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Psicologia Antecedente

jessikas22 de Septiembre de 2014

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2 LO NORMAL

Y LO PATOLOGICO

La cuestión de lo que es normal y lo que es patológico afecta más a los filósofos que a los médicos; a estos últimos les preocupa más saber lo que pueden o no pueden hacer por sus pacientes que determinar si son ‹‹normales›› o ‹‹patológicos››. Si bien esta actitud pragmática está justificada en el campo de la medicina somática, no ocurre lo mismo en el campo de la psiquiatría, que se encuentra rodeado de problemas éticos, culturales, sociales, políticos, etc. El psiquiatra, en el ejercicio de sus especialidad, no puede abstraerse del contexto, que delimita y de fine en parte su método de trabajo. El psiquiatra infantil se halla interpelado por las mismas razones, pero se añade la incertidumbre frente al proceso de desarrollo del niño y por el lugar familiar y social predeterminado que este ocupa.

En efecto, al psiquiatra infantil se le pide que examine a un niño que, por lo general, no lo solicita por sí mismo, y se le ruega que corrija una conducta juzgada como inadecuada por la familia, la escuela, los vecinos, o el asistente social a partir de criterios a menudo externos y de adaptación. Por su lado, este psiquiatra tiene en cuenta en su evaluación factores muy diferentes: capacidad de sublimación en un sector, importancia de las contracatexis defensivas, flexibilidad o rigidez del conjunto del funcionamiento mental, evaluación del nivel de conflictividad en función de la edad, etc.

Los criterios de la normalidad no pueden pues limitarse a una identificación de la conducta que ha motivado la solicitud del examen, ni resumirse en una simple tabla de interpretación de síntomas.

LO NORMAL Y LO PATOLOGICO:

PROBLEMAS GENERALES

Según Canguilhem, resulta que lo normal y lo patológico constituyen los dos términos indisociables de una misma pareja antitética: uno no puede definirse sin el otro. El problema es aún más complicado debido a la fácil confusión fonética entre los términos ‹‹anormal›› (del latín norma, escuadra) y ‹‹anómalo›› (del griego ἀμαλος, liso, sin esperezas). Deben, por lo tanto, precisarse las relaciones entre la anomalía, lo anormal y lo patológico.

Existen cuatro posibles definiciones distintas del término normal, y cada una de ellas se refiere a un punto de vista diferente:

• Lo normal referido a la salud; opuesto a enfermedad.

• Lo normal como media estadística.

• Lo normal como ideal; utopía que debemos alcanzar o al menos perseguir.

• Lo normal como un proceso dinámico; capacidad de volver a un cierto equilibrio.

Confundir normal y salud, oponiendo a estos términos los de anormal y enfermedad, constituye evidentemente una oposición estática que no corresponde a la dimensión dinámica de la mayoría de las enfermedades. Por ejemplo, el diabético antes de una descompensación o el asmático antes de una crisis son perfectamente normal en el sentido de ausencia de síntomas. La enfermedad no puede reducirse a sus signos lesiónales; debe intervenir también una potencialidad de recobrar la salud, que es la que nos aproximara a la definición de lo normal como proceso.

Establecer una similitud entre lo normal y la media estadística significa en primer lugar confundir lo anormal y la anomalía, o sea, confinar el campo de lo patológico todo lo que ni se encuentra en la zona media de la campana de Gauss: ¿podemos decir que las personas de baja estatura o las personas superdotadas en el plano intelectual son patológicas? En psiquiatría, es necesario tener además en cuenta la presión cultural, con lo que toda conducta que se aparte de la media corre el riesgo de ser considerada anormal. Según esto, durante la ocupación nazi en Francia todos los miembros de la Resistencia habrían de ser considerados anormales, o lo mismo ocurriría con todas las personas que denominamos ‹‹progresistas››.

Considerar lo normal como un modelo o una utopía significa instaurar ipsofacto un sistema de valores y una normalidad ideal; tal vez aquella en la que sueñan los políticos, los administrativos o los padres y los educadores para los niños. Si este ideal viene definido por el grupo social, volverá a confundirse de nuevo con la norma estadística. Si dicho ideal es en cambio un sistema de valor personal (ideal de Yo), es necesario saber todavía cómo funciona, ya que actualmente es muy conocida una cierta ‹‹enfermedad de idealismo›› (patología narcisista), lo que vuelve a definir un ‹‹funcionamiento mental normal››.

Convertir lo normal en un proceso de adaptación o una capacidad de reacción para recuperar un equilibrio perdido anteriormente implica introducir una evaluación dinámica. Sin embargo, en el campo psicosocial, una definición de este tipo podría reducir el concepto de normalidad a aun estado de aceptación, d sumisión o de conformismo a las exigencias sociales. La capacidad de adaptación, o lo que se ha denominado adaptabilidad, seria para algunas personas un mejor criterio que la adaptación misma. No obstante, deben definirse todavía los criterios de esta capacidad, con el riesgo que entraña de remitir de nuevo la definición de lo normal al concepto de media estadística o al de la utopía.

Como vemos no existe una definición simple y satisfactoria de lo normal. Cada uno de los marcos de referencia considerados presenta excepciones en las que insinúa lo patológico. En realidad, lo normal y lo patológico dependen tanto uno del otro como lo hacen en biología genética ‹‹el azar y la necesidad›› (J. Monod). La necesidad de la reproducción ejerce una necesaria presión normativa, mientras que la posibilidad de evolución implica una desviación aleatoria.

Sin embargo, el medico no se enfrenta aquí a u problema teórico sino a una elección practica: ante un paciente concreto, ¿debe intervenir o abstenerse de hacerlo? El paidopsiquiatra se enfrenta a este dilema más que cualquier otro especialista, ya que el estado sintomático actual del niño no permite prejuzgar en modo alguno su futuro estado adulto. El paidopsiquiatra debe, pues, encontrar otro sistema de evaluación más allá de las conductas sintomáticas.

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PROBLEMA DE LO NORMAL Y LO PATOLOGICO

EN PSICOPATOLOGIA INFANTIL

Mientras que durante mucho tiempo el ejercicio de la paidopsiquiatria se limitó a la práctica de algunas terapias en consultorios privados, la cuestión de lo normal y lo patológico fue secundaria. Por el contrario, la considerable expansión de la práctica paidopsiquiatrica y de sus aplicaciones a la higiene mental de la población, así como su indudable eficacia y el importante coste social que supone, ha implicado la necesidad de efectuar elecciones estratégicas. Ya ha quedado atrás la época en que resultaba deseable que todos los niños siguieran un psicoanálisis profiláctico. Esta postura encerraba de hecho u profundo error en cuanto a la misma función del análisis del niño, error justificado en aquel tiempo por la confusión y las inexactitudes existentes en el campo especifico del psicoanálisis y la educación (v. los debates entre M. Klein y A. Freud en la década de 1930). No obstante, en nuestra época la higiene mental debe preocuparse también, no de su rendimiento en el estricto sentido comercial, sino de su eficiencia. Por esta razón, algunas evaluaciones estadísticas a gran escala deben incitar a la reflexión:

• La frecuencia de las debilidades denominadas límite varía en función de la edad. Dicha frecuencia disminuye de manera considerable en la edad adulta; ¿quiere ello decir que la inteligencia aumenta con la edad? ¿o simplemente significa que los criterios de evaluación aplicados al niño solo tienen en cuenta su estado? En términos más políticos, ¿no es simplemente el hecho de acudir a la escuela lo que designa a u cierto número de alumnos como débiles? (la norma escolar no se corresponde con la norma estadística del desarrollo).

• La desigual y constante proporción de sexos en la población consultante en paidopsiquiatria constituyen un problema importante: 70% de niños y 30% de niñas. ¿Debemos concluir de ello que el hecho de ser niño es más patológico que el de ser niño que la anormalidad ideal y/o social se corresponde mejor alas capacidades y necesidades de las niñas? Este problema resulta aún más agudo cuando se tienen en cuenta que la distribución por sexos de la población psiquiátrica adulta es la opuesta (mayoría de mujeres).

Más allá de cualquier enfoque individual, estas simples constataciones estadísticas justifican ya una reflexión sobre el campo de actividad del paidopsiquiatra. Esta reflexión queda resumida en el siguiente interrogante: los niños que visita el paidopsiquiatra ¿representa la futura clientela potencial de la consulta del psiquiatra de adultos, o se trata de pacientes básicamente distintos? Los estudios epidemiológicos sugieren que la segunda hipótesis es la más probable. Se abren entonces nuevos interrogantes para aplicar esta diferencia. ¿Es imputable a la eficiencia de la acción de los paidopsiquiatra? ¿ Se debe a la solicitud de visitas para niños que, de forma temporal, no se ajustan a un modelo ideal de desarrollo creado por los padre y los pedagogos), pero que posteriormente serán adultos con una buena salud mental? Resulta evidente que estas preguntas son fundamentales cuando se habla del nivel de higiene mental de la población.

Por el contrario, cuando hablamos de un niño en particular, la evaluación de lo que es normal o patológico de plantearse de un modo distinto. Es necesario reconocer el síntoma, evaluar su valor y función dinámica e intentar

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