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RELACION ENTRE GENEROS


Enviado por   •  28 de Mayo de 2014  •  2.773 Palabras (12 Páginas)  •  205 Visitas

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Autor: Archidiócesis de Toledo | Fuente: www.architoledo.org

Ecología ¿objeto de estudio de la ética?

El cristiano pone de manifiesto su interés, sobre todo y en primer lugar, por una ecología humana, verdadero corazón de todo el problema ecológico actual

Ecología ¿objeto de estudio de la ética?

El debate ecológico está de moda. Puede sorprender no sólo la urgencia y pasión con que se plantea, sino el hecho mismo de que el trato a la naturaleza y a los animales sea haya convertido en objeto de estudio por la ética.

La ecología es la parte de la biología que estudia las relaciones existentes entre los organismos y el medio en que viven. Semánticamente tiene un significado próximo a la economía, que se encarga del estudio de los bienes económicos, mientras que la ecología estudia una especie de macroeconomía, es decir, relaciona la existencia del hombre con el uso de toda la naturaleza o medio ambiente.

Ecología deriva del griego "oikós", que significa hogar, patrimonio; es decir, se trata de que el hombre cuide su "casa", es el estudio de la residencia o casa del hombre.

La preocupación actual ecológica nace de evitar el deterioro del medio ambiente en el que se desarrolla la vida humana. Dada la agresión que sufre la naturaleza reclama la ayuda de la ética y de la teología.

a) Teología de la creación

El concepto cristiano de creación es fundamental para comprender bien el tema ecológico. El mundo no es eterno, sino que tiene su origen en el amor de Dios, hace conceder a la creación una especial dignidad y un fin determinado como servidor supeditado al hombre.

Hoy que tanta gente habla de ecología, nosotros, los cristianos, hemos de predicarles explícitamente de la verdad de Dios Creador como fundamento de la creación del mundo y del ser humano, a su imagen y semejanza. Tal y como se describe en las primeras páginas de la Biblia todo el mundo ha sido creado para gloria de Dios y para que sea el hogar del hombre, cima de la creación. El mundo creado ha sido entregado al hombre para que lo cultive y lo cuide. El hombre adquiere un dominio sobre el cosmos, pues se trata de una encomienda que el mismo Dios Creador le confía; pero es para cuidarlo, no se trata de un dominio despótico ni arbitrario a su capricho. Debe disponer de él con respeto y medida, y en tanto en cuanto le sirve a él, y a través suyo a Dios, Señor absoluto de toda la Creación. Dios entrega al ser humano toda la creación para su uso, no para su abuso. Este dominio que Dios, único Señor del mundo, concede al hombre es un dominio relativo, limitado por límites éticos, porque el hombre no es dueño absoluto, sino administrador responsable de toda la creación.

Dios sí tiene un dominio absoluto sobre el cosmos y sobre el hombre. El Rey David reconoce este señorío universal: Tuya es, Señor, la grandeza y la majestad, pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra (I Cro 29, 11). De Dios es la tierra y cuanto hay en ella (Salm 24, 1).

Dios preceptúa el cuidado de la naturaleza a su pueblo Israel. Los israelitas, cuando conquisten la tierra prometida, cada siete años deberán dejarla descansar un año completo (Lev 25, 5). También los animales, en el día séptimo. No deberá destruir el arbolado, sino sólo los necesarios, para luchar contra la desertización.

Todo el espíritu de la Biblia demanda el sentido subsidiario de la naturaleza respecto del hombre, como criatura de Dios. El cosmos es creado por Dios como casa, hogar, o jardín, en medio del cual los hombres viven y le dan gloria.

El sometimiento de la creación al hombre, en palabras del Génesis, supone una relación ordenada entre los hombres y la creación, que exige el ejercicio de las cualidades espirituales de la persona humana en orden a completar la obra creadora de Dios. Sólo, después del pecado, toda la creación se vio sometida a la caducidad y a la muerte, y espera desde entonces ser liberada para entrar en la libertad gloriosa con todos los hijos de Dios (cf. Rm 8, 20-21).

Debajo de todo este problema se esconde el concepto del hombre, imagen y semejanza de Dios. Como consecuencia del hombre imagen de Dios, éste, Señor absoluto de la vida encomienda al hombre el sometimiento de todas las cosas. Pero esta participación en el Señorío divino debe interpretarse correctamente, a la luz, del sometimiento de Cristo en el NT: "Todo es vuestro, pero vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (I Cor. 3, 22-23). Cristo es Señor resucitado y ha demostrado su Señorío sobre todo lo creado mediante la obediencia filial al Padre; así nosotros (unidad sustancial de cuerpo y alma) debemos someternos a Cristo, nuestro único Señor. Únicamente así nosotros tendremos un autodominio virtuoso sobre nosotros mismos y a la vez -y este es el tema que nos ocupa- seremos capaces de someterlo todo lo creado mediante el Señorío de Cristo al Padre.

En conclusión, el hombre no es dueño de la creación en sentido absoluto, sino sólo relativo. Es, más bien, administrador responsable, ante el único Señor de todo lo creado (del hombre y del resto de la creación): Dios, Señor de la vida. Por todo ello debemos emplear en nuestro servicio toda la creación pero con ciertos límites éticos que nos ayuda a nuestra ordenación y comunión personal de amor con Dios, fin último del hombre, y siempre teniendo presente que los bienes fueron creados en principios para todos los hombres y para todas las generaciones pasadas, presentes y futuras. Nosotros debemos responder de ellas ante las generaciones actuales y venideras, y en primer lugar ante Dios. Como vemos la verdad de Dios Creador es la que está latente en el problema ecológico, y pocos son los que llegan hasta las últimas consecuencias. Esta puede ser nuestra aportación, no única pero sí última, como cristianos ante este problema tan urgente y actual.

El Papa denuncia la situación actual de abuso de la naturaleza: es preocupante la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico. El hombre que descubre su capacidad de transformar, y en cierto sentido de "crear" el mundo con su trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios Creador. Cree

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