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Psicoanalisis


Enviado por   •  1 de Noviembre de 2014  •  2.630 Palabras (11 Páginas)  •  231 Visitas

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rma Ilse Ida Grese nació un 7 de octubre de 1923 en Wrechen, Alemania. En su infancia fue una niña tranquila y algo tímida. Dotada de una gran belleza física, nadie imaginó que, tras aquel rostro angelical, se escondía la semilla de un monstruo cruel y sádico. El monstruo solo necesitaba del escenario adecuado para manifestare: así, a los 19 años fue nombrada supervisora de prisioneros en Auschwitz. La historia nunca olvidará como se reía entregando famélicas judías a los perros hambrientos, como depravadamente disfrutaba de latiguear los senos de las prisioneras “más dotadas” o de apagar vidas a su antojo apretando el gatillo de su pistola. Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, sus crímenes la convirtieron en la mujer más joven en ser enviada a la horca bajo las leyes británicas, siendo ejecutada un 13 de diciembre de 1945 a sus 23 años. Tras su muerte, en su alojamiento se hallaron tres lámparas con las pantallas hechas de piel humana; según se rumorea, de prisioneros despellejados por sus propias manos.

Irma fue hija de un lechero disidente del Partido Nazi y de una mujer llamada Berta. Durante su infancia fue una niña normal; inclusive, según declaraciones de su hermana Helen (efectuadas durante el juicio): “de niña era bastante tímida y en modo alguno violenta. Evitaba los enfrentamientos y, en caso de peleas entre niños, siempre huía”.

El único suceso traumático del que se tiene noticia fue el suicidio de su madre en 1936, cuando Irma era apenas una preadolescente. No se sabe si esto influyó en su indisciplina escolar, pero lo cierto es que a los 15 años abandonó el colegio como consecuencia de su desgano y de los intereses que había empezado a mostrar por integrarse a las juventudes hitlerianas, deseando por ello unirse a la Liga de la Juventud Femenina Alemana, agrupación que su padre desaprobaba.

Lo anterior, junto con lo que queda de relevante antes de su transformación, fue narrado por boca de la propia Irma Grese durante el Juicio de Bergen-Belsen, en el cual los tribunales británicos la juzgaron a ella y a 44 personas más implicadas en la administración del campo de concentración de Bergen-Belsen. Sus palabras fueron: “En 1938 dejé la escuela elemental y durante seis meses estuve empleada como jornalera en una granja. Después, trabajé en una tienda, en Luchen, otros seis meses. Cuando cumplí los 15 conseguí un puesto de limpiadora en un hospital en Hohenlunchen, y allí permanecí dos años. Intenté convertirme en enfermera, pero la Oficina de Trabajo no me lo permitió y me enviaron a una lechería en Fürstenberg. En Julio de 1942 volví a solicitar un puesto de enfermera; pero, a pesar de que protesté contra ello, la Oficina de Trabajo me asignó al campo de Ravensbrück, como parte del cuerpo auxiliar femenino de las SS. Estuve allí hasta Marzo de 1943”

Otra versión —que casi seguramente es la verdadera dado que se sabe que Irma mintió en el juicio al negar algunas acusaciones reales— dice que ella, pese a que en realidad sí prefería desempeñarse como enfermera, no estaba inconforme con su puesto en Ravensbruck, apareciéndose campantemente en casa durante un permiso. Al verla en el uniforme de las SS con esa actitud de complacencia, su padre y ella tuvieron una muy acalorada discusión, tras la cual Irma fue expulsada de casa ya que no estaba dispuesta a renunciar a su nazismo.

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La Bestia Bella y sus crímenes

En 1943 Irma entró en el Campo de concentración de Auschwitz, como una SS Oberaufseherin (guardia femenina). Con impresionante rapidez, a finales del mismo año fue ascendida a supervisora, llegando a ser la segunda mujer de más alto rango después de María Mandel. Dicen que fue su enorme fanatismo nazi y su considerable sadismo lo que le abrió la puerta a tan veloz ascenso, aunque su belleza estuvo implicada en el asunto, tal y como queda claramente sugerido en el hecho de le gustaba ‹‹compartir su belleza›› con oficiales de alto rango como Joseph Mengele y Josef Kramer, además de otros menos conocidos, desconocidos o no confirmados.

Aproximadamente unas 30000 prisioneras le fueron delegadas en Auschwitz, lo cual representó el terreno ideal para desatar abiertamente sus pulsiones crueles, cosa que Irma no dudó en aprovechar: primero en Auschwitz, luego en Ravensbruck y finalmente en Bergen Belsen. En aquel recorrido tuvo lugar el proceso psicológico en que Irma fue incrementando sus tendencias oscuras, desembocando ya desde sus primeras etapas en el sadismo exacerbado que la llevaría a la fama y a la horca.

“Sacudía fustazos a donde se le antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos la hacían sonreír” (Olga Lengyel, superviviente del Holocausto)

Olga Lengyel fue una de las víctimas que sobrevivió a la crueldad de Irma Grese. Años después del Holocausto, Olga reunió documentación y ordenó recuerdos para escribir Los hornos de Hitler; de allí, como introducción al siniestro perfil de Irma, se pueden citar estas palabras: ‹‹Irma Grese se adelantaba hacía las prisioneras con su andar ondulante y sus caderas en movimiento. Los ojos de las cuarenta mil desventuradas mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en ella. Era de estatura mediana, estaba elegantemente ataviada y tenía el cabello impecablemente arreglado.

El terror mortal inspirado por su presencia la complacía indudablemente y la deleitaba. Porque aquella muchacha de veintidós años carecía en absoluto de entrañas. Con mano segura escogía a sus víctimas, no sólo de entre las sanas, sino de entre las enfermas, débiles e incapacitadas.

Las que, a pesar de su hambre y penalidades, seguían manifestando un poco de su belleza física anterior eran las primeras en ser seleccionadas. Constituían los blancos especiales de la atención de Irma Grese.

Durante las “selecciones”, el “ángel rubio de Belsen”, como más adelante había de llamarla la prensa, manejaba con liberalidad su látigo. Sacudía fustazos adonde se le antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos la hacían sonreír››

Las palabras anteriores muestran ya que Irma se fijaba mucho en la belleza de las prisioneras, eligiendo como blanco a las de mejor aspecto. Detrás de eso no estaba la envidia sino una sexualidad retorcida. Testigo de sus sangrientas exquisiteces fue Gisella Pearl, médica de los prisioneros que en el Juicio de Bergen-Belsen declaró: “Grese gustaba de azotar con su fusta en los senos

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