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Llamada Al Corazon


Enviado por   •  14 de Octubre de 2014  •  24.923 Palabras (100 Páginas)  •  215 Visitas

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mente, adquirida mediante una

"programación". Si esa fantasía no existiera en tu mente, no estarías apegado. Amarías las cosas y a las

personas y disfrutarías de ellas; pero, al no existir la creencia, disfrutarías de ellas sin atadura de ningún tipo.

¿Existe, de hecho, otra forma de disfrutar realmente de algo? Pasa revista a todos tus apegos y ataduras, y dile

a cada persona u objeto que te venga a la mente: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo

estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz". Limítate a hacer esto con toda

honradez, y verás el cambio que se produce en ti: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo

estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz".

Meditación 5

"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja

que no que entre un rico en el Reino de Dios"

(Mc 10.25)

¿Qué puede hacerse para alcanzar la felicidad? No hay nada que tú ni cualquier otro podáis hacer. ¿Por

qué? Por la sencilla razón de que ahora mismo ya eres feliz, ¿y cómo vas a adquirir lo que ya tienes? Pero, si

es así, ¿por qué no experimentas esa felicidad que ya posees? Pues, simplemente, porque tu mente no deja

de producir infelicidad. Arroja esa infelicidad de tu mente, y al instante aflorará al exterior la felicidad que

siempre te ha pertenecido. ¿Y cómo se arroja fuera la infelicidad? Descubre qué es lo que la origina y examina

la causa abiertamente y sin temor: la infelicidad desaparecerá automáticamente.

Ahora bien, si te fijas como es debido, verás que hay una sola cosa que origina la infelicidad: el apego. ¿Y

qué es un apego? Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada,

originado por la creencia de que sin esa cosa o persona no es posible ser feliz. Tal estado emocional se

compone de dos elementos; uno positivo y otro negativo. El elemento positivo es el fogonazo del placer y la

emoción, el estremecimiento que experimentas cuando logras aquello a lo que estás apegado. El elemento

negativo es la sensación de amenaza y de tensión que siempre acompaña al apego. Imagínate a alguien

encerrado en un campo de concentración y que no deja de engullir comida: con una mano se lleva la comida a

la boca, mientras que con la otra protege la comida restante de la codicia de sus compañeros de encierro, que

tratarán de arrebatársela en cuanto baje la guardia. He ahí la imagen perfecta de la persona apegada. Por su

propia naturaleza, el apego te hace vulnerable al desorden emocional y amenaza constantemente con hacer

añicos tu paz. ¿Cómo puedes esperar, entonces, que una persona apegada acceda a ese océano de felicidad

que llamamos el "Reino de Dios"? ¡Es como esperar que un camello pase por el ojo de una aguja!

Ahora bien, lo verdaderamente trágico del apego es que, si no se consigue su objeto, origina infelicidad; y, si

se consigue, no origina propiamente la felicidad, sino que simplemente produce un instante de placer, seguido

de la preocupación y el temor de perder dicho objeto. Dirás: "Entonces, ¿no puedo tener ni un solo apego?".

Por supuesto que sí. Puedes tener todos los apegos que quieras. Pero por cada uno de ellos tendrás que

pagar un precio en forma de pérdida de felicidad. Fíjate bien: los apegos son de tal naturaleza que, aun cuando

lograras satisfacer muchos de ellos a lo largo de un día, con que sólo hubiera uno que no pudieras satisfacer,

bastaría para obsesionarte y hacerte infeliz. No hay manera de ganar la batalla de los apegos. Pretender un

apego sin infelicidad es algo así como buscar agua que no sea húmeda. Jamás ha habido nadie que haya dado

con la fórmula para conservar los objetos de los propios apegos sin lucha, sin preocupación, sin temor y sin

caer, tarde o temprano, derrotado.

En realidad, sin embargo, sí hay una forma de ganar la batalla de los apegos: renunciar a ellos.

Contrariamente a lo que suele creerse, renunciar a los apegos es fácil. Todo lo que hay que hacer es ver, pero

ver realmente, las siguientes verdades.

Primera verdad: estás aferrado a una falsa creencia, a saber, la de que sin una cosa o persona determinada

no puedes ser feliz. Examina tus apegos uno a uno y comprobarás la falsedad de semejante creencia. Tal vez

tu corazón se resista a ello; pero, en el momento en que consigas verlo, el resultado emocional se producirá de

inmediato, y en ese mismo instante el apego perderá su fuerza.

Segunda verdad: si te limitas a disfrutar las cosas, negándote a quedar apegado a ellas, es decir negándote a

creer que no podrás ser feliz sin ellas, te ahorrarás toda la lucha y toda la tensión emocional que supone el

protegerlas y conservarlas. ¿No conoces lo que es poder conservar todos los objetos de tus distintos apegos,

sin renunciar a uno sólo de ellos, y poder disfrutarlos más aún a base de no apegarte ni aferrarte a ellos,

porque te encuentras pacífico y relajado y no sientes la menor amenaza en relación a su

...

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