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PARADIGMAS Y PRINCIPIOS


Enviado por   •  28 de Abril de 2014  •  2.657 Palabras (11 Páginas)  •  301 Visitas

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Capítulo I

Paradigmas y Principios

David Starr Jordán, comienza su relato con una frase “No hay en todo el mundo un triunfo verdadero que pueda separarse de la dignidad en el vivir”. Comenta, que ha conseguido muchos triunfos y logros propuestos como meta, pero pagando un precio alto, ya que se mantenía tan ocupado que hasta su propia familia casi ni lo conocían, incluso ni siquiera se conocía así mismo, pensando todo el tiempo si todo ese esfuerzo valía la pena.

A pesar de dar todo de sí en la empresa para la cual trabajaba como Gerente, no conseguía que sus empleados tuvieran un poco de independencia y responsabilidad en el cumplimiento de sus labores y eso lo desesperaba porque no sabía qué hacer, sentía que no tenía tiempo para hacer muchas cosas pendientes, aunado a estos problemas, también tenía un hijo adolescente rebelde que consumía drogas y tampoco le hallaba ninguna salida a esa situación pues su tiempo era dueño de él y esto lo hacía sentir presionado y acosado, y aunque había intentado de muchas maneras planificar su tiempo no conseguía tener la vida tranquila y feliz que él deseaba.

Su entorno familiar era complicado, puesto que quería enseñarle a sus hijos el valor del trabajo no lo lograba porque aparte de que eran flojos se quejaban de todo les ponía a hacer, eso también lo molestaba, inclusive, cuando algunos de sus parientes y familiares tenían algún éxito en su vida, sentía envidia y rabia en su interior, aunque los felicitara y celebrara con ellos. Por todo esto siempre se preguntaba porque sentía ese sentimiento.

Sentía que tenía una personalidad fuerte, pero le preocupaba lo que los demás pensaran de él. Su matrimonio se había derrumbado a pesar de tratar de salvarlo de alguna u otra forma, dándose cuenta que el amor se había acabado entre ellos.

También cuenta, que unos años atrás, su esposa y él enfrentaban una situación penosa con uno de sus hijos, pues estaba pasando por un mal momento en la escuela. Le iba fatal con el aprendizaje, ni siquiera sabía seguir las instrucciones de los tests, Era muy inmaduro, y solía avergonzarlos siempre, su conducta era inapropiada y carecía de coordinación (por ejemplo, en el béisbol bateaba al aire, inclusive antes de que le hubieran arrojado la pelota), sus hermanos se reían de él. Sandra (esposa), y él sentían una profunda necesidad de ayudarlo.

De modo trataron de mentalizarlo usando técnicas de actitud positiva. ”¡Vamos, hijo! ¡Tú puedes hacerlo! Nosotros sabemos que puedes. Toma el bate un poco más arriba y mantén los ojos en la pelota. No batees hasta que esté cerca de ti”. Y si se desenvolvía un poco mejor, no limitaban elogios para reforzar su autoestima. «Así se hace, hijo, no te rindas.» sin embargo todos se reían de su torpeza. El niño lloraba e insistía en que nunca sería nada bueno.

Para ese entonces, él preparaba programas sobre el tema de la comunicación y la percepción para los participantes en el Programa de Desarrollo para Ejecutivos de una empresa. Fue entonces cuando se interesó en particular “la manera en que las percepciones se forman y gobiernan la manera de ver las cosas y comportarse en forma a la interpretación del mundo.

A la primera oportunidad conversó con Sandra sobre lo que estaba investigando, y fue en ese momento que comprendieron el error que estaban cometiendo en la manera de pretender ayudar a su hijo. Luego de examinar con toda honestidad los sentimientos más profundos, se dieron cuenta que lo que padecía el niño era una inadecuación básica; de algún modo, un “retraso”. Es cuando comienzan a comprender que, si querían cambiar la situación, debían cambiar primero ellos mismos.

Al mismo tiempo, que investigaba sobre la percepción, se tomó muy en serio el estudio sobre los libros acerca del éxito. Se pasaba leyendo miles de libros, artículos y ensayos, de campos tales como el autoperfeccionamiento, la psicología popular y la autoayuda.

Después de muchos análisis sobre los mismo, llego a la conclusión de que casi todos esto libros se centraban en lo que se podría llamar la «ética del carácter» como cimiento del éxito: en cosas tales como la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad, la modestia y la “regla de oro”. La autobiografía de Benjamín Franklin trata, básicamente, de la descripción de los esfuerzos de un hombre tendentes a integrar profundamente en su naturaleza ciertos principios y hábitos.

Asimismo expone, que la ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con efectividad, y que las personas sólo pueden experimentar un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran en su carácter básico. Sin embargo, luego de la Primera Guerra Mundial la concepción básica del éxito pasó de la ética del carácter a lo que podría llamarse la «ética de la personalidad». El éxito pasó a ser más una función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes y las conductas, habilidades y técnicas que hacen funcionar los procesos de la interacción humana.

Luego, después de muchos estudios sobre el tema, comenzó a comprender que esta ética de la personalidad era la fuente subconsciente de las soluciones que Sandra y él estaban tratando de utilizar con su hijo. Dándose cuenta de que habían estado obteniendo beneficios sociales de la buena conducta de sus otros hijos, y, según esto, uno de ellos simplemente no estaba a la altura de sus expectativas.

Fue cuando entonces supieron que para ellos más importante era la imagen sí mismo y el rol como padres buenos y cariñosos que nuestra imagen del niño, y tal vez intervenían en ella. Entonces, tomaron lastimosamente conciencia de la poderosa influencia que ejercía el carácter de ellos, sobre el niño, pues la comparación social como motivación no estaba de acuerdo con los valores más profundos los y podía conducir a un amor limitado, lo que posteriormente reducía el sentido de los propios méritos del niño.

Así que decidieron concentrar sus energías en ellos mismos y no en las técnicas, sino en la estimulación más profunda del niño, solo pensaban que, en lugar de tratar de cambiarlo a él, tratar de apartarse, y afanarse por percibir su identidad, su individualidad, su condición independiente y su valor personal.

Gracias a todas sus investigaciones, al cambio que los dos se propusieron y ejercicio de la fe y la plegaria, comenzaron a ver a su hijo en los términos de su propia singularidad, de lo que era capaz y más del potencial que iba a dar de acuerdo a su propio ritmo y velocidad. Se fueron relajando y apartando

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