamente tus apegos los que te impiden
desarrollar un más amplio y más variado gusto por las cosas y las personas.
A la luz de estas tres verdades, no hay apego que sobreviva. Pero la luz, para que tenga efecto, debe brillar
ininterrumpidamente. Los apegos sólo pueden medrar en la oscuridad del engaño y la ilusión. Si el rico no
puede acceder al reino del gozo y de la alegría, no es porque quiera ser malo, sino porque decide ser ciego.
Meditación 6
"Las zorras tienen guaridas.
y las aves del cielo nidos: pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar !a cabeza"
(Mt 8.20)
He aquí un error que la mayoría de las personas cometen en sus relaciones con los demás: tratar de
construirse un nido estable en el flujo constantemente móvil de la vida.
Piensa en alguien cuyo amor desees. ¿Quieres ser alguien importante para esa persona y significar algo
especial en su vida? ¿Quieres que esa persona te ame y se preocupe por ti de una manera especial? Si es así,
abre tus ojos y comprueba que estás cometiendo la necedad de invitar a otros a reservarte para sí mismos, a
limitar tu libertad en su propio provecho, a controlar tu conducta, tu crecimiento y tu desarrollo de forma que
éstos se acomoden a sus propios intereses. Es como si la otra persona te dijera: "Si quieres ser alguien
especial para mí, debes aceptar mis condiciones, porque, en el momento en que dejes de responder a mis
expectativas, dejarás de ser especial". ¿Quieres ser alguien especial para otra persona? Entonces has de
pagar un precio en forma de pérdida de libertad. Deberás danzar al son de esa otra persona, del mismo modo
que exiges que los demás dancen a tu propio son si desean ser para ti algo especial.
Párate por un momento a preguntarte si merece la pena pagar tanto por tan poco. Imagina que a esa
persona, cuyo especial amor deseas, le dices: "Déjame ser yo mismo, tener mis propios pensamientos,
satisfacer mis propios gustos, seguir mis propias inclinaciones, comportarme tal como yo decida que quiero
hacerlo..." En el momento en que digas estas palabras, comprenderás que estás pidiendo lo imposible.
Pretender ser especial para alguien significa, fundamentalmente, someterse a la obligación de hacerse grato a
esa persona y, consiguientemente, perder la propia libertad. Tómate el tiempo que necesites para
comprenderlo... Tal vez ahora estés ya en condiciones de decir: "Prefiero mi libertad antes que tu amor".
Si tuvieras que escoger entre tener compañía en la cárcel o andar libremente por el mundo en soledad, ¿qué
escogerías? Dile ahora a esa persona: "Te dejo que seas tú misma a, tener tus propios pensamientos,
satisfacer tus propios gustos, seguir tus propias inclinaciones, comportarte tal como decidas que quieres
hacerlo... "En el momento en que digas esto, observarás una de estas dos cosas: o bien tu corazón se resistirá
a pronunciar esas palabras y te revelarás como la persona posesiva y explotadora que eres (con lo que será
hora de que examines tu falsa creencia de que no puedes vivir o no puedes ser feliz sin esa otra persona), o
bien tu corazón pronunciará dichas palabras sinceramente. y en ese mismo instante se esfumará todo tipo de
control, de manipulación de explotación, de posesividad, de envidia... "Te dejo que seas tu mismo: que tengas
tus propios pensamientos, que satisfagas tus propios gustos, que sigas tus propias inclinaciones, que te
comportes tal como decidas que quieres hacerlo... "
Y observarás también algo más: que la otra persona deja automáticamente de ser algo especial e importante
para ti, pasando a ser importante del mismo modo en que una puesta de sol o una sinfonía son hermosas en sí
mismas,
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