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Psicologia


Enviado por   •  5 de Julio de 2015  •  1.136 Palabras (5 Páginas)  •  131 Visitas

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LA FAMILIA ANTE EL SUICIDIO

Pero en lo que sí coinciden todos cuantos han estudiado a fondo el tema del duelo es que el más traumático, más doloroso y más desequilibrante es el que sigue a un suicidio. “La persona que se suicida, dice Caín, deposita todos sus secretos en el corazón del sobreviviente, le condena a afrontar multitud de sentimientos negativos y, aún peor, a obsesionarse con pensamientos relacionados con su papel real o posible a la hora de haber precipitado el acto suicida o de haber fracasado en evitarlo”. Es absolutamente cierto. No cabe ninguna duda de que las muertes violentas, en particular el suicidio, son las más difíciles de aceptar. Todos los estudios al respecto certifican que son las que tienen más riesgos de presentar complicaciones a largo plazo. En el periodo que sigue a una pérdida traumática, y el suicidio lo es en grado máximo, no es infrecuente que los componentes de la familia pierdan la perspectiva y acaben creyendo que sus reacciones son patológicas. Por eso adquiere una especial relevancia trabajar por “normalizar” sus respuestas de ira y de pena, su incapacidad para “dejar de lamentarse”, a la vez que ayudar a los diversos miembros de la familia a que se muestren tolerantes con las distintas formas o estilos a que recurre cada uno para hacer frente a la situación. Sólo así podrán recorrer las dolorosas etapas de duelo que les esperan.

SECUELAS PSICOLÓGICAS EN LA FAMILIA DEL SUICIDA

Insistimos, el dolor que experimenta una familia tras la muerte de uno de sus miembros se incrementa hasta niveles casi insoportables cuando ésta se ha producido por decisión del fallecido. Es entonces cuando las mentes de los sobrevivientes (del inglés survivor) se llenan de fantasmas y sus corazones de sombras y de dudas. Se buscan explicaciones, se pretende encontrar culpables, no se sabe como mitigar una angustia que se muestra invasiva, aturdidora. El efecto del suicidio en la familia constituye una tragedia devastadora que provoca serios destrozos en la vida de los sobrevivientes, introduciéndoles en un duelo, por regla general, muy traumatizante y prolongado. Algunas de las expresiones más destacadas, como muy bien destaca Pérez Barrerto, serían las siguientes:

Tristeza y rabia. En la primera fase de shock predomina un fuerte sentimiento de tristeza que coexiste con síntomas físicos, dolores precordiales, hipersensibilidad, sentimientos de irrealidad, trastornos de apetito y sueño… Luego aparecerá una fase de rabia que puede ir dirigida hacia uno mismo por no haber sabido o podido evitarlo, hacia los médicos por no haber sido capaces de impedir la trágica decisión del ser querido, hacia el suicida por haberse dado por vencido y haber rechazado la ayuda que se le prestó o se hubiera estado en disposición de prestarle en sus momentos más depresivos o hacia el mismo Dios, cuya ausencia en semejante trance no se comprende… No faltará la angustia y el desconcierto por no haber previsto el fatal desenlace, la frustración por no haber tenido oportunidad para saldar las diferencias con el difunto, las fantasías acerca de los motivos que le llevaron a su autodestrucción, la invasión de pensamientos obsesivos y de recuerdos del fallecido.

Sentimiento de culpabilidad. La muerte por suicidio no implica sólo una dolorosa ausencia, sino que es vivenciada como una acusación por lo que se hizo o se dejó de hacer, lo que se dijo o lo que se silenció. Es éste un sentimiento

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