Mas Allas Del Principio De Placer
mariasolflores22 de Junio de 2014
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Más allá del principio de placer (1920)
I. El decurso de los procesos anímicos es regulado en parte por el principio de placer. Lo pone en marcha una tensión displacentera y adopta tal orientación que su resultado coincide con una disminución de aquella. La exposición metapsicológica tiene en cuenta el papel económico. Placer y displacer dependen de la cantidad de excitación presente en la vida anímica y no ligada. El aparato se afana por mantener lo más bajo posible la cantidad de excitación presente en él. El principio de placer es el modo de trabajo primario del aparato anímico y se deriva del principio de constancia. Sin embargo existen también fuerzas que contrarían este principio.
Una de las inhibiciones el principio de realidad que pospone la satisfacción tolerando el displacer. Otra fuente de desprendimiento de displacer surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato, por medio de la represión de ciertas pulsiones que se les cohíbe la satisfacción. Si consiguen procurarse una satisfacción por ciertos rodeos, es sentido por el aparato como displacer. El principio de placer sufre otra ruptura en el momento en que las pulsiones ganan un placer en obediencia a ese principio. Todo displacer neurótico es un placer que no puede ser sentido como tal.
II. La neurosis traumática sobreviene tras conmociones mecánicas u accidentes que aparejaron riesgo de muerte. La causación se sitúa en el factor sorpresa: el terror.
La angustia designa un estado de expectativa frente al peligro y preparación para él.
El miedo requiere un objeto determinado.
El terror se produce cuando se corre un peligro sin estar preparado.
En la angustia hay algo que protege contra el terror. La vida onírica de la neurosis traumática reconduce al enfermo una y otra vez a la situación de su accidente de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente al trauma. La función del sueño resultó afectada y desviada de sus propósitos.
En el juego del fort-da, el niño arroja lejos de sí un juguete con un fuerte y prolongado “o-o-o-o” (fort = se fue). Cuando jugaba con un carretel, lo atraía hacia sí tirando del piolín mientras decía “da” (acá está). La más de las veces sólo se observaba el juego del fort. El juego se entramaba con su renuncia pulsional de admitir la partida de la madre. La repetición iba conectada a una ganancia de placer de otra índole. Presupone la existencia de tendencias situadas más allá del principio de placer, originarias e independientes.
III. En la cura psicoanalítica el enfermo se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo. Esta reproducción tiene siempre un fragmento del complejo de Edipo que se juega en el terreno de la transferencia. En éste momento la anterior neurosis se sustituyó por una neurosis de transferencia. Lo reprimido no ofrece resistencia alguna a la cura. La resistencia proviene de los mismos estratos de la vida psíquica que llevaron a la represión. El yo coherente se opone a lo reprimido. En el primero, de modo inconsciente, se encuentra el núcleo del yo. La resistencia parte del Yo, y la compulsión a la repetición se adscribe a lo reprimido inconsciente. La resistencia del Yo está al servicio del principio de placer. Quiere ahorrar el displacer que produciría la liberación de lo reprimido. La compulsión de repetición hace revivenciar operaciones de mociones pulsionales reprimidas que provocan displacer al Yo. La compulsión a la repetición devuelve, además de vivencias que puede hacer sentir placer para un sistema, otras que bajo ningún punto de vista puede producir placer.
El florecimiento temprano de la vida sexual infantil estaba destinado a sepultarse porque sus deseos eran inconciliables con la realidad. La pérdida de amor y el fracaso dejaron un daño permanente del sentimiento de sí, como cicatriz narcisista, que provocará más adelante un sentimiento de inferioridad. La investigación sexual así como el vínculo establecido con el progenitor sucumbieron al desengaño. Los neuróticos repiten en la transferencia todas estas ocasiones indeseadas y dolorosas reanimándolas. Las pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción llevaron a displacer; y más allá de eso se la repite compulsivamente. Este eterno retorno de lo igual se instaura más allá del principio de placer. A esto se adhieren los sueños traumáticos y el juego del fort-da.
IV. La conciencia es sólo una función de los procesos anímicos. Brinda percepciones de excitación que provienen del exterior, y sensaciones del interior. El Prcc está vuelto hacia el mundo externo y envuelve los otros sistemas psíquicos. Todos los procesos excitatorios de los otros sistemas dejan como secuela huellas permanentes que son la base de la memoria. Los más permanentes son los dejados por un proceso que nunca llegó a la conciencia. Si permanecieran siempre concientes pronto reducirían la aptitud de este sistema para la recepción de nuevas excitaciones. Para un sistema es inconciliable el devenir-conciente y dejar como secuela una huella mnémica. En el sistema Cc el proceso excitatorio deviene conciente pero no le deja suela; todas las huellas se producen a raíz de la propagación de la excitación a los sistemas internos contiguos. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica. En la Cc a diferencia de los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no deja tras sí una alteración permanente en sus elementos sino que se agota en el devenir conciente. Esto es porque el sistema Cc está en constante contacto con el mundo exterior.
La superficie o corteza en contacto con el mundo sirve como órgano receptor de estímulo. Por el incesante embate de los estímulos externos sobre la superficie de la vesícula, la sustancia de ésta se alteró hasta una cierta profundidad, de modo que el proceso excitatorio discurriese de distinta manera en los estratos más profundos. La corteza ofrece las condiciones favorables para la recepción de estímulos y no es susceptible de ulterior modificación. El paso de la excitación ya no puede imprimir ninguna alteración permanente a sus elementos. En el avance de un elemento al otro la excitación tiene que vencer una resistencia, y la reducción de ésta es un proceso de facilitación, que crea la huella permanente. En la Cc no subsisten resistencias de pasaje de esa índole entre un elemento y otro. La energía de investidura quiescente (ligada) no es conducida en la Cc sino la móvil (libre) susceptible de descarga.
Esta vesícula flota en medio de mundo cargado de energías y sería aniquilada si no estuviera provista de una protección antiestímulo. La superficie más externa se vuelve inorgánica, y opera apartando estímulos como una membrana. Las energías externas se propagan con una fracción de su intensidad. Los estratos contiguos que continúan vivos pueden recibir los volúmenes de estímulos filtrados. El estrato externo al morir preservó a los otros de sufrir tal destino. La tarea de protegerse es más importante que la de recibirlos. El organismo está dotado de una reserva enérgica propia, y en su interior se despliegan formas particulares de trasformación de la energía, y debe preservarlas del influjo nivelador de las energías hipergrandes. Estos estratos se internaron en lo profundo del cuerpo, pero parte quedó atrás en los órganos sensoriales, que tienen dispositivos destinados a recibir acciones estimuladoras específicas, y mecanismos preventivos para una ulterior protección contra volúmenes de estímulo y apartamento de variedades inadecuadas tomando solo pizcas del mundo exterior.
Los procesos anímicos inconscientes son atemporales. El tiempo no altera nada en ellos, no pueden representarse temporalmente y su ordenamiento no es temporal. Nuestra representación del tiempo corresponde al modo de trabajo del sistema Prcc.
El sistema Cc o estrato cortical sensitivo recibe también excitaciones desde adentro, pero la protección desde adentro es imposible, y recibe excitaciones desde los estragos más profundos de manera directa. Esto determina la prevalencia de sensaciones de placer-displacer por sobre los estímulos externos, y la orientación de la conducta respecto de las excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado grande. Se tenderá a tratarlas como si obrasen desde afuera a fin de poder aplicarles el medio defensivo. Este es el origen de la proyección.
Las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección son traumáticas. Un trauma provocará una perturbación en la economía energética del organismo y pondrá en acción la defensa. El principio de placer quedará abolido; el aparato quedó avasallado por grandes volúmenes de estímulo que penetraron, y la tarea es dominar el estímulo ligando psíquicamente los volúmenes de estímulo a fin de conducirlos a su tramitación.
Donde la protección fue perforada, afluyen continuas excitaciones al aparato, y es movilizada la energía de investidura a fin de crear en el entorno del punto
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