Psicoanalisis
soloparamat312 de Octubre de 2014
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15 Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo
Anna Freud El yo y los mecanismos de defensa
PLANETA-AGOSTtNI Dirección editorial: R. B. A. Proyectos Editoriales, S. A.
Título original: Das ich und die abwehrmechanismen Traducción de Y. P. de Cárcamo y C. E. Cárcamo © Imago Verlag, Viena © Editorial Paidós, SAICF © Editorial Planeta-De Agostini, S. A., 1984, para la presente edición Córcega, 273-277, 08008 Barcelona (España) Traducción autorizada por Editorial Paidós Diseño de colección: Hans Romberg Primera edición en esta colección: abril de 1985 Depósito legal: B. 11.948/1984 ISBN 84-395-0016-5 Printed in Spain - Impreso en España Distribución: R. B. A. Promotora de Ediciones, S. A.
Travesera de Gracia, 56, ático 1.a, 08006 Barcelona Teléfonos (93) 200 80 45 - 200 81 89 Imprime: Cayfosa, Sta. Perpetua de Mogoda, Barcelona
Introducción
Si Anna Freud es un nombre destacado del psicoanálisis contemporáneo, no lo debe a su ilustre apellido, sino a su condición de pionera del psicoanálisis infantil y a sus importantes aportaciones en el campo de la psicología del yo, facetas que la sitúan en uno de los polos más renovadores, tanto teórica como clínicamente, del post freudismo.
Eí punto de partida del psicoanálisis de niños lo constituye el Análisis de la fobia de un niño de cinco años (caso «Juaniío»), que Sigmund Freud dio a conocer en 1909. Pero fue tan sólo un punto de partida, que está lejos de poder considerarse como un psicoanálisis infantil en regla. El propio Freud lo advirtió desde el comienzo ai afirmar que «el presente historial clínico de un paciente infantil no constituye en rigor una observación directa mía. Dirigí, desde luego, en conjunto el plan del tratamiento, e incluso intervine una vez en él personalmente, manteniendo una conversación con el infantil sujeto. Pero quien llevó adelante el tratamiento fue el padre del enfermo...».
Freud, desde luego, no se mostró muy esperanzado, tras el análisis del caso Juanito, de poder aplicar las técnicas analíticas a los niños. Él mismo lo explica en el historial de este caso de forma explícita. «Ninguna otra persona —dice— hubiera logrado del pequeño su- I jeto las confidencias que luego veremos ni hubiera poseído tampoco el conocimiento de causa que permitió al padre interpretar las manifestaciones de su hijo (niño de cinco años) y vencer así las dificultades de un psicoanálisis en edad tan tierna. Únicamente la unión de la autoridad paterna y la autoridad médica en una sola persona y la coincidencia del interés familiar con el interés científico hicieron posible dar al método analítico un empleo para el cual hubiera sido inadecuado en otras condiciones.» Fueron estas dificultades de aplicación de una técnica analítica que estaba diseñada para los adultos las que retrasaron durante unos años la experimentación y construcción de un método de análisis específico para niños. En esta dirección se cuentan los trabajos de Hermine von Hug-Hellmuth, quien, hacia 1915, recurrió al juego y al dibujo como medios privilegiados de expresión del niño; de manera similar hicieron valiosas aportaciones Sofía Morgenstern, Berta Bornsteín y otros.
Pero la primera tentativa de sistematizar un método analítico aplicable a los niños la hizo Anna Freud en 1927 con su Introducción al psicoanálisis infantil (Einfnhrung in der Tecknik der Kinderanalyse).
En esta obra, en la que se relacionan diez casos de neurosis graves en niños que oscilan entre los seis y los doce años, Anna Freud estableció una serie de criterios, que luego ampliaría o modificaría en Psicoanálisis del niño {The Psycho-Analylical Treatment of Children, 1946), pero a los que siguió en esencia siendo fiel a lo largo de toda su vida profesional, como se expresa en su última obra importante Normalidad y patología en la niñez {Normality and Pathology in Childhood, 1965).
Tales criterios, que están a menudo en oposición a los de la otra gran pionera del psicoanálisis infantil, Mclanie Klein (1882-1960), parten de un hecho fundamental: el niño, a diferencia del adulto, no tiene conciencia de su estado morboso y, por lo tanto, no acude al ana- II lista estimulado por esta voluntad de curación que es condición sine qua non para emprender un tratamiento psicoanalítico. Cierto es que el niño puede sentirse angustiado, pero nunca llega a tener conciencia de su trastorno psicopatológico como manifestación de una enfermedad que se puede curar. Si el niño acude al analista es porque Jos padres así lo han decidido, tal y como ocurrió en el análisis clásico del caso Juanito relatado por Freud.
En consecuencia, es necesario para Anna Freud establecer lo que denomina una « fase preparatoria» del psicoanálisis infantil, que no es propiamente analítica, y que está destinada a provocar en el niño esta motivación de que carece para asistir a la cura. Esta motivación debe surgir de una comprensión por parte del sujeto infantil de las finalidades de la terapia, lo que implica adquirir, a su vez, la conciencia de que se está enfermo y el papel íundamentai que ha de desempeñar el analista en la superación de la enfermedad.
Una vez se ha sobrepasado esta fase preparatoria, es posible entrar en el marco de una situación que puede calificarse ya de plenamente analítica. Pero aquí se plantea para Anna Freud la especificidad del psicoanálisis infantil, en dos puntos fundamentales. El primero reside en la transferencia; el segundo, en la llamada «regla fundamental» del análisis, o «regla de la libre asociación». Ambos puntos, como es sabido, definen sensu stricto toda terapia que se quiera psicoanalítica.
Por lo que respecta a la libre asociación, es obvio que el niño no puede llevarla a cabo cumplidamente como el adulto; Esto plantea la necesidad de explorar e intensificar nuevas vías de exploración del inconsciente. Un terreno privilegiado es el de la interpretación de los sueños, que e! niño relata con facilidad y cuyos contenidos manifiestos y latentes, al ser muy idénticos, facilitan la labor interpretativa. Otras vías vienen señala- III das por los sueños diurnos y por el dibujo, actividad ésta que revela la cualidad de los trastornos padecidos por el niño en grado muy fiable.
Ahora bien, Anna Freud no acepta la técnica del juego —en gran parte ideada por Melanie Klein— como elemento válido del análisis, y más concretamente, como elemento capaz de sustituir el método de las asociaciones libres. De la misma manera, rechaza que se pueda suscitar en el niño, y a diferencia del adulto, una neurosis de transferencia, es decir, esta neurosis artificial que desarrolla el paciente precisamente en su relación con el analista y que le permite a éste manejar la cura.
Anna Freud reconoce que la relación entre el niño y el psicoanalista infantil es una relación ei, cierto modo transferencial, teñida de amor u odio, pero que esto no conforma una neurosis. Las razones estriban en que para el niño las-relaciones con los padres, objetos que frustran o gratifican, son relaciones actuales, en absoluto interiorizadas como en el adulto, que rememora en el diván acontecimientos y vive*"~ias anclados en un real y efectivo pasado.
Como lo entrevio Freud en el análisis del caso Juanito, es preciso que se produzca la «unión de la autoridad paterna y la autoridad médica» para que un psicoanálisis infantil funcione plenamente. Y esto es lo que sostiene Anna Freud, es decir, la imposibilidad real de que el analista llegue a suplantar a los padres del niño; o, inversamente, que el niño sea capaz de desplazar los sentimientos ambivalentes que experimenta hacia sus padres a la persona del analista. De otro lado, Anna Freud desestima la posibilidad de una separación radical entre el niño y los padres, condición que permitiría la formación de una neurosis de transferencia en el niño, pero que, una vez resuelta por el análisis, dejaría intocada la coñflictiva relación del niño con sus progenitores.
Que el psicoanálisis infantil no pueda apoyarse es- IV trictamente ni en la regla de la libre asociación ni en la transferencia, no quiere decir, sin embargo, que no tenga unas reales posibilidades de curación de los trastornos infantiles. De un lado, «el terapeuta ha de asumir el ideal del yo del niño durante todo el análisis», sostiene Anna Freud, a fin de modificar el rígido Superyó característico de las neurosis infantiles. De otro lado, ha de analizar los mecanismos de defensa que el niño emplea para protegerse de la angustia y ha de contribuir a modificarlos convenientemente a fin de lograr una mayor adaptación psicosocial del niño.
Este último y fundamental aspecto del psicoanálisis infantil propugnado por Anna Freud se enlaza con una de las grandes aportaciones que esta autora ha realizado y que aparecen brillantemerite sintetizadas en El yo y los mecanismos de defensa {Das Ich und die Abwerhrmechanismen, 1936).
Por «mecanismos de defensa» hay que entender las distintas modalidades, en parte inconscientes, que el yo pone en marcha con la finalidad de mitigar o suprimir las excitaciones internas, junto con los recuerdos y fantasmas que comportan. Constituyen, por tanto, una actividad de primer orden en lo que respecta a la capacidad de adaptación del yo a la realidad, al principio de realidad, y su estudio pasó a primer plano, dentro de la investigación psicoanalítica, desde que Freud publicó x en 1923 El Yo y el Ello.
Con El yo y los mecanismos de defensa, Anna Freud se sumó a esta corriente investigadora del psicoanálisis del período de entreguerras, que primaba, al mismo tiempo, una mayor capacidad de adaptación del propio movimiento
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